Los políticos españoles, sean de derechas o de izquierdas, lo ignoran todo de la democracia. La democracia es "el gobierno del pueblo", pero ellos creen que consiste solo en "elegir a los dictadores".
Una de las mejores definiciones de la democracia real es "el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo" (Abrahan Lincoln, Gettysburg, 1863). Otro rasgo indisoluble de la democracia es que la titularidad del poder reside en la totalidad de los miembros de un pueblo o nación, lo que exige que la toma de decisiones responda a la voluntad colectiva de los ciudadanos. La más jurídica se refiere al conjunto de leyes y normas que limitan y controlan los poderes públicos para que no se extralimiten ni se salgan de los cauces de una ley que es igual para todos y que ha sido asumida por la mayoría.
Si se analizan esas definiciones y rasgos, se llega a la conclusión de que España es cualquier cosa menos una democracia. Con un presidente del gobierno (Rajoy) que tiende a dejar que los temas se solucionen solos y que el tiempo los haga olvidar, los problemas y los dramas persisten y siguen causando dolor. El pueblo queda de ese modo excluido de las decisiones y es maltratado por su principal representante. La voluntad de los españoles es ignorada de manera sistemática por los representantes políticos, que se creen con el derecho a tomar las decisiones que consideren oportunas y a aprobar las leyes que a ellos les plazcan, incluso si el pueblo, mayoritariamente, desea lo contrario.
Si se analiza la democracia española desde la definición de Lincoln en Gettysburg, entonces la lejanía de la democracia es todavía mayor, ya que en España no gobierna el pueblo marginado, sino una casta, ni se gobierna por el pueblo, ni para el pueblo porque se gobierna para los amigos del poder y los intereses de los poderosos y de los partidos políticos prevalecen siempre sobre el interés general y el bien común.
Nadie sabe si la inmensa incultura democrática que exhiben los gobernantes es real o interesada, aunque mas bien parece que las reglas y normas básicas del sistema se ignoran porque a los políticos les conviene. La democracia tiene exigencias básicas sin las cuales no puede existir, ninguna de las cuales se respetan en España, donde el sistema vigente no se parece ni por asomo a una democracia real.
En España no existe la libre elección de los representantes, que en realidad son elegidos por los partidos, que son los que elaboran las listas "cerradas y bloqueadas", ante las cuales los ciudadanos sólo pueden decir "si" o "no", sin poder alterarlas ni introducir a sus preferidos. Tampoco existe separación e independencia en el funcionamiento de los poderes básicos del Estado, lo que convierte a la Justicia y al Parlamento en apéndices esclavos del Ejecutivo y de los partidos.
La ley no es igual para todos, ni las leyes vigentes son leyes asumidas por los ciudadanos, sino ideadas, debatidas y aprobadas por los políticos, en representación de sus respectivos partidos, sin participación de la ciudadanía, Para colmo de males y de violación a la democracia, esas leyes, producto de la voluntad partidista, se aplican con diferente rasero y de manera arbitraria: con rigor para el adversario y con benevolencia para el amigo, un comportamiento que genera injusticia, que convierte en impunes a los poderosos, sobre todo a los políticos y a sus amigos y que invalida por si mismo la democracia.
No existe una sociedad civil independiente y libre que funcione como contrapeso del poder político, ni una prensa independiente y libre que cumpla la misión de fiscalizar a los grandes poderes, ni el ciudadano es respetado y tomado en cuenta en la política, como consecuencia de su condición de soberano. El sistema español desprecia y margina al ciudadano, que ni siquiera puede hacer llegar sus deseos y anhelos a las Cámaras porque las iniciativas legislativas populares dependen de lo que quieran los partidos y porque ni siquiera existe relación entre los diputados y senadores con los ciudadanos a los que dicen representar.
Sin una ley igual para todos, sin controles que limiten el poder de los poderosos, sin los contrapesos y cautelas propios del sistema democrático, el sistema español es un auténtico fraude, una auténtica dictadura de partidos políticos sin ciudadanos y sin garantías.
