La sociedad española contempla atónita como juzgan al partido de Mas por delitos que han cometido también el resto de los partidos políticos españoles, igualmente corruptos. Cobrar comisiones y recibir donaciones a cambio de contratos públicos es una práctica habitual en la sucia política española desde que se aprobó la Constitución y se instauró la falsa democracia, una política desalmada asumida como comportamiento por los partidos, algunos de los cuales han acumulado tantos delitos que merecen ser precintados por los jueces, por haberse comportado como una asociación de malhechores.
Es cierto que a millones de españoles les causa satisfacción ver a Artur Mas y a sus cómplices comparecer ante los jueces. También es cierto que procesar a los secesionistas del odio es justo y merecido, pero no es menos cierto que si su pecado es cobrar comisiones, quizás no exista un partido político en España que haya ocupado puestos de gobierno que esté libre de ese pecado.
Es una guerra entre chorizos que, aunque cause placer porque les toca pagar a los que quieren romper España y han sembrado división y odio durante años, practicando la hipocresía y el victimismo detrás de la bandera catalana, es una guerra indecente que debería causar mas pena y dolor que alegría.
La única manera democrática y decente de acabar con Artur Mas y sus mariachis secesionistas corruptos no es metiéndolos en la cárcel, sino construyendo una España mejor que la que han construido partidos cargados de oprobio como el PSOE y el PP, una España corrupta, desigual, injusta, sin valores, sin democracia y sin ciudadanos de la que muchos quieren escapar porque es una patria sin atractivo, sin ilusiones comunes y sin orgullo.
La "guerra de los chorizos" es un espectáculo deprimente que degrada a todos los españoles, aunque nos guste contemplarlo. En lugar de esa visión degradante, los españoles deberíamos contemplar la "Guerra contra los chorizos", que es diferente y que sería ver desfilar ante los tribunales al grueso de la clase política española, con sus miles de saqueadores y políticos enriquecidos sin que puedan explicar el origen de sus bienes, tipejos de izquierda y de derecha, nacionalistas y comunistas, liberales y sinvergüenzas, de todos los colores y tendencias, unidos por el común denominador del abuso y la corrupción. Son tipos habituados a conceder contratos y subvenciones a cambio de mordidas, gente irresponsable que ha construido un Estado inmenso y tan poblado de enchufados y amigos que nadie puede financiar ese monstruo.
Esa clase dirigente española que ha antepuesto mil veces sus propios intereses al bien común, indecorosa, sospechosa y cien veces culpable, es la que nos ha construido, desde el poder, un país sin justicia, decencia ni grandeza, endeudado, despilfarrador y corrupto, del que uno siente muchas veces ganas de huir. Esa clase política es la que merece sentarse en el banquillo con todas las cámaras conectadas, ofreciendo al ciudadano español el espectáculo regenerador y justo que se merece contemplar.
Es cierto que a millones de españoles les causa satisfacción ver a Artur Mas y a sus cómplices comparecer ante los jueces. También es cierto que procesar a los secesionistas del odio es justo y merecido, pero no es menos cierto que si su pecado es cobrar comisiones, quizás no exista un partido político en España que haya ocupado puestos de gobierno que esté libre de ese pecado.
Es una guerra entre chorizos que, aunque cause placer porque les toca pagar a los que quieren romper España y han sembrado división y odio durante años, practicando la hipocresía y el victimismo detrás de la bandera catalana, es una guerra indecente que debería causar mas pena y dolor que alegría.
La única manera democrática y decente de acabar con Artur Mas y sus mariachis secesionistas corruptos no es metiéndolos en la cárcel, sino construyendo una España mejor que la que han construido partidos cargados de oprobio como el PSOE y el PP, una España corrupta, desigual, injusta, sin valores, sin democracia y sin ciudadanos de la que muchos quieren escapar porque es una patria sin atractivo, sin ilusiones comunes y sin orgullo.
La "guerra de los chorizos" es un espectáculo deprimente que degrada a todos los españoles, aunque nos guste contemplarlo. En lugar de esa visión degradante, los españoles deberíamos contemplar la "Guerra contra los chorizos", que es diferente y que sería ver desfilar ante los tribunales al grueso de la clase política española, con sus miles de saqueadores y políticos enriquecidos sin que puedan explicar el origen de sus bienes, tipejos de izquierda y de derecha, nacionalistas y comunistas, liberales y sinvergüenzas, de todos los colores y tendencias, unidos por el común denominador del abuso y la corrupción. Son tipos habituados a conceder contratos y subvenciones a cambio de mordidas, gente irresponsable que ha construido un Estado inmenso y tan poblado de enchufados y amigos que nadie puede financiar ese monstruo.
Esa clase dirigente española que ha antepuesto mil veces sus propios intereses al bien común, indecorosa, sospechosa y cien veces culpable, es la que nos ha construido, desde el poder, un país sin justicia, decencia ni grandeza, endeudado, despilfarrador y corrupto, del que uno siente muchas veces ganas de huir. Esa clase política es la que merece sentarse en el banquillo con todas las cámaras conectadas, ofreciendo al ciudadano español el espectáculo regenerador y justo que se merece contemplar.
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