¿Quien va a pagar por el mafioso, arbitrario e indecente funcionamiento de Hacienda durante décadas? ¿Qué político o que inspectores de hacienda van a ser inhabilitados o expulsados, ahora que los españoles han descubierto que Bárcenas, alias "Luis el cabrón", ex tesorero del Partido Popular y presunto repartidor de sobres en dinero negro entre prebostes de su partido, no solo robaba sin que su partido se diera cuenta o hiciera algo por impedirlo, sino que también estafó 11,5 millones de euros a esa Hacienda pública española, que no somos todos? ¿Quien nos va a explicar por que a cualquier pequeño empresario o ciudadano trabajador lo persiguen hasta debajo de la cama, lo acosan y castigan por solo 100 euros, mientras a "Luis el cabrón" o a cualquier otro dirigente político le eximen de pagos, vuelven el rostro hacia otro lado o le devuelven 70.000 euros en las liquidaciones falsas que presentaba? En concreto, la declaración de Bárcenas tuvo un resultado negativo entre los ejercicios 2000 y 2005, ambos inclusive, y también en 2009, cuando el Estado le devolvió un total de 72.269,72 euros. Solo en esos años, tenía que haber ingresado 5.609.687,84 euros por el IRPF. ¿Por qué no sale Montoro a explicar a los españoles que no solo somos distintos ante la ley sino que también somo "diferentes" ante Hacienda? ¿O por qué no vuelve a salir Su Majestad a pedir perdón por haber dicho una de las barbaridades mas grandes, desde la muerte de Franco, cuando afirmó que "los españoles somos iguales ante la ley?
Es evidente que en España ya no interesa ser ingeniero, inventor, empresarios o profesional de éxito y que lo único que interesa es ser político para gozar de impunidad, patente de corso y dosis insoportables de arrogancia y poder sin control. Cualquier ciudadano con mas de 50 años, si volviera a nacer emigraría a otro país o apuntaría a sus hijos a un partido político, única forma garantizada en este país saqueado de evitar ser pobre o fracasado.
El rechazo ciudadano a la corrupción crece en la encuesta última del CIS, pero nadie pide perdón y los políticos siguen gozando de su estatus privilegiado, sin hacer caso del aliento del desprecio ciudadano que sopla en sus cuellos. La pocilga española está en pleno apogeo, con políticos a los que no se les exige nada, que nunca dimiten, rechazados por los ciudadanos, apalancados en el poder mientras acumulan desprecio cívico y hasta odio, señalados por la ciudadanía y hasta por los tribunales como corruptos, encuadrados en partidos políticos algunos de los cuales tienen mas causas abiertas ante los tribunales que la banda terrorista ETA. Europa acaba de acusarles de haber cobrado un impuesto injusto, de manera tozuda y reincidente, durante once años, el famoso "céntimo" sanitario, que en algunas comunidades llegó a superar los cinco céntimos por litro de combustible. Son insaciables, ineptos, corruptos, torpes, arrogantes, miserables y culpables de casi todos los males que aquejan a España. Han arruinado el sistema financiero integrado por las cajas de ahorros, entidades ricas y eficientes a las que saquearon de manera impune. Ni un sólo banquero corrupto y saqueador está en la cárcel, ni ninguno de sus padrinos políticos.
El hedor es insoportable en España. Los que bendijeron desde el poder la estafa masiva de las participaciones preferentes, gracias a la cual se capitalizaron indecentemente los bancos, siguen gobernando y ocupando puestos de lujo en las administraciones, con las posaderas sentadas en poltronas y coches oficiales de alta gama.
La gente paga impuestos en España por miedo al castigo. Deben contarse con los dedos de una sola mano los que pagan convencidos de que los impuestos son buenos para sufragar los servicios públicos. La mayoría sospechamos y tememos que los impuestos que nos cobran los políticos impunes, aquellos mismos que nos mienten y engañan a diario, podrían ser utilizados para fines indignos o servir para enriquecer a canallas y ladrones escudados tras el poder.
