Una de las mentiras más repetidas e insultantes de los políticos andaluces en el poder es la que asegura que en Andalucía se disfruta de una gran calidad de vida. Lo repiten hasta la saciedad y han logrado que esa parte importante de la sociedad que está sometida y atontada les crea. La verdad es muy diferente: de todos los parámetros que miden la calidad de vida en el mundo, Andalucía sólo supera con creces uno, el del clima, precisamente el que no depende de sus gobernantes.
La Andalucía amarga que ha sido esclavizada por los políticos está llena de incultos, paletos, vagos, maleantes y folclóricos. Gobernados por políticos catetos y de segundo nivel intelectual y ético, que han institucionalizado la indecencia, la irresponsabilidad y el mangoneo, muchos andaluces se mueven en la indolencia, la indecencia y cerca del analfabetismo integral, sin conocimiento alguno de la responsabilidad, el libre albedrío y el respeto, sin apreciar otros placeres que la juerga y los espectáculos de masas que se escenifican en semanas santas, ferias, romerías, carnavales y otras fiestas mimadas desde el poder.
La felicidad de muchos andaluces es ficticia y es más propia de esclavos que de hombres y mujeres libres. Muchos de los que viven en el cortijo andaluz se sienten felices porque están vivos, porque comen o porque tienen un sitio donde dormir, ignorando que tienen derecho a eso y a mucho más.
Un pueblo que desconoce el esfuerzo, la seguridad en las calles, la igualdad de oportunidades, la educación de calidad, la justicia y un ambiente positivo y decente donde puedan crecer sus hijos, al que la vida le depara, con altas posibilidades, el desempleo, la pobreza y la sumisión a dirigentes que viven atiborrados de privilegios y de ventajas, no puede sentirse feliz, salvo que haya sido previamente domesticado y engañado desde el poder.
En amplias zonas de la población andaluza se admira más al ladrón y al delincuente que a la policía y se sueña con poder disfrutar de parecidos privilegios y ventajas que los políticos, a los que esas masas, más envilecidas de los que ellos mismos creen, admiran y se someten, sin ni siquiera considerar que muchas veces son corruptos y antidemocráticos, merecedores de cárcel.
Carecen de rebeldía y sólo sienten irritaciones pasajeras y envidia cuando no reciben las habituales limosnas del poder. Las masas andaluzas, eficazmente envilecidas desde la cúspide de la sociedad, están plagadas de cobardes, incapaces de defender sus derechos, constantemente atropellados.
Recientemente, un lector de Voto en Blanco describía así la tantas veces alabada "calidad de vida" andaluza:
"No hace mucho, un cuñado mío, andaluz jerezano, en la sobremesa de una comida preparada en un chalet de una urbanización playera de lujo de El Puerto de Santa María, y en el sopor de los licores finales me decía que "hay que reconocer que aquí hay calidad de vida". Su hijo, socialista, empleado a dedo para mostrar fosas de la guerra; su hija, contratada a dedo en centros sociales. Creo que se refería al clima y a su entorno social. Le respondí que para mí la calidad de vida es disponer de buenas perspectivas de trabajo y formación para mis hijos, de asistencia sanitaria, y de entorno digo y exento de atracos y drogas. El clima me preocupaba un comino. Hoy, su hijo ya le han dicho que va a paro: otros de su cuerda exigen ocupar su puesto antes de que gane el PP. Y su hija ya está en el paro por el mismo motivo: y viene a Madrid para buscar futuro profesional. A mi cuñada le han intentado tironear del bolso y resultó gravemente herida."
Hay millones de andaluces que ignoran que la calidad de vida, en el resto del mundo, no se mide por hechos como la juerga, la fiesta o salir de copas, sino por la calidad del transporte, educación de calidad para los hijos, igualdad de oportunidades, trabajo digno disponible, salarios decentes, seguridad en las calles, ausencia de drogas, respeto al medio ambiente, urbanismo de calidad, justicia igual para todos, respeto mutuo, buenas maneras, vigencia de los valores fundamentales, democracia, cultura, sanidad y una serie de servicios básicos prestados por el gobierno, a cambio de impuestos que no sean abusivos y gestión pública en manos de políticos eficaces y alejados de "vicios" tan andaluces como la corrupción, el amiguismo, el nopotismo, la arbitrariedad y otros muchos.
