Si algo te da asco, no deberías apoyarlo. El asco debería ser incompatible con el voto, pero en España parece que no es así. Sentimos cada día más asco de los políticos y de sus partidos, especialmente del PP y del PSOE, por sus miserias, bajezas, corrupciones y desverguenzas, pero seguimos entregándoles nuestros votos en las urnas. Es toda una contradicción incomprensible, como muchas otras en esta España donde las víctimas aman a sus verdugos.
Algo anda mal porque lo lógico es que esos dos partidos, culpables sin duda de haber prostituido la democracia y de la corrupción, la desigualdad, la ruina y la tremenda injusticia que reinan en España, tengan pocos votos. Sin embargo, hay casi en torno a 14 millones de españoles que todavía los votan.
Hay una única explicación de ese drama aparentemente incomprensible: los españoles nos hemos embrutecido tanto durante las últimas décadas, gracias a un planificado y concienzudo trabajo de estímulo de la cobardía, el miedo y una pésima educación en nuestras escuelas y universidades, que ya no somos capaces de discernir entre el bien y el mal, entre quienes merecen el valioso voto que depositamos en las urnas y quienes no lo merecen.
Nos faltan la lucidez y la solvencia necesarias para votar con decoro, para elegir a los que tienen preparación y grandeza suficientes para sacar a la nación adelante.
Durante las últimas décadas, los partidos políticos se han ido idiotizando y el poder ha sido tomado por los más ineptos, mediocres y moralmente mas pobres. Hay muchos estudios y análisis que demuestran que los partidos políticos son hornos cerrados y endogámicos, sometidos al verticalismo y al capricho de los líderes, que sólo pueden producir en su seno a corruptos y mediocres dispuestos a hacer de la política una carrera, no un servicio.
En el país de los ciegos, el tuerto es el rey y Mariano Rajoy es mejor parlamentario que sus competidores y más hombre de Estado, a pesar de sus pavorosas mediocridades y carencias. Es la única explicación posible y lógica del drama español.
Ante la imposibilidad de elegir a los que valen, ausentes de la política, los ciudadanos votan lo que consideran menos malo, entregando su voto, voluntariamente y con la nariz tapada, a esos políticos-basura que después gobiernan nuestras vidas y que nos avergüenzan con sus corruptelas, delitos, abusos e iniquidades.
Si se analiza con precisión y calma, nuestro sistema es el reino de la basura.
Francisco Rubiales
Algo anda mal porque lo lógico es que esos dos partidos, culpables sin duda de haber prostituido la democracia y de la corrupción, la desigualdad, la ruina y la tremenda injusticia que reinan en España, tengan pocos votos. Sin embargo, hay casi en torno a 14 millones de españoles que todavía los votan.
Hay una única explicación de ese drama aparentemente incomprensible: los españoles nos hemos embrutecido tanto durante las últimas décadas, gracias a un planificado y concienzudo trabajo de estímulo de la cobardía, el miedo y una pésima educación en nuestras escuelas y universidades, que ya no somos capaces de discernir entre el bien y el mal, entre quienes merecen el valioso voto que depositamos en las urnas y quienes no lo merecen.
Nos faltan la lucidez y la solvencia necesarias para votar con decoro, para elegir a los que tienen preparación y grandeza suficientes para sacar a la nación adelante.
Durante las últimas décadas, los partidos políticos se han ido idiotizando y el poder ha sido tomado por los más ineptos, mediocres y moralmente mas pobres. Hay muchos estudios y análisis que demuestran que los partidos políticos son hornos cerrados y endogámicos, sometidos al verticalismo y al capricho de los líderes, que sólo pueden producir en su seno a corruptos y mediocres dispuestos a hacer de la política una carrera, no un servicio.
En el país de los ciegos, el tuerto es el rey y Mariano Rajoy es mejor parlamentario que sus competidores y más hombre de Estado, a pesar de sus pavorosas mediocridades y carencias. Es la única explicación posible y lógica del drama español.
Ante la imposibilidad de elegir a los que valen, ausentes de la política, los ciudadanos votan lo que consideran menos malo, entregando su voto, voluntariamente y con la nariz tapada, a esos políticos-basura que después gobiernan nuestras vidas y que nos avergüenzan con sus corruptelas, delitos, abusos e iniquidades.
Si se analiza con precisión y calma, nuestro sistema es el reino de la basura.
Francisco Rubiales
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