España necesita un rescate ético y el papa Francisco debería convocar una "cruzada" para reconquistar para el bien la vieja España, de la que se han apoderado las huestes del mal y cuyos ciudadanos son rehenes de dirigentes sin alma ni grandeza.
Ha bastado con que los políticos hayan sido expulsados de Bankia, cediendo su sitio a profesionales, para que esa entidad, saqueada y reflotada con mas de 20.000 millones de euros procedentes de los impuestos, haya recuperado la salud y vuelva a ser un negocio. Los españoles no lo saben, pero si expulsáramos a los políticos de las universidades, de los hospitales, de los ministerios y de cualquier espacio de poder que ocupen en la sociedad, España comenzaría a resurgir.
Ellos son el problema y la peor de las lacras porque se han olvidado de los valores y de las virtudes y se han arrojado en brazos del único Dios en el que creen: el dios del poder y del privilegio bastardo.
Es evidente que en España ya no interesa ser ingeniero, inventor, empresarios o profesional de éxito y que lo único que interesa es ser político para gozar de impunidad, patente de corso y dosis insoportables de arrogancia y poder sin control. Cualquier ciudadano con mas de 50 años, si volviera a nacer emigraría a otro país o apuntaría a sus hijos a un partido político, única forma garantizada en este país saqueado de evitar ser pobre o fracasado.
El rechazo ciudadano a la corrupción crece en la encuesta última del CIS, pero nadie pide perdón y los políticos siguen gozando de su estatus privilegiado, sin hacer caso del aliento del desprecio ciudadano que sopla en sus cuellos. La pocilga española está en pleno apogeo, con políticos a los que no se les exige nada, que nunca dimiten, rechazados por los ciudadanos, apalancados en el poder mientras acumulan desprecio cívico y hasta odio, señalados por la ciudadanía y hasta por los tribunales como corruptos, encuadrados en partidos políticos algunos de los cuales tienen mas causas abiertas ante los tribunales que la banda terrorista ETA. Europa acaba de acusarles de haber cobrado un impuesto injusto, de manera tozuda y reincidente, durante once años, el famoso "céntimo" sanitario, que en algunas comunidades llegó a superar los cinco céntimos por litro de combustible. Son insaciables, ineptos, corruptos, torpes, arrogantes, miserables y culpables de casi todos los males que aquejan a España. Han arruinado el sistema financiero integrado por las cajas de ahorros, entidades ricas y eficientes a las que saquearon de manera impune. Ni un sólo banquero corrupto y saqueador está en la cárcel, ni ninguno de sus padrinos políticos.
El hedor es insoportable en España. Los que bendijeron desde el poder la estafa masiva de las participaciones preferentes, gracias a la cual se capitalizaron indecentemente los bancos, siguen gobernando y ocupando puestos de lujo en las administraciones, con las posaderas sentadas en poltronas y coches oficiales de alta gama.
La gente paga impuestos en España por miedo al castigo. Deben contarse con los dedos de una sola mano los que pagan convencidos de que los impuestos son buenos para sufragar los servicios públicos. La mayoría sospechamos y tememos que los impuestos que nos cobran los políticos impunes, aquellos mismos que nos mienten y engañan a diario, podrían ser utilizados para fines indignos o servir para enriquecer a canallas y ladrones escudados tras el poder.
España necesita un rescate ético y el papa Francisco debería convocar una "cruzada" para reconquistar para el bien la vieja España, de la que se han apoderado las huestes del mal y cuyos ciudadanos son rehenes de dirigentes sin alma ni grandeza.
Ha bastado con que los políticos hayan sido expulsados de Bankia, cediendo su sitio a profesionales, para que esa entidad, saqueada y reflotada con mas de 20.000 millones de euros procedentes de los impuestos, haya recuperado la salud y vuelva a ser un negocio. Los españoles no lo saben, pero si expulsáramos a los políticos de las universidades, de los hospitales, de los ministerios y de cualquier espacio de poder que ocupen en la sociedad, España comenzaría a resurgir.
Ellos son el problema y la peor de las lacras porque se han olvidado de los valores y de las virtudes y se han arrojado en brazos del único Dios en el que creen: el dios del poder y del privilegio bastardo.
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