La verdad cruda es que Andalucía, del mismo modo que está en la cola de Europa en trabajo, economía, educación y prosperidad, también lo está en calidad de vida. Sus ciudadanos, mal gobernados por personas que rara vez merecen admiración y respeto, viven en un lodazal, aunque lo ignoren.
La Andalucía amarga que ha sido esclavizada por los políticos está llena de incultos, paletos, vagos, maleantes y folclóricos. Gobernados por políticos catetos y de segundo nivel intelectual y ético, que han institucionalizado la indecencia, la irresponsabilidad y el mangoneo, muchos andaluces se mueven en la indolencia, la indecencia y cerca del analfabetismo integral, sin conocimiento alguno de la responsabilidad, el libre albedrío y el respeto, sin apreciar otros placeres que la juerga y los espectáculos de masas que se escenifican en semanas santas, ferias, romerías, carnavales y otras fiestas mimadas desde el poder.
La felicidad de muchos andaluces es ficticia y es más propia de esclavos que de hombres y mujeres libres. Muchos de los que viven en el cortijo andaluz se sienten felices porque están vivos, porque comen o porque tienen un sitio donde dormir, ignorando que tienen derecho a eso y a mucho más.
Un pueblo que desconoce el esfuerzo, la seguridad en las calles, la igualdad de oportunidades, la educación de calidad, la justicia y un ambiente positivo y decente donde puedan crecer sus hijos, al que la vida le depara, con altas posibilidades, el desempleo, la pobreza y la sumisión a dirigentes que viven atiborrados de privilegios y de ventajas, no puede sentirse feliz, salvo que haya sido previamente domesticado y engañado desde el poder.
En amplias zonas de la población andaluza se admira más al ladrón y al delincuente que a la policía y se sueña con poder disfrutar de parecidos privilegios y ventajas que los políticos, a los que esas masas, más envilecidas de los que ellos mismos creen, admiran y se someten, sin ni siquiera considerar que muchas veces son corruptos y antidemocráticos, merecedores de cárcel.
Carecen de rebeldía y sólo sienten irritaciones pasajeras y envidia cuando no reciben las habituales limosnas del poder. Las masas andaluzas, eficazmente envilecidas desde la cúspide de la sociedad, están plagadas de cobardes, incapaces de defender sus derechos, constantemente atropellados.
Recientemente, un lector de Voto en Blanco describía así la tantas veces alabada "calidad de vida" andaluza:
"No hace mucho, un cuñado mío, andaluz jerezano, en la sobremesa de una comida preparada en un chalet de una urbanización playera de lujo de El Puerto de Santa María, y en el sopor de los licores finales me decía que "hay que reconocer que aquí hay calidad de vida". Su hijo, socialista, empleado a dedo para mostrar fosas de la guerra; su hija, contratada a dedo en centros sociales. Creo que se refería al clima y a su entorno social. Le respondí que para mí la calidad de vida es disponer de buenas perspectivas de trabajo y formación para mis hijos, de asistencia sanitaria, y de entorno digo y exento de atracos y drogas. El clima me preocupaba un comino. Hoy, su hijo ya le han dicho que va a paro: otros de su cuerda exigen ocupar su puesto antes de que gane el PP. Y su hija ya está en el paro por el mismo motivo: y viene a Madrid para buscar futuro profesional. A mi cuñada le han intentado tironear del bolso y resultó gravemente herida."
Hay millones de andaluces que ignoran que la calidad de vida, en el resto del mundo, no se mide por hechos como la juerga, la fiesta o salir de copas, sino por la calidad del transporte, educación de calidad para los hijos, igualdad de oportunidades, trabajo digno disponible, salarios decentes, seguridad en las calles, ausencia de drogas, respeto al medio ambiente, urbanismo de calidad, justicia igual para todos, respeto mutuo, buenas maneras, vigencia de los valores fundamentales, democracia, cultura, sanidad y una serie de servicios básicos prestados por el gobierno, a cambio de impuestos que no sean abusivos y gestión pública en manos de políticos eficaces y alejados de "vicios" tan andaluces como la corrupción, el amiguismo, el nopotismo, la arbitrariedad y otros muchos.
La verdad cruda es que Andalucía, del mismo modo que está en la cola de Europa en trabajo, economía, educación y prosperidad, también lo está en calidad de vida. Sus ciudadanos, mal gobernados por personas que rara vez merecen admiración y respeto, viven en un lodazal, aunque lo ignoren.
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