Durante muchos años, Europa fue una esperanza para el mundo, pero ahora es sólo un ejemplo de lo que no debe hacerse, una referencia de fracaso. Sueños y esperanzas como la "Europa de los pueblos", el "Estado de Derecho", el "Estado del Bienestar" y el "protagonismo de los ciudadanos" han quedado en la cuneta, mientras se construía una Europa frustrante, en la que únicamente sus políticos y burócratas gobiernan y parecen sentirse a gusto.
La Europa del presente está tan desligada de su ciudadanía como lo están sus sociedades más deterioradas, entre las que destacan la española, la griega y la portuguesa, descontentas con sus gobiernos, con su ruina económica y con una democracia tan degradada que ya no produce ilusión ni esperanza. La cruda e injusta "Europa de los políticos" ha suplantado el sueño de una "Europa de los ciudadanos".
Los gobiernos se han negado a ceder el núcleo de la soberanía y han sustituido el proceso original de unidad real por una especie de alianza que, al llegar la crisis económica, está demostrando su fragilidad. Europa es incapaz de desplegar una política exterior común, una justicia homologada, una democracia decente y una economía capaz de socorrer a los más débiles y a la moneda común.
Europa es hoy un territorio sin ciudadanos, gobernado por una Comisión inoperante y maniatada por los gobiernos nacionales, divididos e insolidarios, en los que renacen los viejas tentaciones racistas, de superioridad cultural y de enfrentamientos étnicos y norte-sur.
El caso de los pepinos españoles, injustamente acusados de causar la contaminación letal por la nueva mutación de la bacteria e-coli, es paradigmático. Los alemanes ni siquiera fueron capaces de pedir perdón, a pesar de haber destruido la exportación española de productos hortofrutícolas, mostrando de nuevo algunos de los viejos rasgos de superioridad y arrogancia que les convirtieron en los enfermos de Europa y que causaron las dos guerras más destructivas de la historia humana.
La principal causa del profundo deterioro del proceso europeo está en el predominio creciente de sus políticos sobre los ciudadanos y en la incapacidad para practicar y defender una democracia real. Los gobiernos se han impuesto y han fabricado una Europa que es un gran aparcamiento para políticos y enchufados que no tienen sitio en sus respectivos países. Los funcionarios europeos ya no consiguen sus puestos gracias a concursos justos que premian a los mejores, sino que son, casi siempre, amigos de los presidentes y ministros europeos.
Como consecuencia de ese proceso de deterioro de Europa, los ciudadanos la han abandonado por considerarla un elemento ajeno y hasta hostil. La mejor demostración de que Europa es un proceso bastardo y alejado de sus ciudadanos han sido las propuestas europeas que han aprobado los parlamentos y que los ciudadanos, cuando han sido consultados, han rechazado. El rechazo al proyecto de Constitución fue tan evidente que al final han tenido que adoptar una psuodoconstitución sin que los ciudadanos la voten, todo un fracaso para los políticos y para el prestigio de Europa.
A todos sus fracasos y debilidades, se suma ahora su deterioro económico y su incapacidad para afrontar la crisis. Muchos de sus políticos han sido incapaces de hacer frente a la crisis con medidas que eran necesarias y, únicamente por razones electoralistas, se han negado a tomar las medidas adecuadas. En algunos casos, como en España, donde el deterioro del sistema es extremo, el presidente del gobierno (Zapatero) tardó casi dos años en admitir que existía la crisis, lo que causó estragos en la economía española, hoy hundida.
Ya nadie piensa en la reconstrucción de Europa porque ese proceso es casi imposible. Está tan podrido como muchos de los políticos que lo gestionan. Hay que regenerar primero los gobiernos nacionales, profundamente alejados de la democracia real y de sus ciudadanos. Europa sólo podrá ser grande y esperanzadora cuando sea el resultado de la unión de naciones decentes y justas, no como ahora, que sólo es una alianza entre gobiernos deteriorados, alejados de sus pueblos y, en algunos casos, antidemocráticos, corruptos y plagados de delincuentes.
La Europa del presente está tan desligada de su ciudadanía como lo están sus sociedades más deterioradas, entre las que destacan la española, la griega y la portuguesa, descontentas con sus gobiernos, con su ruina económica y con una democracia tan degradada que ya no produce ilusión ni esperanza. La cruda e injusta "Europa de los políticos" ha suplantado el sueño de una "Europa de los ciudadanos".
Los gobiernos se han negado a ceder el núcleo de la soberanía y han sustituido el proceso original de unidad real por una especie de alianza que, al llegar la crisis económica, está demostrando su fragilidad. Europa es incapaz de desplegar una política exterior común, una justicia homologada, una democracia decente y una economía capaz de socorrer a los más débiles y a la moneda común.
Europa es hoy un territorio sin ciudadanos, gobernado por una Comisión inoperante y maniatada por los gobiernos nacionales, divididos e insolidarios, en los que renacen los viejas tentaciones racistas, de superioridad cultural y de enfrentamientos étnicos y norte-sur.
El caso de los pepinos españoles, injustamente acusados de causar la contaminación letal por la nueva mutación de la bacteria e-coli, es paradigmático. Los alemanes ni siquiera fueron capaces de pedir perdón, a pesar de haber destruido la exportación española de productos hortofrutícolas, mostrando de nuevo algunos de los viejos rasgos de superioridad y arrogancia que les convirtieron en los enfermos de Europa y que causaron las dos guerras más destructivas de la historia humana.
La principal causa del profundo deterioro del proceso europeo está en el predominio creciente de sus políticos sobre los ciudadanos y en la incapacidad para practicar y defender una democracia real. Los gobiernos se han impuesto y han fabricado una Europa que es un gran aparcamiento para políticos y enchufados que no tienen sitio en sus respectivos países. Los funcionarios europeos ya no consiguen sus puestos gracias a concursos justos que premian a los mejores, sino que son, casi siempre, amigos de los presidentes y ministros europeos.
Como consecuencia de ese proceso de deterioro de Europa, los ciudadanos la han abandonado por considerarla un elemento ajeno y hasta hostil. La mejor demostración de que Europa es un proceso bastardo y alejado de sus ciudadanos han sido las propuestas europeas que han aprobado los parlamentos y que los ciudadanos, cuando han sido consultados, han rechazado. El rechazo al proyecto de Constitución fue tan evidente que al final han tenido que adoptar una psuodoconstitución sin que los ciudadanos la voten, todo un fracaso para los políticos y para el prestigio de Europa.
A todos sus fracasos y debilidades, se suma ahora su deterioro económico y su incapacidad para afrontar la crisis. Muchos de sus políticos han sido incapaces de hacer frente a la crisis con medidas que eran necesarias y, únicamente por razones electoralistas, se han negado a tomar las medidas adecuadas. En algunos casos, como en España, donde el deterioro del sistema es extremo, el presidente del gobierno (Zapatero) tardó casi dos años en admitir que existía la crisis, lo que causó estragos en la economía española, hoy hundida.
Ya nadie piensa en la reconstrucción de Europa porque ese proceso es casi imposible. Está tan podrido como muchos de los políticos que lo gestionan. Hay que regenerar primero los gobiernos nacionales, profundamente alejados de la democracia real y de sus ciudadanos. Europa sólo podrá ser grande y esperanzadora cuando sea el resultado de la unión de naciones decentes y justas, no como ahora, que sólo es una alianza entre gobiernos deteriorados, alejados de sus pueblos y, en algunos casos, antidemocráticos, corruptos y plagados de delincuentes.
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