En su última rueda de prensa, Trump ha negado la palabra a periodistas estrellas de Estados Unidos y ha llamado mentirosos y delincuentes a medios poderosos y temidos, hasta ahora considerados puntales de la democracia americana. Una parte importante de la sociedad norteamericana, acostumbrada a contemplar a la CNN y al Washington Post como "dioses", está sorprendida, pero complacida en el fondo por la osada valentía de Trump.
Cierta prensa mundial es culpable de arrogancia y de haber abandonado su vieja alianza con la verdad, el ciudadano y la democracia para echarse en brazos del poder político, del que, a cambio de apoyos, mentiras y silencios, obtiene publicidad, dinero, poder, filtraciones y concesiones para hacer negocios. Esa prensa tiembla ahora con la llegada al poder de Donald Trump, un tipo que no se amilana y que parece dispuesto a cambiar las reglas del juego.
Si Trump, con sus arremetidas contra el poder mediático, lograra hacerles ver que están perdiendo su audiencia y credibilidad por haber abandonado el servicio a la verdad y al ciudadano, entonces la labor de Trump será merecedora de agradecimiento mundial por impulsar una "regeneración" mediática casi tan importante como la regeneración de los políticos.
Nadie sabe si los cambios que va a introducir Trump en su gobierno y en el liderazgo mundial que ejercen, guste o no, los Estados Unidos van a mejorar o a empeorar la situación, pero al menos van a tener la virtud de desvelar verdades ocultas y de arrasar con mentiras que eran defendidas por la prensa y el establishment, como silenciar que las democracias occidentales están podridas por la corrupción. Esos medios habían decidido de antemano, en contra de la verdad, que Vladimir Putin era el peor rufián del mundo civilizado, que el ISIS no fue una creación de Estados Unidos, que las guerras más sucias nos las declara, en silencio, la inteligencia norteamericana, que los Estados Unidos no son los artífices de la destrucción de regímenes como los de Irak, Libia y ahora Siria, que la izquierda socialdemócrata no trabaja para que los ricos sean cada vez más ricos, que la prensa progresista y los políticos de la falsa izquierda no ejercen una dictadura férrea sobre la opinión pública, etc., etc..
Medios tan poderosos como la CNN, The Washington Post, The New York Times y otros están en la llamada "lista negra de Trump", temblando ahora porque Hillary Clinton, por la que tomaron partido y a la que defendieron con todas sus fuerzas, perdió las elecciones y el nuevo presidente, Donald Trump, es un tipo que, al parecer, no les tiene miedo y piensa ponerlos de rodillas.
Las arremetidas de ese periodismo contra Trump son durísimas, pero lo sorprendente es que el presidente electo se defiende y los está enfrentando a por lo menos la mitad de los norteamericanos.
El periodismo que ataca a Trump es el mismo periodismo que luchó contra Ronald Reagan y lo quiso destrozar cuando ganó las elecciones, del que decían que era un actor sin talento, un perdedor, un ignorante y un desastre para Estados Unidos y el mundo. Sin embargo, el dictamen de la Historia fue otro muy diferente: Reagan reforzó las libertades y la democracia, derrotó a la URSS en aquella Guerra Fría que en realidad fue la Tercera Guerra Mundial, acabó con el comunismo y abrió en todo Occidente una inolvidable era de prosperidad y libertades reforzadas cuyos coletazos aun perduran, aunque seriamente dañados por la epidemia "progre".
El bando de la prensa que se une al poder y se aleja de la democracia y del ciudadano está reflexionando después del triunfo de Trump. En ese bando se encuentran el 80 por ciento de los grandes medios de Estados Unidos y muchos de Europa. Monstruos como The New York Times, Tha Washington Post, Le Monde, La República y otros de gran influencia están en el paquete. En España están encabezados por "El País" y la "Cadena SER".
El grueso del periodismo mundial tiene miedo a que Trump demuestre al mundo entero que "otra política" era posible, que no es necesario lanzar los misiles contra Rusia y China, que la globalización, tal como está siendo gestionada, es una estafa y que la democracia, como la entienden y gestionan los socialdemócratas, es un desastre porque el pueblo está cada día más marginado y ajeno a las decisiones, mientras que los políticos defienden, sobre todo, los intereses de los ricos y de sus propios partidos.
Muchos no sabemos que será del mundo bajo Trump, pero desconfiábamos desde hace mucho del falso progresismo y de las verdades oficiales difundidas por la prensa aliada al poder. Podría ocurrir que Trump, en lugar del monstruo que parece, sea un nuevo Reagan y que termine reactivando la mortecina economía, regenerando la relación corrompida entre el poder y la ciudadanía y ganando la cuarta Guerra Mundial, la que estamos librando, sin demasiado entusiasmo, contra el Islam invasor y asesino y contra el terrorismo en general.
