Contrariamente a lo que muchos creen, la abstención, incluso cuando es mayoritaria, no hace daño al sistema. Los partidos políticos, dan por aceptable abstenciones superiores al 50 e, incluso, al 60 por ciento y están dispuestos a repartirse los escaños como si hubieran sido votados por la mayoría de los ciudadanos. Frente a la abstención, los políticos han desarrollado poderosas defensas y argumentos que hablan del desinterés de los ciudadanos, de la apatía o de la rabia temporal provocada por la crisis. Todo menos asumir que la abstención ciudadana masiva es una forma de rechazo que deslegitima las democracias degradadas y al poder mismo.
Es tan poco dañina la abstención que algunos partidos han encargado a sus agentes que intervienen en los foros y tribunas de Internet, que la propaguen, convencidos de que así neutralizan lo que de verdad temen, que es el voto a formaciones nuevas que les desplacen del poder.
Lo importante para los partidos políticos, que son, por encima de todo, maquinarias de poder, es el porcentaje que obtienen de votos útiles. Con el 40 por ciento de los votos emitidos, aunque hayan sido pocos los votantes, ellos se llevan el mismo número de escaños que si la votación hubiera sido masiva. Es una desvergüenza, pero así funcionan los sistemas degradados.
Las últimas citas electorales en muchos países del mundo han visto como la abstención sube, en algunos casos, como en Chile, de manera dramática, sin que esa merma de votos, claro signo del rechazo a los políticos y del desprestigio a la política, haya mermado ni un ápice la euforia de los ganadores ante el reparto de escaños y de poder.
Conservo algunos amigos inportantes en la política, aunque muchos menos que antes de ser un crítico mordaz e implacable de "la casta". Uno de ellos me explicaba recientemente como en su partido no solo no le temen a la abstención masiva sino que la estimulan como única forma de restar votos a los adversarios. "Los nuestros nos van a votar siempre, pero a los demás la abstención les lleva a la ruina", me dijo, reflejando así una realidad tan cruda como indecente.
A varios de mis amigos, pertenecientes a grandes partidos, les consta que sus agentes en Internet tienen el encargo de no combatir la abstención y, en algunos casos, estimularla. El grueso de la artillería de esos "trolls" a sueldo y al servicio de la vileza política se concentra en desprestigiar al adversario y, sobre todo a las nuevas formaciones que nacen, a las que se procura por todos los medios que lleguen desprestigiadas y bajo sospecha a las urnas.
El PP de Rajoy es el que mas fe deposita en la abstención y el que mas la estimula como fórmula para ganar las próximas elecciones. Están firmemente convencidos de que un gran aumento de la abstención, unido a la repetición del "mantra" de que la economía mejora les llevará a obtener una nueva victoria electoral y a sepultar al PSOE, partido al que prefieren como adversario único porque está tan deteriorado que lo consideran "bajo control".
Pocas imágenes reflejan la baja calidad y hasta la vileza de la democracia moderna como la euforia que exhibió la flamante presidenta de Chile, Michele Bachelet, que habló de victoria "aplastante" a pesar de que menos de la mitad del censo acudió a las urnas, lo que significó que ella fue elevada hasta la presidencia por menos de un tercio de los ciudadanos.
En España, muchos demócratas de buena voluntad, confundidos, estimulan la abstención como la forma mas eficaz de hundir a la casta. Ellos defienden la tesis de que absteniéndose no participan en el obsceno y trucado juego electoral ni tienen responsabilidad directa en la voladura de España, que perpetran los políticos, sean del color que sean. Sin saberlo, coinciden con muchos trolls a sueldo del poder y le hacen el juego a una clase política que ha perdido la vergüenza, que carece de grandeza y a la que le da lo mismo alcanzar el gobierno subida sobre doce que sobre seis millones de votos.
Es tan poco dañina la abstención que algunos partidos han encargado a sus agentes que intervienen en los foros y tribunas de Internet, que la propaguen, convencidos de que así neutralizan lo que de verdad temen, que es el voto a formaciones nuevas que les desplacen del poder.
Lo importante para los partidos políticos, que son, por encima de todo, maquinarias de poder, es el porcentaje que obtienen de votos útiles. Con el 40 por ciento de los votos emitidos, aunque hayan sido pocos los votantes, ellos se llevan el mismo número de escaños que si la votación hubiera sido masiva. Es una desvergüenza, pero así funcionan los sistemas degradados.
Las últimas citas electorales en muchos países del mundo han visto como la abstención sube, en algunos casos, como en Chile, de manera dramática, sin que esa merma de votos, claro signo del rechazo a los políticos y del desprestigio a la política, haya mermado ni un ápice la euforia de los ganadores ante el reparto de escaños y de poder.
Conservo algunos amigos inportantes en la política, aunque muchos menos que antes de ser un crítico mordaz e implacable de "la casta". Uno de ellos me explicaba recientemente como en su partido no solo no le temen a la abstención masiva sino que la estimulan como única forma de restar votos a los adversarios. "Los nuestros nos van a votar siempre, pero a los demás la abstención les lleva a la ruina", me dijo, reflejando así una realidad tan cruda como indecente.
A varios de mis amigos, pertenecientes a grandes partidos, les consta que sus agentes en Internet tienen el encargo de no combatir la abstención y, en algunos casos, estimularla. El grueso de la artillería de esos "trolls" a sueldo y al servicio de la vileza política se concentra en desprestigiar al adversario y, sobre todo a las nuevas formaciones que nacen, a las que se procura por todos los medios que lleguen desprestigiadas y bajo sospecha a las urnas.
El PP de Rajoy es el que mas fe deposita en la abstención y el que mas la estimula como fórmula para ganar las próximas elecciones. Están firmemente convencidos de que un gran aumento de la abstención, unido a la repetición del "mantra" de que la economía mejora les llevará a obtener una nueva victoria electoral y a sepultar al PSOE, partido al que prefieren como adversario único porque está tan deteriorado que lo consideran "bajo control".
Pocas imágenes reflejan la baja calidad y hasta la vileza de la democracia moderna como la euforia que exhibió la flamante presidenta de Chile, Michele Bachelet, que habló de victoria "aplastante" a pesar de que menos de la mitad del censo acudió a las urnas, lo que significó que ella fue elevada hasta la presidencia por menos de un tercio de los ciudadanos.
En España, muchos demócratas de buena voluntad, confundidos, estimulan la abstención como la forma mas eficaz de hundir a la casta. Ellos defienden la tesis de que absteniéndose no participan en el obsceno y trucado juego electoral ni tienen responsabilidad directa en la voladura de España, que perpetran los políticos, sean del color que sean. Sin saberlo, coinciden con muchos trolls a sueldo del poder y le hacen el juego a una clase política que ha perdido la vergüenza, que carece de grandeza y a la que le da lo mismo alcanzar el gobierno subida sobre doce que sobre seis millones de votos.
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