Hay un dicho, inventado y propagado por los políticos para ganar poder y legitimidad, que dice que "el que no vota no tiene derecho a quejarse". Esa sentencia, en las actuales circunstancias de España, no sólo es falsa, sino contraria a la democracia. La verdad es que todo aquel que vote a políticos con poderes y responsabilidades en la España actual está fortaleciendo el sistema corrupto y no tendrá después derecho a quejarse cuando sea aplastado, humillado, empobrecido y se sienta degradado por aquellos que él mismo eligió con su voto.
La insumisión es siempre el primer deber ético de todo demócrata y ciudadano libre frente al abuso de poder y el mal gobierno. Las leyes superiores, aquellas que forman parte de la naturaleza y tradición humana y que han pervivido a lo largo de los siglos, estén o no escritas o reconocidas, garantizan al hombre su derecho a oponerse a gobiernos inicuos e injustos y a procurar, utilizando métodos pacificos, que el poder esté en manos de gente decente y con valores, nunca de corruptos y delincuentes.
El primer deber de un demócrata cuando la política ha caído en los actuales niveles de bajeza y el país está dominado por castas políticas donde abundan los piojos humanos y los saqueadores, es hacer todo lo posible por erradicar esa enfermedad y regenerar el país, un deber que exige, como primera obligación, no votar o emitir votos en blanco o nulos como señal de protesta.
La insumisión puede practicarse de diversas formas: en el plano fiscal, manifestándose, propagando información crítica y de denuncia, presionando a los políticos en las calles y actos con pitidos y abucheos para que sientan el desprecio y la furia ciudadana por su comportamiento, haciendo proselitismo y generando oposición en la ciudadanía y un largo etcétera, pero la insumisión mas fácil y eficaz es la de no hacer caso al llamamiento de los políticos cuando nos necesitan de verdad, cuando nos piden el voto, porque el voto es la forma de ellos justificarse, de decir que son "democráticos", y así ya pueden hacer todas las tropelías que quieran para mantenerse en el poder y seguir saqueando y utilizando el poder para su propio beneficio.
Votar a cualquier partido que haya tenido responsabilidades de gobierno en las tres últimas décadas, tanto en el gobierno central como en las autonomías, representa la peor traición a la democracia y a la ética, al mismo tiempo que nos convierte en cómplices de la sucia tarea de empobrecimiento y destrucción de la nación.
La insumisión es siempre el primer deber ético de todo demócrata y ciudadano libre frente al abuso de poder y el mal gobierno. Las leyes superiores, aquellas que forman parte de la naturaleza y tradición humana y que han pervivido a lo largo de los siglos, estén o no escritas o reconocidas, garantizan al hombre su derecho a oponerse a gobiernos inicuos e injustos y a procurar, utilizando métodos pacificos, que el poder esté en manos de gente decente y con valores, nunca de corruptos y delincuentes.
El primer deber de un demócrata cuando la política ha caído en los actuales niveles de bajeza y el país está dominado por castas políticas donde abundan los piojos humanos y los saqueadores, es hacer todo lo posible por erradicar esa enfermedad y regenerar el país, un deber que exige, como primera obligación, no votar o emitir votos en blanco o nulos como señal de protesta.
La insumisión puede practicarse de diversas formas: en el plano fiscal, manifestándose, propagando información crítica y de denuncia, presionando a los políticos en las calles y actos con pitidos y abucheos para que sientan el desprecio y la furia ciudadana por su comportamiento, haciendo proselitismo y generando oposición en la ciudadanía y un largo etcétera, pero la insumisión mas fácil y eficaz es la de no hacer caso al llamamiento de los políticos cuando nos necesitan de verdad, cuando nos piden el voto, porque el voto es la forma de ellos justificarse, de decir que son "democráticos", y así ya pueden hacer todas las tropelías que quieran para mantenerse en el poder y seguir saqueando y utilizando el poder para su propio beneficio.
Votar a cualquier partido que haya tenido responsabilidades de gobierno en las tres últimas décadas, tanto en el gobierno central como en las autonomías, representa la peor traición a la democracia y a la ética, al mismo tiempo que nos convierte en cómplices de la sucia tarea de empobrecimiento y destrucción de la nación.
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