Organismos internacionales denuncian que la persecución cristiana en la actualidad continúa con saña y gran crueldad, en distintas partes del mundo. El Papa Francisco ha afirmado que la persecución en la actualidad es más cruel que la que se practicaba en la antigüedad. El Observatorio sobre la intolerancia y la discriminación religiosa advierte de la creciente persecución que sufren los cristianos en el mundo, incluyendo los países democráticos de Europa. Son el grupo religioso más golpeado y asediado por el fundamentalismo islámico y las leyes de los países en donde los cristianos son perseguidos no contemplan castigo alguno para los agresores, es más, muchos cristianos no denuncian los hechos por temor a represalias. Arrecia la persecución de cristianos en Oriente Medio, con brutalidad, en la India y en China, en África con terrible gravedad y, así, en Iberoamérica.
Lo que mueve los horrores es el odio, un infernal fuego que incendia la mente y el alma y aviva las sectas; es lo que llevó a Chávez a destruir Venezuela y además a rodearse de musulmanes en sus ministerios, lo que ha victimizado a Afganistán desde hace décadas, lo que provocó las matanzas de kurdos por los turcos a inicios del Siglo XX, la causa del Holocausto perpetrado por el nazismo (esa terrible variante del socialismo), lo que impide una salida humana al drama palestino y lo que continúa hundiendo a Libia. Las prédicas del odio fueron la causa de la guerra en los ochenta, lo que hizo retroceder a El Salvador cuarenta años en su desarrollo, causó setenta mil víctimas y continúa actuando.
A los horrores de sectores islámicos, caracterizados por conflictos sin término, matanzas indiscriminadas, secuestros masivos, como el de las colegialas en Sudán y los intentos de ejecutar actos terroristas en Occidente, se suma la persecución a los cristianos en toda esa vasta zona. Los conflictos entre las sectas no cesan, como lo atestiguan las carnicerías en Siria perpetradas por las fuerzas de Assad, con ciento treinta mil víctimas, una cifra espantosa, igual que las matanzas que bandas de yihadistas, entre ellas la del Boko Haram, cometen en África, para forzar la conversión de esos pueblos; la industria del terror prospera en países, que si bien no logran salir del Medievo en lo cultural y económico, se dedican en cambio a perfeccionar bombas diminutas para derribar aviones o atacar poblados indefensos. El horror de mayor gravedad fue el de la guerra entre Irán e Iraq poco después de que Jimmy Carter forzara la abdicación del Shah de Irán, rompiendo los equilibrios militares y políticos del Medio Oriente: casi tres millones de muertos, incluyendo los centenares de miles de adolescentes reclutados a la fuerza.
A este tenor, Gabriel Albiac, en excelente artículo (ABC 24-7-14), decía: “Voy siguiendo el genocidio de los cristianos en África, más aún con asombro que con horror. El asombro no está en África, está en la cristiana Europa, que asiste a esa matanza de cientos de miles de devotos de Cristo en África con la más solemne indiferencia. Algo hay de profundo odio a sí mismo en esta complacencia del europeo con la aniquilación de los pocos africanos en los cuales pudiera reconocer algo suyo. Por los mismos días en que media Europa exhibía, quejumbrosa, su disgusto ante el mal trato que da Israel a la banda de asesinos de Hamás que gobierna Gaza, en Mosul, que cayó en manos de radicales sunitas, se ha fundado el califato –IS- en Irak y en áreas enteras de Siria, donde los yihadistas dictaban sus primeras leyes, la más crucial de las cuales establecía que los cristianos quedaban proscritos en el territorio, se procedió a marcar con la N de nazara, “cristiano”, las puertas de los hogares caldeos y a confiscarlos; sus habitantes quedaban atrapados en una seca alternativa: conversión al islam o inmediato destierro.
Es difícil establecer cifras seguras; los cristianos llevan años ya huyendo de la zona, pero no es aventurado calcular en más de medio millón de personas –sin distinción de sexo ni edad- amenazadas de muerte por la resolución del “califa”. Y algo que hiela la sangre: todas esas buenas almas europeas (cristianas en su mayoría) que exhiben su escándalo, porque una guerra en Gaza produzca cientos de muertos y que ni siquiera alcanzan a preguntarse qué es eso que, sin guerra alguna, mueve a un gobierno coránico a exterminar a cientos de miles de gentes que practican religiones no del perfecto gusto del dios propio”.
