La insatisfacción de los españoles por el régimen político que tienen es de gran calado y el rechazo de la casta política y sindical va en aumento cada día. Se aprecian movimientos políticos e inquietudes de renovación política, pero ya no se cree en nadie, se duda de todos. La corrupción con su mangancia y los nacionalismos virulentos han exacerbado los ánimos. El nivel de corrupción en España aumenta y no cesa; el despego es un hecho general que muestra el estado enfermizo en que marcha esta democracia moderna, que de ninguna manera debiera pasar por alto tamaña deriva; es algo enormemente dañino, algo que no se puede permitir; es urgente atajarlo mediante intervención policial y judicial y, en principio, exigir la devolución y luego la reclusión. Los términos de la corrupción son tan notorios que el ciudadano no entiende, cómo no se enjuician los culpables y se les carga con la responsabilidad pública que merecen. Tal vez, la causa se halle en que esta sociedad, fabricada en los últimos años, anda vacía de valores éticos y cívicos, y ha extirpado el sostén y la armonía de los grandes ideales, para instalarse en el hedonismo, relativismo y materialismo.
El sindicalismo ha hecho del camufle de facturas la evidencia de su corrupción. Tras el escándalo de las comilonas y fiestorras que UGT se ha pagado con dineros públicos, salta también la noticia de que CCOO pagaba con ese dinero los sueldos de sus sindicalistas; por hacer eso mismo, se condenó al Presidente de Francia y a su primer ministro, mientras que aquí no pasa nada, es más, en el nuevo proyecto de presupuesto la Junta Andaluza garantiza la correspondiente partida, para que sigan cobrando las tales subvenciones. Este escándalo de los sindicatos siembra el desconcierto y la inquietud en el pueblo; así, sobre la impresentable imagen de UGT que dibuja una despilfarradora gestión, Cándido Méndez declara que “compete a la Junta agilizar los procedimientos de investigación y que es la que tiene la responsabilidad de esos hechos realmente impresentables”; y, a su vez, la Presidenta Díaz pide que “no se utilice un posible mal uso de fondos públicos para desacreditar el modelo de concertación; está claro, aquí como siempre, ninguno quiere saber nada de lo ocurrido y esperan que el tiempo calme la tormenta (Información del “Mundo” 5-11-13).
A ello, se une el tremendo espectáculo de unos sindicalistas, que, en Sevilla, insultaban, abucheaban y coaccionaban moralmente a la Juez Alaya, porque está instruyendo un sumario sobre la corrupción, en la que están inmersos los sindicatos CC.OO. y UGT. Jueza que trabaja de modo serio e impecable. Del mismo modo, un grupo de airados manifestantes se concentró sin ningún permiso gubernamental ante el domicilio particular de la vicepresidenta del Gobierno, S. Sáenz de Santamaría, para dar gritos, consignas e improperios contra ella, en cuya villanía no importaba el delito y amedrentar a la familia entre la que se encuentra un niñito muy pequeño. ”El matonismo en política es intrísecamente perverso, y un país que permanece impasible a esos actos demuestra escasa sensibilidad democrática” La democracia no bebe aguantar a esos que creen, que pueden imponer su voluntad con su grosería y saña repugnantes, con la violencia intensa del insulto, la amenaza y la coacción moral; son vociferantes de izquierda, que atacan, en su estricta intimidad, a mujeres por su autoridad pública; tales fechorías aún no han sido repudiadas por los partidos de izquierdas del arco parlamentario y precisamente lo más grave es que el Gobierno sólo ha respondido con un silencio incomprensible e insultante, sin hacer que la ley caiga sobre los que la vulneran mediante clara coacción y ofensa física a las autoridades públicas, igual que hacen los nacionalistas infringiendo las leyes y las normas, al conculcar los derechos de los ciudadanos de convivencia en libertad.
La partitocracia debe ser demolida, hay que rehacer una legislación electoral que, eliminando las componendas postelectorales, lleve a la política gente independiente y bien preparada, extirpar la degradación de las instituciones políticas y sindicales, eliminar la cuadruplicidad de administraciones y suprimir las “autonosuyas” con sus competencias importantes de educación, sanidad, economía y hacienda y policía.
C. Mudarra
El sindicalismo ha hecho del camufle de facturas la evidencia de su corrupción. Tras el escándalo de las comilonas y fiestorras que UGT se ha pagado con dineros públicos, salta también la noticia de que CCOO pagaba con ese dinero los sueldos de sus sindicalistas; por hacer eso mismo, se condenó al Presidente de Francia y a su primer ministro, mientras que aquí no pasa nada, es más, en el nuevo proyecto de presupuesto la Junta Andaluza garantiza la correspondiente partida, para que sigan cobrando las tales subvenciones. Este escándalo de los sindicatos siembra el desconcierto y la inquietud en el pueblo; así, sobre la impresentable imagen de UGT que dibuja una despilfarradora gestión, Cándido Méndez declara que “compete a la Junta agilizar los procedimientos de investigación y que es la que tiene la responsabilidad de esos hechos realmente impresentables”; y, a su vez, la Presidenta Díaz pide que “no se utilice un posible mal uso de fondos públicos para desacreditar el modelo de concertación; está claro, aquí como siempre, ninguno quiere saber nada de lo ocurrido y esperan que el tiempo calme la tormenta (Información del “Mundo” 5-11-13).
A ello, se une el tremendo espectáculo de unos sindicalistas, que, en Sevilla, insultaban, abucheaban y coaccionaban moralmente a la Juez Alaya, porque está instruyendo un sumario sobre la corrupción, en la que están inmersos los sindicatos CC.OO. y UGT. Jueza que trabaja de modo serio e impecable. Del mismo modo, un grupo de airados manifestantes se concentró sin ningún permiso gubernamental ante el domicilio particular de la vicepresidenta del Gobierno, S. Sáenz de Santamaría, para dar gritos, consignas e improperios contra ella, en cuya villanía no importaba el delito y amedrentar a la familia entre la que se encuentra un niñito muy pequeño. ”El matonismo en política es intrísecamente perverso, y un país que permanece impasible a esos actos demuestra escasa sensibilidad democrática” La democracia no bebe aguantar a esos que creen, que pueden imponer su voluntad con su grosería y saña repugnantes, con la violencia intensa del insulto, la amenaza y la coacción moral; son vociferantes de izquierda, que atacan, en su estricta intimidad, a mujeres por su autoridad pública; tales fechorías aún no han sido repudiadas por los partidos de izquierdas del arco parlamentario y precisamente lo más grave es que el Gobierno sólo ha respondido con un silencio incomprensible e insultante, sin hacer que la ley caiga sobre los que la vulneran mediante clara coacción y ofensa física a las autoridades públicas, igual que hacen los nacionalistas infringiendo las leyes y las normas, al conculcar los derechos de los ciudadanos de convivencia en libertad.
La partitocracia debe ser demolida, hay que rehacer una legislación electoral que, eliminando las componendas postelectorales, lleve a la política gente independiente y bien preparada, extirpar la degradación de las instituciones políticas y sindicales, eliminar la cuadruplicidad de administraciones y suprimir las “autonosuyas” con sus competencias importantes de educación, sanidad, economía y hacienda y policía.
C. Mudarra
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