En el nuevo siglo XXI, el ser humano descubrió pronto que los únicos malos no eran los soviéticos totalitarios y sus aliados y que el llamado "Mundo Libre" escondía profundos vicios y suciedades intolerables.
El atentado contra las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001, fue ya un acontecimiento pleno del nuevo siglo que conmovió al mundo y que indicaba que la esperada paz era un espejismo porque el mundo abrazaba una nueva guerra, ahora contra el terrorismo, un enemigo invisible y capaz de provocar miedo a gran escala.
El siglo XXI trajo frustración e inseguridad ciudadana, no sólo por el auge del terrorismo, sino porque la gran esperanza de que la derrota del comunismo abriría una etapa de paz y de justicia mundial quedó pronto hecha añicos. Muchas exigencias de la justicia y del progreso, como la defensa de los derechos fundamentales y la lucha contra el hambre y la desigualdad, habían quedado aplazadas por los planteamientos de la Guerra Fría, pero, ante el estupor de los ciudadanos, fueron postergadas de nuevo por la nueva guerra antiterrorista.
Al caer el muro, muchos occidentales comprobaron con sorpresa que la democracia victoriosa era mas falsa que auténtica y que debajo de la propaganda había toneladas de basura oculta, con forma de corrupción, abuso de poder, antidemocracia, ansias de cargos, saqueo del Estado y apropiación indebida de los privilegios y ventajas.
Muchos vieron detrás de aquel resurgimiento de la tensión y la violencia el deseo oculto de los poderosos de mantener a la población bajo el miedo para justificar sus poderes y dominios. El poder se hizo arrogante y se aisló aceleradamente, separándose del ciudadano y convirtiéndose en una especie de casta privilegiada.
Aquel proceso de separación entre poderosos y débiles, entre los que mandan y los que obedecen, era el primer reflejo de la gran crisis del siglo: la lucha que enfrenta a los ciudadanos con sus dirigentes y con una democracia que, al no tener que medirse cada día con el comunismo, exhibía sin pudor sus carencias y abusos, mostrando un desconocido rostro de crueldad, abuso y corrupción. Era evidente que la Guerra Fría había tapado las miserias del bando occidental, el vencedor, que ahora surgían con todo descaro ante una ciudadanía decepcionada, minusvalorada y asustada.
Las mentes más lúcidas y los ciudadanos con alma luchadora pronto se dieron cuenta de que había llegado la hora de que el ciudadano recuperase el control de la situación porque los políticos, protagonistas indiscutibles de un siglo XX desastroso y sangriento, habían demostrado hasta la saciedad que no estaban a la altura de la Historia, ni capacitados para liderar a los humanos en tiempos tan complejos. Resultaba obvio que la política es algo demasiado importante para dejarla en manos de los políticos y que la "casta" que monopoliza el poder, tras expulsar al ciudadano y apropiarse del Estado, que dejó de ser "de todos", es una plaga indecente, digna de oprobio y merecedora de las cloacas.
El derribo del Muro de Berlín, denominado oficialmente por la socialista República Democrática Alemana – (RDA) como «Muro de Protección Antifascista», fue el pistoletazo de salida para que el ciudadano se enfrentara a los que monopolizan el Estado tras haber secuestrado la democracia.
Hoy celebramos no solo el 25 aniversario de la caída del Muro, sino también el primer cuarto de siglo de lucha contra el abuso de poder y contra el bastardo y antidemocrático dominio de la casta política y de sus aliados sobre un ciudadano que ha sido marginado, maltratado y subyugado por el poder, reducido a ser testigo del acontecer, nunca protagonista, cuyas únicas misiones reconocidas son obedecer, pagar impuestos y sobrevivir como gente despojada de derechos y libertades en un mundo que no controlan y que les ha sido arrebatado.
Los poderosos de Occidente justificaron su dominio, durante la Guerra Fría, en el hecho de que nuestro mundo se enfrentaba al poder comunista en una guerra que podía estallar cualquier día, con miles de ojivas nucleares cruzando los cielos. Pero una vez desaparecido aquel peligro, ya sin excusas creibles, los poderosos mantuvieron su dominio con descaro y abuso manifiesto, exhibiendo un poder y un dominio que es intolerable desde la optica democrática y que no debe ser admitido por los hombres y mujeres libres.
La verdad es que el viejo Muro de Berlín ha sido sustituido por otro Muro, ahora menos visible, que separa a los ciudadanos del poder, de las decisiones y del autogobierno, un muro defendido, como el antiguo, por policías y balas. Del mismo modo que muchas personas murieron en el intento de superar la dura vigilancia de los guardias fronterizos de la RDA, cuando se dirigían al sector occidental, muchos caerán y caen ya en la nueva lucha por atravesar el nuevo muro de la ignominia, para penetrar en una democracia verdadera y construir una sociedad mas justa y decente.
El atentado contra las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001, fue ya un acontecimiento pleno del nuevo siglo que conmovió al mundo y que indicaba que la esperada paz era un espejismo porque el mundo abrazaba una nueva guerra, ahora contra el terrorismo, un enemigo invisible y capaz de provocar miedo a gran escala.
El siglo XXI trajo frustración e inseguridad ciudadana, no sólo por el auge del terrorismo, sino porque la gran esperanza de que la derrota del comunismo abriría una etapa de paz y de justicia mundial quedó pronto hecha añicos. Muchas exigencias de la justicia y del progreso, como la defensa de los derechos fundamentales y la lucha contra el hambre y la desigualdad, habían quedado aplazadas por los planteamientos de la Guerra Fría, pero, ante el estupor de los ciudadanos, fueron postergadas de nuevo por la nueva guerra antiterrorista.
Al caer el muro, muchos occidentales comprobaron con sorpresa que la democracia victoriosa era mas falsa que auténtica y que debajo de la propaganda había toneladas de basura oculta, con forma de corrupción, abuso de poder, antidemocracia, ansias de cargos, saqueo del Estado y apropiación indebida de los privilegios y ventajas.
Muchos vieron detrás de aquel resurgimiento de la tensión y la violencia el deseo oculto de los poderosos de mantener a la población bajo el miedo para justificar sus poderes y dominios. El poder se hizo arrogante y se aisló aceleradamente, separándose del ciudadano y convirtiéndose en una especie de casta privilegiada.
Aquel proceso de separación entre poderosos y débiles, entre los que mandan y los que obedecen, era el primer reflejo de la gran crisis del siglo: la lucha que enfrenta a los ciudadanos con sus dirigentes y con una democracia que, al no tener que medirse cada día con el comunismo, exhibía sin pudor sus carencias y abusos, mostrando un desconocido rostro de crueldad, abuso y corrupción. Era evidente que la Guerra Fría había tapado las miserias del bando occidental, el vencedor, que ahora surgían con todo descaro ante una ciudadanía decepcionada, minusvalorada y asustada.
Las mentes más lúcidas y los ciudadanos con alma luchadora pronto se dieron cuenta de que había llegado la hora de que el ciudadano recuperase el control de la situación porque los políticos, protagonistas indiscutibles de un siglo XX desastroso y sangriento, habían demostrado hasta la saciedad que no estaban a la altura de la Historia, ni capacitados para liderar a los humanos en tiempos tan complejos. Resultaba obvio que la política es algo demasiado importante para dejarla en manos de los políticos y que la "casta" que monopoliza el poder, tras expulsar al ciudadano y apropiarse del Estado, que dejó de ser "de todos", es una plaga indecente, digna de oprobio y merecedora de las cloacas.
El derribo del Muro de Berlín, denominado oficialmente por la socialista República Democrática Alemana – (RDA) como «Muro de Protección Antifascista», fue el pistoletazo de salida para que el ciudadano se enfrentara a los que monopolizan el Estado tras haber secuestrado la democracia.
Hoy celebramos no solo el 25 aniversario de la caída del Muro, sino también el primer cuarto de siglo de lucha contra el abuso de poder y contra el bastardo y antidemocrático dominio de la casta política y de sus aliados sobre un ciudadano que ha sido marginado, maltratado y subyugado por el poder, reducido a ser testigo del acontecer, nunca protagonista, cuyas únicas misiones reconocidas son obedecer, pagar impuestos y sobrevivir como gente despojada de derechos y libertades en un mundo que no controlan y que les ha sido arrebatado.
Los poderosos de Occidente justificaron su dominio, durante la Guerra Fría, en el hecho de que nuestro mundo se enfrentaba al poder comunista en una guerra que podía estallar cualquier día, con miles de ojivas nucleares cruzando los cielos. Pero una vez desaparecido aquel peligro, ya sin excusas creibles, los poderosos mantuvieron su dominio con descaro y abuso manifiesto, exhibiendo un poder y un dominio que es intolerable desde la optica democrática y que no debe ser admitido por los hombres y mujeres libres.
La verdad es que el viejo Muro de Berlín ha sido sustituido por otro Muro, ahora menos visible, que separa a los ciudadanos del poder, de las decisiones y del autogobierno, un muro defendido, como el antiguo, por policías y balas. Del mismo modo que muchas personas murieron en el intento de superar la dura vigilancia de los guardias fronterizos de la RDA, cuando se dirigían al sector occidental, muchos caerán y caen ya en la nueva lucha por atravesar el nuevo muro de la ignominia, para penetrar en una democracia verdadera y construir una sociedad mas justa y decente.
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