La política española ha sido tan sucia y maloliente que ha acabado con el bipartidismo. Las encuestas dicen claramente que el mapa político de España ha cambiado y que el futuro Parlamento estará integrado por cuatro fuerzas muy igualadas: PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos, a las que hay que acompañarán una debilitada Izquierda Unida, un escuálido UPyD y los nacionalistas de siempre, dedicados a su sucia tarea de demoler España.
La italianización de España es ya un hecho y eso significa el fin del monopolio del poder que han disfrutado, durante mas de tres décadas, el PSOE y el PP, una situación que les permitía disfrutar del poder casi en sistema de monopolio y alternarse en el gobierno. A partir de ahora, las mayorías absolutas serán casi imposible y la división de los votos obligará a los partidos a negociar y a luchar con mas intensidad por ganarse la voluntad de los ciudadanos.
La italianización de España ha sido consecuencia de la estupidez y de la podredumbre de unos partidos políticos que lo han perdido todo, desde la capacidad de ser decentes y democráticos a la inteligencia suficiente para comprender que los ciudadanos les exigen que se renueven y regeneren porque están podridos y caducados hasta las pestañas.
Si hubieran reaccionado ante lo que les advertían esas encuestas en las que los ciudadanos señalaban a los políticos y a sus partidos como uno de los peores problemas de España o si hubieran escachado a los que les advertían que el rechazo de los ciudadanos iba tan en serio que se estaba transformando en odio, hubieran evitado la italianización, pero han sido, como es habitual en ellos, arrogantes y estúpidos, prefiriendo morir antes que reformarse.
Para cualquier observador que no fuera cretino estaba claro desde el estallido del 15 M, que los españoles exigían a sus grandes partidos que se regenerasen, pero los muy torpes y arrogantes despreciaron el aviso y pensaron que el rechazo ciudadano y el dedo que les acusaba y les reprochaba su suciedad y fracaso se movía sólo porque sentía los efectos de la crisis. Tanto el PP como el PSOE creyeron que cuando regresara la prosperidad, todo volvería a ser como antes, despreciando una vez mas los sentimientos y las demandas de los ciudadanos.
Y se equivocaron, tanto que los dos partidos perdieron la hegemonía por imbéciles y permitieron que los ciudadanos dieran su apoyo entusiasta a nuevas fuerzas que entraban con vigor en el escenario político, sobre todo a Podemos y a Ciudadanos.
Los grandes culpables de la italianización y del desprestigio de la vieja política española no son otros que los González, Aznar, Zapatero, Rubalcaba, Rajoy y sus secuaces, tipos que han conducido la nave de España con la misma pericia que un mono loco, arruinando el país, destruyendo sus valores, llenándolo de desempleados y conduciéndolo hacia la ruina, la pobreza, el desprestigio internacional, el fracaso, la disgregación y la tristeza.
El PP y el PSOE, junto con IU y sus cómplices nacionalistas, estimuladores de la división y del odio a España, son los grandes culpables del desastre español, los que han construido un país empobrecido, lleno de desempleados, en peligro de romperse, arruinado, lleno de deudas y de políticos parásitos del Estado, despilfarrador y extraordinariamente injusto y antidemocrático.
La reacción del pueblo ante semejante atentado a la dignidad y el futuro de España como nación ha sido apoyar nuevas formaciones, despreciar a las viejas y rumiar la venganza en las urnas, hasta hacer morder el polvo a los forjadores de la España desigual, injusta, empobrecida y corrupta.
La italianización de España es ya un hecho y eso significa el fin del monopolio del poder que han disfrutado, durante mas de tres décadas, el PSOE y el PP, una situación que les permitía disfrutar del poder casi en sistema de monopolio y alternarse en el gobierno. A partir de ahora, las mayorías absolutas serán casi imposible y la división de los votos obligará a los partidos a negociar y a luchar con mas intensidad por ganarse la voluntad de los ciudadanos.
La italianización de España ha sido consecuencia de la estupidez y de la podredumbre de unos partidos políticos que lo han perdido todo, desde la capacidad de ser decentes y democráticos a la inteligencia suficiente para comprender que los ciudadanos les exigen que se renueven y regeneren porque están podridos y caducados hasta las pestañas.
Si hubieran reaccionado ante lo que les advertían esas encuestas en las que los ciudadanos señalaban a los políticos y a sus partidos como uno de los peores problemas de España o si hubieran escachado a los que les advertían que el rechazo de los ciudadanos iba tan en serio que se estaba transformando en odio, hubieran evitado la italianización, pero han sido, como es habitual en ellos, arrogantes y estúpidos, prefiriendo morir antes que reformarse.
Para cualquier observador que no fuera cretino estaba claro desde el estallido del 15 M, que los españoles exigían a sus grandes partidos que se regenerasen, pero los muy torpes y arrogantes despreciaron el aviso y pensaron que el rechazo ciudadano y el dedo que les acusaba y les reprochaba su suciedad y fracaso se movía sólo porque sentía los efectos de la crisis. Tanto el PP como el PSOE creyeron que cuando regresara la prosperidad, todo volvería a ser como antes, despreciando una vez mas los sentimientos y las demandas de los ciudadanos.
Y se equivocaron, tanto que los dos partidos perdieron la hegemonía por imbéciles y permitieron que los ciudadanos dieran su apoyo entusiasta a nuevas fuerzas que entraban con vigor en el escenario político, sobre todo a Podemos y a Ciudadanos.
Los grandes culpables de la italianización y del desprestigio de la vieja política española no son otros que los González, Aznar, Zapatero, Rubalcaba, Rajoy y sus secuaces, tipos que han conducido la nave de España con la misma pericia que un mono loco, arruinando el país, destruyendo sus valores, llenándolo de desempleados y conduciéndolo hacia la ruina, la pobreza, el desprestigio internacional, el fracaso, la disgregación y la tristeza.
El PP y el PSOE, junto con IU y sus cómplices nacionalistas, estimuladores de la división y del odio a España, son los grandes culpables del desastre español, los que han construido un país empobrecido, lleno de desempleados, en peligro de romperse, arruinado, lleno de deudas y de políticos parásitos del Estado, despilfarrador y extraordinariamente injusto y antidemocrático.
La reacción del pueblo ante semejante atentado a la dignidad y el futuro de España como nación ha sido apoyar nuevas formaciones, despreciar a las viejas y rumiar la venganza en las urnas, hasta hacer morder el polvo a los forjadores de la España desigual, injusta, empobrecida y corrupta.
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