La mejor propaganda imaginable para la Iglesia Católica ha sido la oportunidad que se le ha proporcionado a la sociedad española de comparar el optimismo, la alegría y el comportamiento cívico y positivo de los jóvenes católicos que han invadido Madrid con motivo de la visita del papa con la actitud violenta, intolerante y totalitaria de los jóvenes "progres" de esa izquierda ha que se autoproclama indignada, pero que reclama más Estado, más gobierno y menos libertades ciudadanas. Los violentos han agredido a los pacíficos, han pretendido humillarlos y los han condenado a priori, como hicieron Dioclesiano y otros emperadores romanos, sólo por proclamar en público una fe y unos ideales que son diametralmente opuestos a los adora el laicismo violento.
La comparación beneficia con creces a los jóvenes católicos y deja a las fuerzas "progres" laicistas como perdedoras, situadas en el lugar oscuro que les corresponde como intolerantes, totalitarias y furiosamente anticristianas.
Con el apoyo camuflado del gobierno de Zapatero y de Izquierda Unida y con los medios de comunicación "progres" y sometidos actuando como altavoces, algunos "indignados" violentos han querido humillar y acosar a los jóvenes católicos congregados en Madrid con motivo de la visita del papa y de las Jornada Mundial de la Juventud, un acontecimiento que ha congregado en Madrid casi 1.5 millones de jóvenes.
Inexplicablemente, el gobierno de Zapatero permitió que los anticatólicos "progres" coincidieran en la Puerta del Sol, a la misma hora, con un grupo de jóvenes católicos que tenían reservado y autorizado ese espacio desde hacía meses. El objetivo oculto quizás fuera provocar una confrontación que desluciera la visita del papa y la exhibición de civismo, alegría y buen comportamiento de los jóvenes "papistas", como les llaman los feroces laicistas de la izquierda española, pero el tiro les salió por la culata y la confrontación puso en evidencia la inferioridad moral y cívica de los violentos politizados frente a esa juventud con valores que mira al papa y a los valores cristianos con admiración y respeto.
Uno de los argumentos preferidos de los indignados contra los católicos es el del coste de la visita papal, una mentira rebatida con números y datos por numerosos portavoces autorizados, incluso gubernamentales, que han puesto de manifiesto la riqueza que representa la visita a Madrid de un millón y medio de jóvenes de todo el mundo, la activación de la economía que esa marea humana representa y la enorme riqueza promocional que las imágenes de la visita papal representan para Madrid y España.
La "derrota" moral del laicismo violento frente a los pacíficos y optimistas jóvenes católicos ha sido amplísima y tendrá grandes consecuencias en el futuro, religiosas y políticas. La gente ha visto con sus propios ojos que el gobierno está interesado en propagar una cultura anticristiana violenta, quizás porque le tiene miedo a la gente que piensa con libertad y tiene sus propias ideas. Gran parte de la sociedad española se ha dado cuanta, con imágenes que valen más que mil palabras, que esos laicistas apoyados por el "Zapaterismo" desde la trastienda son masas ajenas a los valores que esconden una violencia y una intolerancia enfermizas.
La comparación beneficia con creces a los jóvenes católicos y deja a las fuerzas "progres" laicistas como perdedoras, situadas en el lugar oscuro que les corresponde como intolerantes, totalitarias y furiosamente anticristianas.
Con el apoyo camuflado del gobierno de Zapatero y de Izquierda Unida y con los medios de comunicación "progres" y sometidos actuando como altavoces, algunos "indignados" violentos han querido humillar y acosar a los jóvenes católicos congregados en Madrid con motivo de la visita del papa y de las Jornada Mundial de la Juventud, un acontecimiento que ha congregado en Madrid casi 1.5 millones de jóvenes.
Inexplicablemente, el gobierno de Zapatero permitió que los anticatólicos "progres" coincidieran en la Puerta del Sol, a la misma hora, con un grupo de jóvenes católicos que tenían reservado y autorizado ese espacio desde hacía meses. El objetivo oculto quizás fuera provocar una confrontación que desluciera la visita del papa y la exhibición de civismo, alegría y buen comportamiento de los jóvenes "papistas", como les llaman los feroces laicistas de la izquierda española, pero el tiro les salió por la culata y la confrontación puso en evidencia la inferioridad moral y cívica de los violentos politizados frente a esa juventud con valores que mira al papa y a los valores cristianos con admiración y respeto.
Uno de los argumentos preferidos de los indignados contra los católicos es el del coste de la visita papal, una mentira rebatida con números y datos por numerosos portavoces autorizados, incluso gubernamentales, que han puesto de manifiesto la riqueza que representa la visita a Madrid de un millón y medio de jóvenes de todo el mundo, la activación de la economía que esa marea humana representa y la enorme riqueza promocional que las imágenes de la visita papal representan para Madrid y España.
La "derrota" moral del laicismo violento frente a los pacíficos y optimistas jóvenes católicos ha sido amplísima y tendrá grandes consecuencias en el futuro, religiosas y políticas. La gente ha visto con sus propios ojos que el gobierno está interesado en propagar una cultura anticristiana violenta, quizás porque le tiene miedo a la gente que piensa con libertad y tiene sus propias ideas. Gran parte de la sociedad española se ha dado cuanta, con imágenes que valen más que mil palabras, que esos laicistas apoyados por el "Zapaterismo" desde la trastienda son masas ajenas a los valores que esconden una violencia y una intolerancia enfermizas.
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