El Rey aparta a Urdangarin de los actos oficiales por su comportamiento 'no ejemplar'. Han tenido que sentirse avergonzados y agobiados con el escándalo del "yerno" real para decidir que rendirán cuentas del dinero que reciben del Estado, una decisión que la familia del rey Juan Carlos debió adoptar desde el principio de la democracia y que adopta ahora, tarde y forzada, todo un ejemplo de la escasa sensibilidad democrática y ética de la Jefatura del Estado de esta España invadida por virus corruptos e ineptos.
El rey, ante la gravedad de las irregularidades de su yerno Urdangarín, sujeto a una investigación judicial que podría llevarlo a la cárcel, ha decidido apartarlo del protocolo familiar y ha decidido también "rendir cuentas" a los ciudadanos, a partir de ahora, del dinero que recibe del Estado (8.4 millones de euros anuales), una decisión tardía y nerviosa que demuestra que los peores virus que están degradando la democracia española han alcanzado también a la Zarzuela y a la Corona.
Hablar ahora de rendir cuentas, de austeridad y de transparencia, justo cuando la opinión pública española está indignada por el comportamiento de Iñaki Urdangarín, que utilizó su parentesco con el monarca para lucrarse en negocios que no fueron, precisamente, limpios, resulta sorprendente, sospechoso y democráticamente inaceptable.
La Casa Real está demostrando, en los últimos años, que ha perdido sensibilidad, músculo y reflejos, colocándose tristemente por detrás de los acontecimientos y renunciando a la ejemplaridad que en democracia es exigible a las altas instituciones del Estado, sobre todo al monarca. Muchos observadores piensan que la Casa Real no ha sido todo lo ejemplar que se esperaba de ella y que cometió errores de bulto estratégicos muy graves en los últimos años, entre ellos haber exhibido públicamente la estrecha amistad del monarca con Zapatero y haber guardado un silencio extraño e incomprensible ante la corrupción y el mal gobierno que han hecho estragos en España.
El rey, ante la gravedad de las irregularidades de su yerno Urdangarín, sujeto a una investigación judicial que podría llevarlo a la cárcel, ha decidido apartarlo del protocolo familiar y ha decidido también "rendir cuentas" a los ciudadanos, a partir de ahora, del dinero que recibe del Estado (8.4 millones de euros anuales), una decisión tardía y nerviosa que demuestra que los peores virus que están degradando la democracia española han alcanzado también a la Zarzuela y a la Corona.
Hablar ahora de rendir cuentas, de austeridad y de transparencia, justo cuando la opinión pública española está indignada por el comportamiento de Iñaki Urdangarín, que utilizó su parentesco con el monarca para lucrarse en negocios que no fueron, precisamente, limpios, resulta sorprendente, sospechoso y democráticamente inaceptable.
La Casa Real está demostrando, en los últimos años, que ha perdido sensibilidad, músculo y reflejos, colocándose tristemente por detrás de los acontecimientos y renunciando a la ejemplaridad que en democracia es exigible a las altas instituciones del Estado, sobre todo al monarca. Muchos observadores piensan que la Casa Real no ha sido todo lo ejemplar que se esperaba de ella y que cometió errores de bulto estratégicos muy graves en los últimos años, entre ellos haber exhibido públicamente la estrecha amistad del monarca con Zapatero y haber guardado un silencio extraño e incomprensible ante la corrupción y el mal gobierno que han hecho estragos en España.
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