El diccionario Oxford analiza los términos más utilizados durante los doce meses anteriores y selecciona la palabra del año. En 2016 la escogida ha sido la "post-verdad". El "post-truth" lleva más de diez años de utlizándose, pero ahora está en lo más alto. Oficialmente, el término se refiere a las “circunstancias en las que los hechos objetivos tienen menor influencia en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”. En política es donde más se utiliza y su significado es algo complejo, pero puede resumirse afirmando que la verdad se esconde y que ya creemos más en los cuentos, mentiras y opiniones que en los hechos y en esa verdad descarnada que nadie encuentra.
De tanto mentir, tergiversar y confundir han conseguido que la verdad desaparezca. Nunca se ha mentido tanto como ahora a lo largo de la Historia, sobre todo desde el poder. Antes, la mentira tenía un precio, pero ahora es impune. La mentira ha contaminado al mundo de hoy partiendo de los palacios y ministerios del poder, descendiendo desde las alturas a la base e impregnando con su suciedad la información, la política, la cultura y la vida misma.
Creíamos que caminábamos hacia la "sociedad informada" y resulta que íbamos hacia la "sociedad desinformada". Los poderosos se han atiborrado de poder y de descaro y se sienten lo bastante seguros para mentir sin pagar precio alguno. En los tiempos primitivos, los faraones y los reyes de Sumeria, Babilonia o Persia pagaban un alto precio por mentir, incluso con la vida, pero los dirigentes de hoy no es que mientan sino que viven constantemente en la mentira.
A ese repugnante revoltijo de falsedad le llaman "post-verdad", una palabra de moda cuya mejor definición quizás sea "el reino de la mentira", pero que quiere expresar también que la verdad ya no es reconocible, ni fiable, de tanto ser violada, vejada y manoseada por gente sin ética ni escrúpulos.
La palabra está tan de moda que su búsqueda en Google Noticias arroja 60 millones de resultados de artículos usando esa palabra, incluyendo una carátula en septiembre de la revista The Economist sobre Donald Trump titulada ‘La política de la post-verdad: el arte de la mentira’.
Las recientes elecciones en Estados Unidos demostraron la efectividad y el poder de la post verdad. Trump -y en menor medida Clinton- protagonizaron una campaña cuyo eje fueron las desinformaciones, confusiones, mentiras, medias verdades, filtraciones y la manipulación de los ciudadanos y de los medios.
Los romores volaban como una lluvia de meteoros y las redes sociales eran un hervidero de noticias falsas y acusaciones de todo tipo. El resultado es evidente: nadie sabe cómo y por qué ganó Trump, si los rusos influyeron o no, si hubo intención de influir con la filtración de los correos de Hillary, si las agencias de seguridad tomaron partido, quién y por qué se filtró el mal estado de salud de Clinton e incluso si hubo o no hubo fraude en los recuentos de votos populares. El panorama es típico de la terrible post-verdad.
Es evidente que nos hemos metido de lleno en un mundo carente de verdad, altamente peligroso. La gente está harta de los "expertos" y ya no se cree nada, sobre todo lo que llega desde el poder. Antes, una confirmación o un desmentido proporcionaban certeza, pero hoy tienen el efecto contrario: "Si lo niegan es porque será verdad".
Los ciudadanos están aprendiendo cerrar los oídos a todo lo que provenga de la autoridad, a fiarse de sus sentimientos e impulsos y a leer mas su corazón que su mente. La consecuencia es visible y elocuente: las encuestas no son fiables y los pronósticos fallan, mientras los ciudadanos se dedican a castigar a los gobiernos en las urnas y a votar justo lo contrario de lo que quieren los poderosos.
Los gobiernos actuales han conseguido algo que parecía imposible: superar a los viejos totalitarismos del siglo XX, bolcheviques, nazis y fascistas, en la fabricación de mentiras y engaños. El nuestro es ya un mundo desquiciado donde el liderazgo se ha desvinculado de todo lo que tenía en el pasado: verdad, virtud, valor y nobleza, sustituyéndolo por mentiras, corrupción, cobardía y bajeza.
El mundo que nos están construyendo nuestros líderes es cada día más resbaladizo, inseguro y peligroso. Al carecer de certezas, la gente no sabe donde está el bien y donde el mal, ni qué camino es el correcto o de quien fiarse, un caos nebuloso que se parece mucho a los prolegómenos del Apocalipsis que describió el evangelista San Juan.
