La violencia doméstica o familiar -y no de género, pues el 'género' no tiene violencia-, es un horror y un espanto. Este criminal reguero de sangre no se puede soportar; es propio de una sociedad inconsistente y estigmatizada; no es admisible en una democracia moderna y asentada. El enemigo está dentro, en casa. No es política reivindicativa y falsa liberación lo que demanda la entidad de la mujer, sino la destrucción de antiguas concepciones y la consideración exacta que le concierne en su trascendencia, en su absoluta peculiaridad e indefectible esencia personal. Las mujeres de este país son personas a título nominativo, pero no de facto.
La violencia contra las mujeres es un fenómeno que ocurre en todos los países, clases sociales y ámbitos de la sociedad; incluye agresiones físicas y también el maltrato psíquico y sexual, el aislamiento y control social. La violencia doméstica, dice la ONU, es «cualquier acto o intención que origina daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer. la amenaza, la coerción y privación arbitraria de libertad». Habitualmente, coexisten diferentes tipos de violencia en una misma relación conyugal. A veces, el maltrato comienza con el control y desvalorización de la mujer. Es decir, la violencia contra las mujeres no es un acto puntual, sino un proceso que se va instaurando y cronificando en el tiempo, por lo que es necesario detectarlo precozmente y prevenir su desarrollo, mantenimiento y secuelas. La violencia contra la mujer tiene hondas raíces sociales y culturales, se hunde en la creencia ancestral de que la mujer es propiedad del hombre, quien puede tratarla como juzgue adecuado, vinculada al desequilibrio en las relaciones de hombres y mujeres en los ámbitos social, económico, religioso y político, pese a los indudables avances en pro de la igualdad de derechos.
No obstante, la mujer vive en una organización social basada en la desigualdad y el dominio del hombre, que acepta la violencia como forma de resolver los conflictos y entre factores que favorecen la violencia; la violencia afecta a hombres y mujeres, cierto, pero sólo la mujer además, es víctima de las barreras profesionales, de la brecha salarial, de mayor riesgo de pobreza y de la limitación del ascenso laboral por lo que ocupan menos cargos de responsabilidad. Precisamente, en los últimos nueve meses, un total de 51 mujeres han caído asesinadas por hombres de su entorno y lo peor de todo es, que la gran mayoría de las víctimas de agresiones sexuales o maltrato no denuncia. Es urgente y justo que la clase política ponga sus mecanismos a funcionar para solucionar esta terrible lacra; uno muy importante se halla en la educación y formación de los niños. La violencia se produce en todas las clases sociales y niveles económicos y educativos. Se precisa incidir en la educación; se trata de individuos montaraces, criados en la incorrección, en la permisión de sus instintos y en la facilidad de la concesión, el sometimiento y el riego afectivo del calor del hogar con el abrazo diario y la exigencia personal y común. El adulto se conforma en la infancia y la mejor enseñanza se recibe por el ejemplo. El energúmeno asesino es un individuo mal criado y egoísta, sin formación y sin educación, falto de carácter y de personalidad, dado a sus instintos porque se le concedieron sus caprichos y se cedió a sus gustos y rabietas , hijo de padres débiles y de la enseñanza lúdica. Estos sujetos no conocen los valores consistentes del sacrificio, de la disciplina y del esfuerzo, andan faltos de la resignación y del cumplimiento responsable del deber; exigen derechos y desprecian la obligación; ignoran el respeto, la paciencia y el dominio de la voluntad mediante la repetición de actos.
En fin, propugnamos la "equiparación por arriba" de las penas aplicables a la violencia familiar y la aplicación también a todos los tipos y condición de violencia, pues, no existe "simetría" en el trato penal que reciben hombres y mujeres.
C. Mudarra
La violencia contra las mujeres es un fenómeno que ocurre en todos los países, clases sociales y ámbitos de la sociedad; incluye agresiones físicas y también el maltrato psíquico y sexual, el aislamiento y control social. La violencia doméstica, dice la ONU, es «cualquier acto o intención que origina daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer. la amenaza, la coerción y privación arbitraria de libertad». Habitualmente, coexisten diferentes tipos de violencia en una misma relación conyugal. A veces, el maltrato comienza con el control y desvalorización de la mujer. Es decir, la violencia contra las mujeres no es un acto puntual, sino un proceso que se va instaurando y cronificando en el tiempo, por lo que es necesario detectarlo precozmente y prevenir su desarrollo, mantenimiento y secuelas. La violencia contra la mujer tiene hondas raíces sociales y culturales, se hunde en la creencia ancestral de que la mujer es propiedad del hombre, quien puede tratarla como juzgue adecuado, vinculada al desequilibrio en las relaciones de hombres y mujeres en los ámbitos social, económico, religioso y político, pese a los indudables avances en pro de la igualdad de derechos.
No obstante, la mujer vive en una organización social basada en la desigualdad y el dominio del hombre, que acepta la violencia como forma de resolver los conflictos y entre factores que favorecen la violencia; la violencia afecta a hombres y mujeres, cierto, pero sólo la mujer además, es víctima de las barreras profesionales, de la brecha salarial, de mayor riesgo de pobreza y de la limitación del ascenso laboral por lo que ocupan menos cargos de responsabilidad. Precisamente, en los últimos nueve meses, un total de 51 mujeres han caído asesinadas por hombres de su entorno y lo peor de todo es, que la gran mayoría de las víctimas de agresiones sexuales o maltrato no denuncia. Es urgente y justo que la clase política ponga sus mecanismos a funcionar para solucionar esta terrible lacra; uno muy importante se halla en la educación y formación de los niños. La violencia se produce en todas las clases sociales y niveles económicos y educativos. Se precisa incidir en la educación; se trata de individuos montaraces, criados en la incorrección, en la permisión de sus instintos y en la facilidad de la concesión, el sometimiento y el riego afectivo del calor del hogar con el abrazo diario y la exigencia personal y común. El adulto se conforma en la infancia y la mejor enseñanza se recibe por el ejemplo. El energúmeno asesino es un individuo mal criado y egoísta, sin formación y sin educación, falto de carácter y de personalidad, dado a sus instintos porque se le concedieron sus caprichos y se cedió a sus gustos y rabietas , hijo de padres débiles y de la enseñanza lúdica. Estos sujetos no conocen los valores consistentes del sacrificio, de la disciplina y del esfuerzo, andan faltos de la resignación y del cumplimiento responsable del deber; exigen derechos y desprecian la obligación; ignoran el respeto, la paciencia y el dominio de la voluntad mediante la repetición de actos.
En fin, propugnamos la "equiparación por arriba" de las penas aplicables a la violencia familiar y la aplicación también a todos los tipos y condición de violencia, pues, no existe "simetría" en el trato penal que reciben hombres y mujeres.
C. Mudarra
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