La voracidad recaudatoria del gobierno de Mariano Rajoy es insaciable y enfermiza. La última subida en las cotizaciones de las empresas ha provocado la protesta de la CEOE, la organización empresarial aliada de las políticas del PP. Hasta los empresarios, que en teoría son los máximos beneficiados por la política del gobierno, protestan porque la voracidad fiscal de Rajoy es irrefrenable y está causando daños al tejido empresarial, al empresariado en general y a la competitividad de España en los mercados.
El gobierno francés acaba de anunciar recortes enormes, de hasta 65.000 millones de euros, pero una buena parte de ese ahorro se conseguirá con ahorros del gobierno, mientras que el opulento e insensible gobierno español deja caer todo el peso de sus reformas y recortes en los trabajadores, que contemplan impotentes como sus empleos se pierden o precarizan, y en los ciudadanos, abrumados a impuestos manifiestamente desproporcionados a injustos, mientras que el gobierno sigue gastando y despilfarrando como si la crisis no tuviera nada que ver con el estatus y el boato de las élites que gobiernan.
Las promesas de Rajoy de que el año próximo bajará los impuestos no son creíbles porque la sociedad española está ya habituada a ser engañada por el poder. Las encuestas reflejan que la gente cree mas en la codicia irrefrenable de los políticos que en las prometidas bajadas de impuestos.
Cada español está obligado a trabajar seis meses al año de media para mantener un Estado grueso, innecesario y, además, poco decente y menos justo, mientras que las empresas dedican una buena parte de sus ingresos a financiar un Estado que no necesitamos que, además, obliga a las empresas a ejercer como recaudadoras y a financiar burocracias y papeleos que corresponden a las administraciones. Esa política oficial de abuso y de bribonería provoca, además, que los ciudadanos paguen sus impuestos obligados por el miedo al castigo, sin sentido contribuyente alguno, porque no se fía de que los gobernantes gasten ese dinero de manera limpia, decente y justa.
España es cada día mas una sociedad injusta y el ciudadano está cada día mas indignado ante los abusos de poder y corrupciones impunes. Para cientos de miles de españoles, el gran enemigo no es ya el terrorismo, sino el propio gobierno, del que llega el empobrecimiento, el recorte y la privación de conquistas sociales y derechos, ademas de la corrupción y el desprecio a los grande valores.
La insaciable voracidad recaudatoria del gobierno español está provocando daños graves a la economía, según señalan numerosos expertos. Los principales son la depresión general del consumo, el cierre de cientos de miles de empresas, abrumadas por los impuestos y la burocracia, el crecimiento del desempleo y la pobreza, la destrucción progresiva de las clases medias, un incremento notable de la economía sumergida y la fuga de capitales y de empresas que trasladan sus centrales y cotizan en países menos voraces que España.
El gobierno de Rajoy se sustenta sobre una estafa monumental que en España no está castigada por la ley, cuando debería ser motivo de cárcel: las promesas electorales que le dieron la victoria han sido violadas de manera reiterada. Prometieron que bajarían los impuestos y los han subido; prometieron que ayudarían a las empresas y han provocado el cierre de cientos de miles. Dijeron que castigarían la corrupción y perseguirían al corrupto y han convertido a España en el país del mundo que mas puestos avanza en el ranking mundial de los corruptos.
La indignación es extrema y el rechazo a la clase política alcanza niveles críticos, según revelas los sondeos de opinión, pero al gobierno parece no importarle ese drama, pues se siente bien protegido detrás de los escudos policiales y de la complicidad de jueces sometidos y periodistas manipuladores al servicio del poder. Con esos pretorianos, España está padeciendo su peor calvario, víctima de una clase política que el pueblo desprecia y está aprendiendo a odiar.
El gobierno francés acaba de anunciar recortes enormes, de hasta 65.000 millones de euros, pero una buena parte de ese ahorro se conseguirá con ahorros del gobierno, mientras que el opulento e insensible gobierno español deja caer todo el peso de sus reformas y recortes en los trabajadores, que contemplan impotentes como sus empleos se pierden o precarizan, y en los ciudadanos, abrumados a impuestos manifiestamente desproporcionados a injustos, mientras que el gobierno sigue gastando y despilfarrando como si la crisis no tuviera nada que ver con el estatus y el boato de las élites que gobiernan.
Las promesas de Rajoy de que el año próximo bajará los impuestos no son creíbles porque la sociedad española está ya habituada a ser engañada por el poder. Las encuestas reflejan que la gente cree mas en la codicia irrefrenable de los políticos que en las prometidas bajadas de impuestos.
Cada español está obligado a trabajar seis meses al año de media para mantener un Estado grueso, innecesario y, además, poco decente y menos justo, mientras que las empresas dedican una buena parte de sus ingresos a financiar un Estado que no necesitamos que, además, obliga a las empresas a ejercer como recaudadoras y a financiar burocracias y papeleos que corresponden a las administraciones. Esa política oficial de abuso y de bribonería provoca, además, que los ciudadanos paguen sus impuestos obligados por el miedo al castigo, sin sentido contribuyente alguno, porque no se fía de que los gobernantes gasten ese dinero de manera limpia, decente y justa.
España es cada día mas una sociedad injusta y el ciudadano está cada día mas indignado ante los abusos de poder y corrupciones impunes. Para cientos de miles de españoles, el gran enemigo no es ya el terrorismo, sino el propio gobierno, del que llega el empobrecimiento, el recorte y la privación de conquistas sociales y derechos, ademas de la corrupción y el desprecio a los grande valores.
La insaciable voracidad recaudatoria del gobierno español está provocando daños graves a la economía, según señalan numerosos expertos. Los principales son la depresión general del consumo, el cierre de cientos de miles de empresas, abrumadas por los impuestos y la burocracia, el crecimiento del desempleo y la pobreza, la destrucción progresiva de las clases medias, un incremento notable de la economía sumergida y la fuga de capitales y de empresas que trasladan sus centrales y cotizan en países menos voraces que España.
El gobierno de Rajoy se sustenta sobre una estafa monumental que en España no está castigada por la ley, cuando debería ser motivo de cárcel: las promesas electorales que le dieron la victoria han sido violadas de manera reiterada. Prometieron que bajarían los impuestos y los han subido; prometieron que ayudarían a las empresas y han provocado el cierre de cientos de miles. Dijeron que castigarían la corrupción y perseguirían al corrupto y han convertido a España en el país del mundo que mas puestos avanza en el ranking mundial de los corruptos.
La indignación es extrema y el rechazo a la clase política alcanza niveles críticos, según revelas los sondeos de opinión, pero al gobierno parece no importarle ese drama, pues se siente bien protegido detrás de los escudos policiales y de la complicidad de jueces sometidos y periodistas manipuladores al servicio del poder. Con esos pretorianos, España está padeciendo su peor calvario, víctima de una clase política que el pueblo desprecia y está aprendiendo a odiar.
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