Es un mundo en equilibrio frágil sin verdad, donde nadie se fía de nadie, en el que es posible todo, incluso que un día, de manera inesperada, las ojivas nucleares describan sus pavorosas elipsis en los cielos de este mundo agónico.
Francisco Rubiales
De tanto mentir, tergiversar y confundir han conseguido que la verdad desaparezca. Nunca se ha mentido tanto como ahora a lo largo de la Historia, sobre todo desde el poder. Antes, la mentira tenía un precio, pero ahora es impune. La mentira ha contaminado al mundo de hoy partiendo de los palacios y ministerios del poder, descendiendo desde las alturas a la base e impregnando con su suciedad la información, la política, la cultura y la vida misma.
Creíamos que caminábamos hacia la "sociedad informada" y resulta que íbamos hacia la "sociedad desinformada". Los poderosos se han atiborrado de poder y de descaro y se sienten lo bastante seguros para mentir sin pagar precio alguno. En los tiempos primitivos, los faraones y los reyes de Sumeria, Babilonia o Persia pagaban un alto precio por mentir, incluso con la vida, pero los dirigentes de hoy no es que mientan sino que viven constantemente en la mentira.
A ese repugnante revoltijo de falsedad le llaman "post-verdad", una palabra de moda cuya mejor definición quizás sea "el reino de la mentira", pero que quiere expresar también que la verdad ya no es reconocible, ni fiable, de tanto ser violada, vejada y manoseada por gente sin ética ni escrúpulos.
La palabra está tan de moda que su búsqueda en Google Noticias arroja 60 millones de resultados de artículos usando esa palabra, incluyendo una carátula en septiembre de la revista The Economist sobre Donald Trump titulada ‘La política de la post-verdad: el arte de la mentira’.
Las recientes elecciones en Estados Unidos demostraron la efectividad y el poder de la post verdad. Trump -y en menor medida Clinton- protagonizaron una campaña cuyo eje fueron las desinformaciones, confusiones, mentiras, medias verdades, filtraciones y la manipulación de los ciudadanos y de los medios.
Los romores volaban como una lluvia de meteoros y las redes sociales eran un hervidero de noticias falsas y acusaciones de todo tipo. El resultado es evidente: nadie sabe cómo y por qué ganó Trump, si los rusos influyeron o no, si hubo intención de influir con la filtración de los correos de Hillary, si las agencias de seguridad tomaron partido, quién y por qué se filtró el mal estado de salud de Clinton e incluso si hubo o no hubo fraude en los recuentos de votos populares. El panorama es típico de la terrible post-verdad.
Es evidente que nos hemos metido de lleno en un mundo carente de verdad, altamente peligroso. La gente está harta de los "expertos" y ya no se cree nada, sobre todo lo que llega desde el poder. Antes, una confirmación o un desmentido proporcionaban certeza, pero hoy tienen el efecto contrario: "Si lo niegan es porque será verdad".
Los ciudadanos están aprendiendo cerrar los oídos a todo lo que provenga de la autoridad, a fiarse de sus sentimientos e impulsos y a leer mas su corazón que su mente. La consecuencia es visible y elocuente: las encuestas no son fiables y los pronósticos fallan, mientras los ciudadanos se dedican a castigar a los gobiernos en las urnas y a votar justo lo contrario de lo que quieren los poderosos.
Los gobiernos actuales han conseguido algo que parecía imposible: superar a los viejos totalitarismos del siglo XX, bolcheviques, nazis y fascistas, en la fabricación de mentiras y engaños. El nuestro es ya un mundo desquiciado donde el liderazgo se ha desvinculado de todo lo que tenía en el pasado: verdad, virtud, valor y nobleza, sustituyéndolo por mentiras, corrupción, cobardía y bajeza.
El mundo que nos están construyendo nuestros líderes es cada día más resbaladizo, inseguro y peligroso. Al carecer de certezas, la gente no sabe donde está el bien y donde el mal, ni qué camino es el correcto o de quien fiarse, un caos nebuloso que se parece mucho a los prolegómenos del Apocalipsis que describió el evangelista San Juan.
Es un mundo en equilibrio frágil sin verdad, donde nadie se fía de nadie, en el que es posible todo, incluso que un día, de manera inesperada, las ojivas nucleares describan sus pavorosas elipsis en los cielos de este mundo agónico.
Francisco Rubiales
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