Pide una España federal, cuando la España autonómica actual está mas descentralizada que las mayoría de los estados federales existentes en el mundo. Pide más poder para Cataluña cuando ha sido, precisamente, ese poder excesivo el que Cataluña emplea para romper la nación, adoctrinar a los catalanes en el odio y el rechazo y para poner en peligro la paz, generando enfrentamiento y odio. Cuando ha afirmado que España es una nación de naciones, las risas se han prodigado por todo el país, pero cuando ha dicho que las naciones son cuatro: Cataluña, el País Vasco, Galicia y el resto de España, las risas se han hecho carcajadas y rabia ante tanta imbecilidad.
Pedro Sánchez se está ganando a pulso la etiqueta e "tonto", no solo por proponer una receta contraproducente, sino por su apoyo "tibio" y crítico al gobierno de Rajoy, precisamente cuando España está en emergencia por el golpe de Estado del independentismo catalán. En los bares, cafeterías, tertulias y puestos de trabajo, la gente repite que "Pedro Sánchez es todavía más tonto que Zapatero". Es como un estribillo de alcance nacional.
Las lecciones que nos lanza España son más que evidentes y fáciles de asimilar: las autonomías son un grave error del diseño de la España actual porque su existencia dispara el gasto público, sus dirigentes empujan hacia la disgregación y la ruptura, rompen la igualdad y generan dinámicas perversas y destructivas.
La falta de separación e independencia de los poderes básicos del Estado y los escasos controles existentes del poder político son, junto con el excesivo poder autonómico, los otros dos grandes errores profundos en el diseño de nuestro sistema político. También son enseñanzas destacadas que el atentado del 11-M envenenó nuestra convivencia y que la corrupción de los dos grandes partidos, PP y PSOE, indignó a la ciudadanía, deterioró la ilusión y la convivencia e hizo posible la aparición de los partidos radicales y populistas. Finalmente, la corrupción de los Pujol y de CiU, el comportamiento cobarde y entreguista de los partidos políticos españoles con el nacionalismo catalán, excluyente y bucanero, y el comportamiento nada ejemplar de la Corona española fueron tres desgracias sucias y malolientes que precipitaron el desastre.
Pedro Sánchez parece no estar a la altura de su cargo. Zapatero fue un castigo como presidente del gobierno de España, tan dañino que su propio partido lo retiró del poder y le obligó a convocar elecciones anticipadas. Pues bien, algunas actuaciones de Sánchez recuerdan peligrosamente las del inepto Zapatero.
¿Que han hecho las autonomías españolas con el poder que se les ha entregado? La respuesta es desoladora, pero Pedro Sánchez la ignora. Han incrementado los privilegios de la casta política, han disparado el gasto público, han cobrado impuestos desproporcionados y han utilizado el dinero público de manera frívola y a veces delictiva, pero no necesariamente para beneficiar a los ciudadanos. En algunas autonomías, el poder ha servido para aumentar el clientelismo y el poder de los reyezuelos autónomos, que, simultáneamente, han recortado los servicios sociales y los gastos en educación, sanidad y otras prestaciones fundamentales a la ciudadanía. Han roto la igualdad entre los españoles, han destrozado el mercado único y han impuesto esperpentos como el del Impuesto de Sucesiones y Donaciones, un tributo brutal e inconstitucional a las herencias que hace que un andaluz pague por heredar cien veces más que un madrileño y mil veces más que un canario.
En casi la totalidad de las autonomías, el poder ha servido para incrementar el descontento de los ciudadanos y para alimentar fuerzas nacionalistas e independentistas. Hasta en tierras tan genuinamente españolas como Andalucía están surgiendo energúmenos que gritan "Andalucía libre", demostrando no sólo enajenación, sino que el poder autonómico español sirve para dividir, enfrentar y romper la nación.
Acabar con el sistema autonómico empieza a convertirse en un clamor, pero los políticos lo ignoran porque ellos solo encuentran ventajas en ese sistema, donde existen todos los aditivos que necesita un político miserable para alcanzar la plenitud: poder, dinero, ostentación y espacio para ejercer de reyezuelo sátrapa.
Francisco Rubiales
Pedro Sánchez se está ganando a pulso la etiqueta e "tonto", no solo por proponer una receta contraproducente, sino por su apoyo "tibio" y crítico al gobierno de Rajoy, precisamente cuando España está en emergencia por el golpe de Estado del independentismo catalán. En los bares, cafeterías, tertulias y puestos de trabajo, la gente repite que "Pedro Sánchez es todavía más tonto que Zapatero". Es como un estribillo de alcance nacional.
Las lecciones que nos lanza España son más que evidentes y fáciles de asimilar: las autonomías son un grave error del diseño de la España actual porque su existencia dispara el gasto público, sus dirigentes empujan hacia la disgregación y la ruptura, rompen la igualdad y generan dinámicas perversas y destructivas.
La falta de separación e independencia de los poderes básicos del Estado y los escasos controles existentes del poder político son, junto con el excesivo poder autonómico, los otros dos grandes errores profundos en el diseño de nuestro sistema político. También son enseñanzas destacadas que el atentado del 11-M envenenó nuestra convivencia y que la corrupción de los dos grandes partidos, PP y PSOE, indignó a la ciudadanía, deterioró la ilusión y la convivencia e hizo posible la aparición de los partidos radicales y populistas. Finalmente, la corrupción de los Pujol y de CiU, el comportamiento cobarde y entreguista de los partidos políticos españoles con el nacionalismo catalán, excluyente y bucanero, y el comportamiento nada ejemplar de la Corona española fueron tres desgracias sucias y malolientes que precipitaron el desastre.
Pedro Sánchez parece no estar a la altura de su cargo. Zapatero fue un castigo como presidente del gobierno de España, tan dañino que su propio partido lo retiró del poder y le obligó a convocar elecciones anticipadas. Pues bien, algunas actuaciones de Sánchez recuerdan peligrosamente las del inepto Zapatero.
¿Que han hecho las autonomías españolas con el poder que se les ha entregado? La respuesta es desoladora, pero Pedro Sánchez la ignora. Han incrementado los privilegios de la casta política, han disparado el gasto público, han cobrado impuestos desproporcionados y han utilizado el dinero público de manera frívola y a veces delictiva, pero no necesariamente para beneficiar a los ciudadanos. En algunas autonomías, el poder ha servido para aumentar el clientelismo y el poder de los reyezuelos autónomos, que, simultáneamente, han recortado los servicios sociales y los gastos en educación, sanidad y otras prestaciones fundamentales a la ciudadanía. Han roto la igualdad entre los españoles, han destrozado el mercado único y han impuesto esperpentos como el del Impuesto de Sucesiones y Donaciones, un tributo brutal e inconstitucional a las herencias que hace que un andaluz pague por heredar cien veces más que un madrileño y mil veces más que un canario.
En casi la totalidad de las autonomías, el poder ha servido para incrementar el descontento de los ciudadanos y para alimentar fuerzas nacionalistas e independentistas. Hasta en tierras tan genuinamente españolas como Andalucía están surgiendo energúmenos que gritan "Andalucía libre", demostrando no sólo enajenación, sino que el poder autonómico español sirve para dividir, enfrentar y romper la nación.
Acabar con el sistema autonómico empieza a convertirse en un clamor, pero los políticos lo ignoran porque ellos solo encuentran ventajas en ese sistema, donde existen todos los aditivos que necesita un político miserable para alcanzar la plenitud: poder, dinero, ostentación y espacio para ejercer de reyezuelo sátrapa.
Francisco Rubiales
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