Sinceramente, creo que Belén Esteban tiene mas de filósofa que España de demócrata. Y estoy dispuesto a demostrarlo ante quien lo niegue y donde sea necesario.
Una de las mejores definiciones de la democracia real es "el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo" (Abrahan Lincoln, Gettysburg, 1863). Otro rasgo indisoluble de la democracia es que la titularidad del poder reside en la totalidad de los miembros de un pueblo o nación, lo que exige que la toma de decisiones responda a la voluntad colectiva de los ciudadanos. La más jurídica se refiere al conjunto de leyes y normas que limitan y controlan los poderes públicos para que no se extralimiten ni se salgan de los cauces de una ley que es igual para todos y que ha sido asumida por la mayoría.
Si se analizan esas definiciones y rasgos, se llega a la conclusión de que España es cualquier cosa menos una democracia. Con un presidente del gobierno (Rajoy) que tiende a dejar que los temas se solucionen solos y que el tiempo los haga olvidar, los problemas y los dramas persisten y siguen causando dolor. El pueblo queda de ese modo excluido de las decisiones y es maltratado por su principal representante. La voluntad de los españoles es ignorada de manera sistemática por los representantes políticos, que se creen con el derecho a tomar las decisiones que consideren oportunas y a aprobar las leyes que a ellos les plazcan, incluso si el pueblo, mayoritariamente, desea lo contrario.
Si se analiza la democracia española desde la definición de Lincoln en Gettysburg, entonces la lejanía de la democracia es todavía mayor, ya que en España no gobierna el pueblo marginado, sino una casta, ni se gobierna por el pueblo, ni para el pueblo porque se gobierna para los amigos del poder y los intereses de los poderosos y de los partidos políticos prevalecen siempre sobre el interés general y el bien común.
Nadie sabe si la inmensa incultura democrática que exhiben los gobernantes es real o interesada, aunque mas bien parece que las reglas y normas básicas del sistema se ignoran porque a los políticos les conviene. La democracia tiene exigencias básicas sin las cuales no puede existir, ninguna de las cuales se respetan en España, donde el sistema vigente no se parece ni por asomo a una democracia real.
En España no existe la libre elección de los representantes, que en realidad son elegidos por los partidos, que son los que elaboran las listas "cerradas y bloqueadas", ante las cuales los ciudadanos sólo pueden decir "si" o "no", sin poder alterarlas ni introducir a sus preferidos. Tampoco existe separación e independencia en el funcionamiento de los poderes básicos del Estado, lo que convierte a la Justicia y al Parlamento en apéndices esclavos del Ejecutivo y de los partidos.
La ley no es igual para todos, ni las leyes vigentes son leyes asumidas por los ciudadanos, sino ideadas, debatidas y aprobadas por los políticos, en representación de sus respectivos partidos, sin participación de la ciudadanía, Para colmo de males y de violación a la democracia, esas leyes, producto de la voluntad partidista, se aplican con diferente rasero y de manera arbitraria: con rigor para el adversario y con benevolencia para el amigo, un comportamiento que genera injusticia, que convierte en impunes a los poderosos, sobre todo a los políticos y a sus amigos y que invalida por si mismo la democracia.
No existe una sociedad civil independiente y libre que funcione como contrapeso del poder político, ni una prensa independiente y libre que cumpla la misión de fiscalizar a los grandes poderes, ni el ciudadano es respetado y tomado en cuenta en la política, como consecuencia de su condición de soberano. El sistema español desprecia y margina al ciudadano, que ni siquiera puede hacer llegar sus deseos y anhelos a las Cámaras porque las iniciativas legislativas populares dependen de lo que quieran los partidos y porque ni siquiera existe relación entre los diputados y senadores con los ciudadanos a los que dicen representar.
Sin una ley igual para todos, sin controles que limiten el poder de los poderosos, sin los contrapesos y cautelas propios del sistema democrático, el sistema español es un auténtico fraude, una auténtica dictadura de partidos políticos sin ciudadanos y sin garantías.
Sinceramente, creo que Belén Esteban tiene mas de filósofa que España de demócrata. Y estoy dispuesto a demostrarlo ante quien lo niegue y donde sea necesario.
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