Francisco Rubiales
Cierta prensa mundial es culpable de arrogancia y de haber abandonado su vieja alianza con la verdad, el ciudadano y la democracia para echarse en brazos del poder político, del que, a cambio de apoyos, mentiras y silencios, obtiene publicidad, dinero, poder, filtraciones y concesiones para hacer negocios. Esa prensa tiembla ahora con la llegada al poder de Donald Trump, un tipo que no se amilana y que parece dispuesto a cambiar las reglas del juego.
Si Trump, con sus arremetidas contra el poder mediático, lograra hacerles ver que están perdiendo su audiencia y credibilidad por haber abandonado el servicio a la verdad y al ciudadano, entonces la labor de Trump será merecedora de agradecimiento mundial por impulsar una "regeneración" mediática casi tan importante como la regeneración de los políticos.
Nadie sabe si los cambios que va a introducir Trump en su gobierno y en el liderazgo mundial que ejercen, guste o no, los Estados Unidos van a mejorar o a empeorar la situación, pero al menos van a tener la virtud de desvelar verdades ocultas y de arrasar con mentiras que eran defendidas por la prensa y el establishment, como silenciar que las democracias occidentales están podridas por la corrupción. Esos medios habían decidido de antemano, en contra de la verdad, que Vladimir Putin era el peor rufián del mundo civilizado, que el ISIS no fue una creación de Estados Unidos, que las guerras más sucias nos las declara, en silencio, la inteligencia norteamericana, que los Estados Unidos no son los artífices de la destrucción de regímenes como los de Irak, Libia y ahora Siria, que la izquierda socialdemócrata no trabaja para que los ricos sean cada vez más ricos, que la prensa progresista y los políticos de la falsa izquierda no ejercen una dictadura férrea sobre la opinión pública, etc., etc..
Medios tan poderosos como la CNN, The Washington Post, The New York Times y otros están en la llamada "lista negra de Trump", temblando ahora porque Hillary Clinton, por la que tomaron partido y a la que defendieron con todas sus fuerzas, perdió las elecciones y el nuevo presidente, Donald Trump, es un tipo que, al parecer, no les tiene miedo y piensa ponerlos de rodillas.
Las arremetidas de ese periodismo contra Trump son durísimas, pero lo sorprendente es que el presidente electo se defiende y los está enfrentando a por lo menos la mitad de los norteamericanos.
El periodismo que ataca a Trump es el mismo periodismo que luchó contra Ronald Reagan y lo quiso destrozar cuando ganó las elecciones, del que decían que era un actor sin talento, un perdedor, un ignorante y un desastre para Estados Unidos y el mundo. Sin embargo, el dictamen de la Historia fue otro muy diferente: Reagan reforzó las libertades y la democracia, derrotó a la URSS en aquella Guerra Fría que en realidad fue la Tercera Guerra Mundial, acabó con el comunismo y abrió en todo Occidente una inolvidable era de prosperidad y libertades reforzadas cuyos coletazos aun perduran, aunque seriamente dañados por la epidemia "progre".
El bando de la prensa que se une al poder y se aleja de la democracia y del ciudadano está reflexionando después del triunfo de Trump. En ese bando se encuentran el 80 por ciento de los grandes medios de Estados Unidos y muchos de Europa. Monstruos como The New York Times, Tha Washington Post, Le Monde, La República y otros de gran influencia están en el paquete. En España están encabezados por "El País" y la "Cadena SER".
El grueso del periodismo mundial tiene miedo a que Trump demuestre al mundo entero que "otra política" era posible, que no es necesario lanzar los misiles contra Rusia y China, que la globalización, tal como está siendo gestionada, es una estafa y que la democracia, como la entienden y gestionan los socialdemócratas, es un desastre porque el pueblo está cada día más marginado y ajeno a las decisiones, mientras que los políticos defienden, sobre todo, los intereses de los ricos y de sus propios partidos.
Muchos no sabemos que será del mundo bajo Trump, pero desconfiábamos desde hace mucho del falso progresismo y de las verdades oficiales difundidas por la prensa aliada al poder. Podría ocurrir que Trump, en lugar del monstruo que parece, sea un nuevo Reagan y que termine reactivando la mortecina economía, regenerando la relación corrompida entre el poder y la ciudadanía y ganando la cuarta Guerra Mundial, la que estamos librando, sin demasiado entusiasmo, contra el Islam invasor y asesino y contra el terrorismo en general.
Francisco Rubiales
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