¿Has pensado que los mismos que permitieron el saqueo de las cajas de ahorro, sin castigar a los saqueadores y sin reclamarles lo robado, son los que van a administrar los impuestos que debes pagar a Hacienda? ¿Es decente que aquellos que permitieron y legalizaron la inmensa e inmoral estafa de las participaciones preferentes y subordinadas, de la que son culpables, al unísono, gobernantes y banqueros, sean los mismos que administren el dinero de nuestros impuestos, esos tributos que pagamos al Estado con tanto esfuerzo y sacrificio?
Los sentimientos de los españoles con respecto a su clase política, a la que considera en las encuestas corrupta, poco fiable y como uno de los grandes problemas del país, son la prueba palpable e imbatible de que en España no existe la democracia, sino una tiranía camuflada donde el poder es ejercido por una casta que cada día mas ciudadanos no sólo rechaza sino que empieza a odiar. La democracia se basa en la confianza de los administrados en sus administradores y si esa confianza, como ocurre en España, falla, la democracia deja de existir y el poder se torna ilegítimo, aunque sea legal.
En España pasaron los tiempos en los que el ciudadano sentía orgullo al pagar sus impuestos porque creía que su dinero iba a ser empleado de manera decente por unos políticos en los que creía, en políticas de igualdad y en servicios vitales como la educación, la sanidad, la vivienda para los mas necesitados y otros, siempre en defensa de una sociedad justa y decente. Pero hoy, cuando mas de medio país sospecha que sus impuestos pueden ser mal utilizados y terminar en el bolsillo de los muchos corruptos que inundan la política y las estancias del poder, el dinero que se paga a Hacienda sólo se entrega por miedo a las represalias y castigos.
A pesar de que está siendo criticado reiteradamente por su voracidad desde Europa (el comisario Oli Rehn), el presidente del Banco Central Europeo (Mario Draghi), por compañeros de su propio partido como Esperanza Aguirre y por muchos millones de españoles asqueados de ser esquilmados, Rajoy sigue sin inmutarse su escalada en el saqueo de los españoles y ha subido 30 veces los impuestos en 16 meses. Ha incrementado cinco veces el IRPF, cuatro el de sociedades, dos el IVA y creado una docena de nuevas tasas.
Cuando se desconfía del poder, se obedece por miedo y se pagan los impuestos por temor al castigo, es evidente, y no existe un sólo pensador en el mundo que niegue, que se padece una tiranía ilegítima y que la democracia está plenamente ausente.
Quien no crea que estos son los verdaderos sentimientos de la mayoría ante el pago de los impuestos que convoque un referéndum y pregunte al pueblo si paga voluntariamente o por miedo al castigo. De camino, podrían preguntar a los ciudadanos de España qué piensan de sus políticos, algo que los partidos españoles, tanto de la derecha como de la izquierda, nunca harán porque el resultado sería como un vergonzoso estallido gigantesco de repulsa y rechazo, que tendría un sobrecogedor eco mundial, que los llenaría de descrédito y les colocaría una eterna etiqueta de opresores indignos. .
¿Tan difícil es ver que España no es una democracia sino una tiranía camuflada de democracia? ¿Es que no son suficientes las pruebas que nos ofrece la Historia reciente del país, desde la estafa de las preferentes al saqueo de las cajas de ahorro, desde el enriquecimiento sospechoso e inexplicable de miles de políticos hasta los escándalos inexplicables de la Casa Real, obligada a ser una ejemplo para los españoles? ¿Qué más necesitamos para concluir que el sistema es bastardo, sucio e indecente?
Si los argumentos expuestos no resultan lo bastante convincente, echémosle un vistazo al balance de éxitos y fracasos cosechado por los últimos gobiernos (¿democráticos?) de España, gracias a los cuales nuestro país ocupa primeros puestos en el ranking mundial del desempleo, del avance de la pobreza, del tráfico y consumo de drogas, del fracaso escolar, de la baja calidad de la enseñanza, del blanqueo de dinero sucio, del crecimiento del foso que separa a ricos de pobres, de la prostitución y trata de blancas, de los privilegios de la clase política, del deterioro del concepto de "democracia" y del desprecio ciudadano a su clase política.
Hay que ser ciegos para no darse cuenta que en España no está vigente ni siquiera una de las reglas básicas de la democracia: ni existe separación de poderes, ni una Justicia independiente, ni una ley igual para todos, ni una prensa libre capaz de fiscalizar a los grandes poderes, ni una sociedad civil fuerte e independiente, capaz de actuar como contrapeso del poder político, ni un Estado justo y dimensionado, ni control del poder político, ni castigo para los poderosos dedicados a la corrupción y el saqueo de lo público, ni respeto al valor del ciudadano, que ha sido apartado de los procesos de toma de decisiones y marginado de la democracia, ni consultas populares de aquellos asuntos que suscitan polémica e interés nacional... y un largo etcétera que convierte a España en una auténtica pocilga política, sin valores, sin respeto y sin derecho.
