El gin tonic a 3 euros, la borrachera a mitad de precio, internet gratis para que se tiren todo el santo día en twitter, escribiendo sandeces con faltas de ortografía, 300 euros para el taxi, ayudas para el pisito en Madrid, a pesar de que muchos tienen vivienda en la capital, vacaciones sabáticas. Aforamiento hasta por robar etc..
Entrar en política en España es entrar en un territorio de impunidad y privilegios, es convertirte en un ciudadano de otra galaxia, al que no le afectan los problemas que al resto de los españoles. Es cobrar en función de tus responsabilidades y no pagar en función de tus errores, esos los pagamos nosotros.
Nadie vota a ningún diputado, nadie los elige. Los nombra el partido y a él se deben. El ciudadano vota a un partido que además no tiene responsabilidades por incumplir el programa por el que ha sido votado. Los diputados son algo así como un relleno de listas que tienen prohibido pensar por si mismos, la disciplina de partido les obliga a ello y por tanto, la reflexión personal queda anulada. Algo así como un cerebro colectivo.
El diputado solo es libre para elegir entre gin tonic o vodka con naranja en el bar del Congreso. Para todo lo demás se deben guiar por el brazo del portavoz y pulsar la tecla adecuada, la del si, la del no o la de la abstención.
Un disparate democrático que sale caro al ciudadano y a la democracia porque desarma al sistema de representación y disminuye a la nada la calidad democrática. Los debates no tienen sentido si todo está atado de antemano, si no surgen controversias que enriquecen el debate lo mejor es desprendernos de los diputados y contratar maquinas o robots que respondan al introducirles una moneda en la ranura. Nos saldrán mas baratas y para el caso son lo mismo.
Carlos RH
Entrar en política en España es entrar en un territorio de impunidad y privilegios, es convertirte en un ciudadano de otra galaxia, al que no le afectan los problemas que al resto de los españoles. Es cobrar en función de tus responsabilidades y no pagar en función de tus errores, esos los pagamos nosotros.
Nadie vota a ningún diputado, nadie los elige. Los nombra el partido y a él se deben. El ciudadano vota a un partido que además no tiene responsabilidades por incumplir el programa por el que ha sido votado. Los diputados son algo así como un relleno de listas que tienen prohibido pensar por si mismos, la disciplina de partido les obliga a ello y por tanto, la reflexión personal queda anulada. Algo así como un cerebro colectivo.
El diputado solo es libre para elegir entre gin tonic o vodka con naranja en el bar del Congreso. Para todo lo demás se deben guiar por el brazo del portavoz y pulsar la tecla adecuada, la del si, la del no o la de la abstención.
Un disparate democrático que sale caro al ciudadano y a la democracia porque desarma al sistema de representación y disminuye a la nada la calidad democrática. Los debates no tienen sentido si todo está atado de antemano, si no surgen controversias que enriquecen el debate lo mejor es desprendernos de los diputados y contratar maquinas o robots que respondan al introducirles una moneda en la ranura. Nos saldrán mas baratas y para el caso son lo mismo.
Carlos RH
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