La crisis de los pepinos ha demostrado, de manera convincente, que España tiene hoy un gobierno tullido, sin prestigio ni capacidad de maniobra, que ni siquiera sabe defender los intereses españoles en el escenario mundial. A pesar de la injusticia comprobada de la acusación alemana contra los pepinos españoles, ni siquiera ha existido una disculpa, ni una condena de las instituciones europeas, ni se ha producido la reacción inteligente airada y temible que debería haber surgido del gobierno español, en defensa de sus intereses eonómicos.
La conclusión emerge con fuerza: a la vista de los acontecimientos, los españoles pagamos demasiados impuestos para sostener a un gobierno despilfarrador e incompetente.
Los pepinos han demostrado, hasta más allá de toda duda, que Zapatero ha convertido a España en un guiñapo que ni siquiera es respetado en el escenario mundial. Golpear a España sale gratis y, además, proporciona votos a los gobiernos de los laboriosos países nórdicos, donde se contempla a España como un país de vagos despilfarradores, incapaces de avanzar hacia la prosperidad y cobardes por soportar un gobierno inútil, que hacía alarde de su riqueza hace apenas cuatro años, pero que ahora se arrodilla ante la Europa rica pidiendo limosnas.
La Europa comunitaria es hoy cualquier cosa menos un proyecto común justo e ilusionante. Es un club de burócratas bien pagados, sometidos a los gobiernos más fuertes, que permanece impasible mientras los poderosos y ricos humillan impunemente a los pobres y en cuyo seno se están desatando sentimientos xenófobos, de prejuicios frente al sur, de desprecio a los débiles y de superioridad racial, rasgos que ya en el pasado causaron una terrible guerra mundial y el extermino de pueblos y razas que Alemania consideraba inferiores.
Imaginemos que un ministro regional español hubiera prohibido, por ejemplo, la venta de coches alemanes BMW en su territorio porque sus sistemas electrónicos funcionan mal y saturan los talleres de reparaciones. La reacción alemana, a pesar de que la acusación, en este caso,tenía bastante certeza, habría sido temible y España habría tenido que pedir disculpas una docena de veces, tras ser penalizada y doblegada por su insolidaridad y frivolidad.
Con los pepinos españoles ha ocurrido justo lo contrario. Culpados injustamente de ser portadores de una bacteria patógena mortal, ni siquiera se han producido disculpas, a pesar de que la falsa acusación ha causado cientos de millones de euros de pérdidas y la ruina de la exportación agrícola de un país que, al menos en teoría, es socio y aliado de Alemania.
En Europa rige la dictadura de los que tienen dinero y se consideran superiores, una situación injusta frustrante que puede acabar con todo rastro de europeismo en los paises del sur, desde Grecia a Irlanda, pasando por Italia, España y Portugal.
Pero no toda la culpa es del legendario desprecio de los alemanes hacia otros pueblos que ellos consideran inferiores. Mucha culpa la tiene el gobierno socialista español, presidido por un mequetrefe fracasado, recientemente desautorizado por su propio pueblo en unas elecciones en las que su partido ha sido humillado, que ya solo causa risa en el mundo, un tipo que hace menos de cinco años "amenazaba" a Francia y Alemania con "sobrepasarlas" en renta per cápita pero que ahora, tras haber arruinado a su país con una política inepta y alocada, se ha convertido en un pedigüeño humillado, un tipo tan blando y suplicante que ya ni siquiera es capaz de defender a su país ante una injusticia de tamaño gigante.
La conclusión emerge con fuerza: a la vista de los acontecimientos, los españoles pagamos demasiados impuestos para sostener a un gobierno despilfarrador e incompetente.
Los pepinos han demostrado, hasta más allá de toda duda, que Zapatero ha convertido a España en un guiñapo que ni siquiera es respetado en el escenario mundial. Golpear a España sale gratis y, además, proporciona votos a los gobiernos de los laboriosos países nórdicos, donde se contempla a España como un país de vagos despilfarradores, incapaces de avanzar hacia la prosperidad y cobardes por soportar un gobierno inútil, que hacía alarde de su riqueza hace apenas cuatro años, pero que ahora se arrodilla ante la Europa rica pidiendo limosnas.
La Europa comunitaria es hoy cualquier cosa menos un proyecto común justo e ilusionante. Es un club de burócratas bien pagados, sometidos a los gobiernos más fuertes, que permanece impasible mientras los poderosos y ricos humillan impunemente a los pobres y en cuyo seno se están desatando sentimientos xenófobos, de prejuicios frente al sur, de desprecio a los débiles y de superioridad racial, rasgos que ya en el pasado causaron una terrible guerra mundial y el extermino de pueblos y razas que Alemania consideraba inferiores.
Imaginemos que un ministro regional español hubiera prohibido, por ejemplo, la venta de coches alemanes BMW en su territorio porque sus sistemas electrónicos funcionan mal y saturan los talleres de reparaciones. La reacción alemana, a pesar de que la acusación, en este caso,tenía bastante certeza, habría sido temible y España habría tenido que pedir disculpas una docena de veces, tras ser penalizada y doblegada por su insolidaridad y frivolidad.
Con los pepinos españoles ha ocurrido justo lo contrario. Culpados injustamente de ser portadores de una bacteria patógena mortal, ni siquiera se han producido disculpas, a pesar de que la falsa acusación ha causado cientos de millones de euros de pérdidas y la ruina de la exportación agrícola de un país que, al menos en teoría, es socio y aliado de Alemania.
En Europa rige la dictadura de los que tienen dinero y se consideran superiores, una situación injusta frustrante que puede acabar con todo rastro de europeismo en los paises del sur, desde Grecia a Irlanda, pasando por Italia, España y Portugal.
Pero no toda la culpa es del legendario desprecio de los alemanes hacia otros pueblos que ellos consideran inferiores. Mucha culpa la tiene el gobierno socialista español, presidido por un mequetrefe fracasado, recientemente desautorizado por su propio pueblo en unas elecciones en las que su partido ha sido humillado, que ya solo causa risa en el mundo, un tipo que hace menos de cinco años "amenazaba" a Francia y Alemania con "sobrepasarlas" en renta per cápita pero que ahora, tras haber arruinado a su país con una política inepta y alocada, se ha convertido en un pedigüeño humillado, un tipo tan blando y suplicante que ya ni siquiera es capaz de defender a su país ante una injusticia de tamaño gigante.
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