¿Los mismos que han construido esta pocilga son los que nos van a cobrar y administrar nuestros impuestos?
¡Por Dios!
Los sentimientos de los españoles con respecto a su clase política, a la que considera en las encuestas corrupta, poco fiable y como uno de los grandes problemas del país, son la prueba palpable e imbatible de que en España no existe la democracia, sino una tiranía camuflada donde el poder es ejercido por una casta que cada día mas ciudadanos no sólo rechaza sino que empieza a odiar. La democracia se basa en la confianza de los administrados en sus administradores y si esa confianza, como ocurre en España, falla, la democracia deja de existir y el poder se torna ilegítimo, aunque sea legal.
En España pasaron los tiempos en los que el ciudadano sentía orgullo al pagar sus impuestos porque creía que su dinero iba a ser empleado de manera decente por unos políticos en los que creía, en políticas de igualdad y en servicios vitales como la educación, la sanidad, la vivienda para los mas necesitados y otros, siempre en defensa de una sociedad justa y decente. Pero hoy, cuando mas de medio país sospecha que sus impuestos pueden ser mal utilizados y terminar en el bolsillo de los muchos corruptos que inundan la política y las estancias del poder, el dinero que se paga a Hacienda sólo se entrega por miedo a las represalias y castigos.
A pesar de que está siendo criticado reiteradamente por su voracidad desde Europa (el comisario Oli Rehn), el presidente del Banco Central Europeo (Mario Draghi), por compañeros de su propio partido como Esperanza Aguirre y por muchos millones de españoles asqueados de ser esquilmados, Rajoy sigue sin inmutarse su escalada en el saqueo de los españoles y ha subido 30 veces los impuestos en 16 meses. Ha incrementado cinco veces el IRPF, cuatro el de sociedades, dos el IVA y creado una docena de nuevas tasas.
Cuando se desconfía del poder, se obedece por miedo y se pagan los impuestos por temor al castigo, es evidente, y no existe un sólo pensador en el mundo que niegue, que se padece una tiranía ilegítima y que la democracia está plenamente ausente.
Quien no crea que estos son los verdaderos sentimientos de la mayoría ante el pago de los impuestos que convoque un referéndum y pregunte al pueblo si paga voluntariamente o por miedo al castigo. De camino, podrían preguntar a los ciudadanos de España qué piensan de sus políticos, algo que los partidos españoles, tanto de la derecha como de la izquierda, nunca harán porque el resultado sería como un vergonzoso estallido gigantesco de repulsa y rechazo, que tendría un sobrecogedor eco mundial, que los llenaría de descrédito y les colocaría una eterna etiqueta de opresores indignos. .
¿Tan difícil es ver que España no es una democracia sino una tiranía camuflada de democracia? ¿Es que no son suficientes las pruebas que nos ofrece la Historia reciente del país, desde la estafa de las preferentes al saqueo de las cajas de ahorro, desde el enriquecimiento sospechoso e inexplicable de miles de políticos hasta los escándalos inexplicables de la Casa Real, obligada a ser una ejemplo para los españoles? ¿Qué más necesitamos para concluir que el sistema es bastardo, sucio e indecente?
Si los argumentos expuestos no resultan lo bastante convincente, echémosle un vistazo al balance de éxitos y fracasos cosechado por los últimos gobiernos (¿democráticos?) de España, gracias a los cuales nuestro país ocupa primeros puestos en el ranking mundial del desempleo, del avance de la pobreza, del tráfico y consumo de drogas, del fracaso escolar, de la baja calidad de la enseñanza, del blanqueo de dinero sucio, del crecimiento del foso que separa a ricos de pobres, de la prostitución y trata de blancas, de los privilegios de la clase política, del deterioro del concepto de "democracia" y del desprecio ciudadano a su clase política.
Hay que ser ciegos para no darse cuenta que en España no está vigente ni siquiera una de las reglas básicas de la democracia: ni existe separación de poderes, ni una Justicia independiente, ni una ley igual para todos, ni una prensa libre capaz de fiscalizar a los grandes poderes, ni una sociedad civil fuerte e independiente, capaz de actuar como contrapeso del poder político, ni un Estado justo y dimensionado, ni control del poder político, ni castigo para los poderosos dedicados a la corrupción y el saqueo de lo público, ni respeto al valor del ciudadano, que ha sido apartado de los procesos de toma de decisiones y marginado de la democracia, ni consultas populares de aquellos asuntos que suscitan polémica e interés nacional... y un largo etcétera que convierte a España en una auténtica pocilga política, sin valores, sin respeto y sin derecho.
¿Los mismos que han construido esta pocilga son los que nos van a cobrar y administrar nuestros impuestos?
¡Por Dios!
Comentarios: