La visita a España del papa Benedicto XVI y la celebración en Madrid de la Jornada Mundial de la Juventud han representado un freno para el nihilismo, un golpe contra el relativismo y un cuestionamiento global de la España nueva que pretenden construir los socialistas. El ejemplo de los jóvenes católicos, portadores de una cultura diametralmente opuesta a la que propagan el gobierno, los sindicatos subvencionados, los colectivos de gays y lesbianas, la prensa de izquierdas, los artistas sometidos de la SGAE y, sobre todo, el PSOE, ha calado en la sociedad española, que ha podido comprobar la superioridad de los que propagan el servicio, la amistad, la paz y los valores sobre los que se aferran al relativismo, al laicismo y a una cultura violenta, sectaria, alejada del amor y carente de valores.
Las palabras del papa en su despedida, recordando que España "es una gran nación", que puede progresar sin renunciar a sus valores y sentido cristiano, han penetrado en el sentimiento colectivo y cuestionado, de un sólo golpe, todo el proyecto de transformación de la sociedad capitaneado por Zapatero y sus seguidores, constructores de una sociedad que rechaza sus raices cristianas y sentimientos religiosos, sin valores, entregada al nihilismo, anticatólica, construida de espaldas a la trascendencia, afecta al relativismo y dominada por un egoísmo político y cultural que fabrica masas sin valores, gente fanatizada, desempleo, enfrentamiento, sectarismo y un mundo que retrocede sin esperanza.
El comportamiento de la delegada del gobierno en Madrid, el uso de la policía para fines contrarios a lo que establece la Constitución, que es la garantía de la convivencia y la defensa de las personas, las provocaciones de los jóvenes violentos adictos al régimen, los esfuerzos del bando nihilista por provocar enfrentamientos y por descubrir fallos y contradicciones entre los cientos de miles de jóvenes que han acudido a la JMJ han sido patético y desesperado. Han editado videos manipulados, han creado confusión desde los medios gubernamentales y de izquierdas y han procurado, en todo momento, resaltar las carencias y errores históricos de una Iglesia católica que, ciertamente, es imperfecta y que ha acumulado traiciones y dramas a lo largo de la Historia, pero que ahora, comparada con el mundo que ellos representan, sin más liderazgo que el del Estado, generador de desigualdades, fracasos y esclavitud ciudadana, destaca y brilla como pocas veces antes.
La rabia y la decepción del bando laicista y anticatólico ante el éxito del papa y de sus mensajes, ante la grandiosa movilización de los jóvenes y ante el respeto y la admiración que el comportamiento de los jóvenes ha despertado en la sociedad española, se ha notado demasiado. Su última imagen, quizás la más ridícula, ha sido la inexplicable ausencia de Zapatero en la despedida al papa.
Es más que probable que la Historia, transcurridos algunos años, identifique la reciente visita del papa a España como la mortaja del "Zapaterismo", un movimiento fracasado que generó en España división, fracaso, pobreza económica, desempleo, hambre, desahucios, desprecio a la política, descrédito de la democracia, rechazo al liderazgo, corrupción, desvertebración de España y una profunda tristeza que contrasta con la esperanza y la ilusión que han propagado el papa y sus seguidores en Madrid.
No está claro que el éxito de la visita del papa vaya a aportar más votos al PP en las próximas elecciones, quizás porque PSOE y PP se parecen demasiado entre sí, pero si parece evidente que profundizará el ya inmenso rechazo de la sociedad española a todo lo que Zapatero y el PSOE significan: división, enfrentamiento, retorno de los viejos odios y fantasmas del pasado, desempleo, desesperación de los jóvenes, ausencia de valores, anticatolicismo, corrupción y otros muchos vicios y carencias que han colocado a España al borde del fracaso económico, político, social, cultural y humano.
Las palabras del papa en su despedida, recordando que España "es una gran nación", que puede progresar sin renunciar a sus valores y sentido cristiano, han penetrado en el sentimiento colectivo y cuestionado, de un sólo golpe, todo el proyecto de transformación de la sociedad capitaneado por Zapatero y sus seguidores, constructores de una sociedad que rechaza sus raices cristianas y sentimientos religiosos, sin valores, entregada al nihilismo, anticatólica, construida de espaldas a la trascendencia, afecta al relativismo y dominada por un egoísmo político y cultural que fabrica masas sin valores, gente fanatizada, desempleo, enfrentamiento, sectarismo y un mundo que retrocede sin esperanza.
El comportamiento de la delegada del gobierno en Madrid, el uso de la policía para fines contrarios a lo que establece la Constitución, que es la garantía de la convivencia y la defensa de las personas, las provocaciones de los jóvenes violentos adictos al régimen, los esfuerzos del bando nihilista por provocar enfrentamientos y por descubrir fallos y contradicciones entre los cientos de miles de jóvenes que han acudido a la JMJ han sido patético y desesperado. Han editado videos manipulados, han creado confusión desde los medios gubernamentales y de izquierdas y han procurado, en todo momento, resaltar las carencias y errores históricos de una Iglesia católica que, ciertamente, es imperfecta y que ha acumulado traiciones y dramas a lo largo de la Historia, pero que ahora, comparada con el mundo que ellos representan, sin más liderazgo que el del Estado, generador de desigualdades, fracasos y esclavitud ciudadana, destaca y brilla como pocas veces antes.
La rabia y la decepción del bando laicista y anticatólico ante el éxito del papa y de sus mensajes, ante la grandiosa movilización de los jóvenes y ante el respeto y la admiración que el comportamiento de los jóvenes ha despertado en la sociedad española, se ha notado demasiado. Su última imagen, quizás la más ridícula, ha sido la inexplicable ausencia de Zapatero en la despedida al papa.
Es más que probable que la Historia, transcurridos algunos años, identifique la reciente visita del papa a España como la mortaja del "Zapaterismo", un movimiento fracasado que generó en España división, fracaso, pobreza económica, desempleo, hambre, desahucios, desprecio a la política, descrédito de la democracia, rechazo al liderazgo, corrupción, desvertebración de España y una profunda tristeza que contrasta con la esperanza y la ilusión que han propagado el papa y sus seguidores en Madrid.
No está claro que el éxito de la visita del papa vaya a aportar más votos al PP en las próximas elecciones, quizás porque PSOE y PP se parecen demasiado entre sí, pero si parece evidente que profundizará el ya inmenso rechazo de la sociedad española a todo lo que Zapatero y el PSOE significan: división, enfrentamiento, retorno de los viejos odios y fantasmas del pasado, desempleo, desesperación de los jóvenes, ausencia de valores, anticatolicismo, corrupción y otros muchos vicios y carencias que han colocado a España al borde del fracaso económico, político, social, cultural y humano.
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