La aviación de EEUU bombardeó enclaves estratégicos del Estado Islámico -IS- en el norte de Irak. Londres y París respaldan la operación y Hollande pide a la UE una presencia más activa. Los islamistas han levantado un imperio de terror y están exterminando, literalmente, a todo el que no abraza su causa; se trata de un genocidio; EEUU es el único país que se atreve a intervenir. Hostigan a los cristianos, no los dejan vivir, no tienen vida.
C. Mudarra
Lo que mueve los horrores es el odio, un infernal fuego que incendia la mente y el alma y aviva las sectas; es lo que llevó a Chávez a destruir Venezuela y además a rodearse de musulmanes en sus ministerios, lo que ha victimizado a Afganistán desde hace décadas, lo que provocó las matanzas de kurdos por los turcos a inicios del Siglo XX, la causa del Holocausto perpetrado por el nazismo (esa terrible variante del socialismo), lo que impide una salida humana al drama palestino y lo que continúa hundiendo a Libia. Las prédicas del odio fueron la causa de la guerra en los ochenta, lo que hizo retroceder a El Salvador cuarenta años en su desarrollo, causó setenta mil víctimas y continúa actuando.
A los horrores de sectores islámicos, caracterizados por conflictos sin término, matanzas indiscriminadas, secuestros masivos, como el de las colegialas en Sudán y los intentos de ejecutar actos terroristas en Occidente, se suma la persecución a los cristianos en toda esa vasta zona. Los conflictos entre las sectas no cesan, como lo atestiguan las carnicerías en Siria perpetradas por las fuerzas de Assad, con ciento treinta mil víctimas, una cifra espantosa, igual que las matanzas que bandas de yihadistas, entre ellas la del Boko Haram, cometen en África, para forzar la conversión de esos pueblos; la industria del terror prospera en países, que si bien no logran salir del Medievo en lo cultural y económico, se dedican en cambio a perfeccionar bombas diminutas para derribar aviones o atacar poblados indefensos. El horror de mayor gravedad fue el de la guerra entre Irán e Iraq poco después de que Jimmy Carter forzara la abdicación del Shah de Irán, rompiendo los equilibrios militares y políticos del Medio Oriente: casi tres millones de muertos, incluyendo los centenares de miles de adolescentes reclutados a la fuerza.
A este tenor, Gabriel Albiac, en excelente artículo (ABC 24-7-14), decía: “Voy siguiendo el genocidio de los cristianos en África, más aún con asombro que con horror. El asombro no está en África, está en la cristiana Europa, que asiste a esa matanza de cientos de miles de devotos de Cristo en África con la más solemne indiferencia. Algo hay de profundo odio a sí mismo en esta complacencia del europeo con la aniquilación de los pocos africanos en los cuales pudiera reconocer algo suyo. Por los mismos días en que media Europa exhibía, quejumbrosa, su disgusto ante el mal trato que da Israel a la banda de asesinos de Hamás que gobierna Gaza, en Mosul, que cayó en manos de radicales sunitas, se ha fundado el califato –IS- en Irak y en áreas enteras de Siria, donde los yihadistas dictaban sus primeras leyes, la más crucial de las cuales establecía que los cristianos quedaban proscritos en el territorio, se procedió a marcar con la N de nazara, “cristiano”, las puertas de los hogares caldeos y a confiscarlos; sus habitantes quedaban atrapados en una seca alternativa: conversión al islam o inmediato destierro.
Es difícil establecer cifras seguras; los cristianos llevan años ya huyendo de la zona, pero no es aventurado calcular en más de medio millón de personas –sin distinción de sexo ni edad- amenazadas de muerte por la resolución del “califa”. Y algo que hiela la sangre: todas esas buenas almas europeas (cristianas en su mayoría) que exhiben su escándalo, porque una guerra en Gaza produzca cientos de muertos y que ni siquiera alcanzan a preguntarse qué es eso que, sin guerra alguna, mueve a un gobierno coránico a exterminar a cientos de miles de gentes que practican religiones no del perfecto gusto del dios propio”.
La aviación de EEUU bombardeó enclaves estratégicos del Estado Islámico -IS- en el norte de Irak. Londres y París respaldan la operación y Hollande pide a la UE una presencia más activa. Los islamistas han levantado un imperio de terror y están exterminando, literalmente, a todo el que no abraza su causa; se trata de un genocidio; EEUU es el único país que se atreve a intervenir. Hostigan a los cristianos, no los dejan vivir, no tienen vida.
C. Mudarra
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