No se entiende que 7 u 8 millones de españoles voten al PP y que otros siete u ocho voten al PSOE, IU y los nacioñalismos del odio, a pesar de los daños terribles que esos partidos han causado y las fechorías que han perpetrado: mentiras, estafas, incumplimientos de promesas, corrupciones, abusos de poder, ruina económica, desempleo, injusticia, despilfarros, malversaciones y otros muchos daños y estragos.
Las cuentas no salen porque los que se benefician directamente del sistema y sus familias no suman ni siquiera cinco millones de votos. Los 11 millones restantes (o más) solo se explican porque, enfermos con el Síndrome de Estocolmo, se han enamorados de los verdugos que les destruyen y arruinan la vida.
Esos enfermos de psiquiátricos olvidan los casos de latrocinio, la supresión de derechos ciudadanos, las ayudas a la banca corrupta con dinero de los contribuyentes, los recortes en sanidad y la degradación que los políticos provocan en las universidades, hospitales, escuelas, escala de valores, economía, empresa y en casi todos los servicios y actividades.
El deterioro del país es alarmante, pero el síndrome de los esclavos, la ausencia de ética, las mentiras del poder y la pereza intelectual logran que la gente vote sin mayor responsabilidad.
España está tan enferma que no puede reaccionar y todo indica que seguirá secuestrada por los rufianes y mediocres que se han apoderado del poder.
Solo una reacción fuerte, indignada y decidida de la parte sana, consciente y pensante de la sociedad española contra la ignominia que reina en los palacios y estancias del poder podría desencadenar la corriente de rechazo necesaria para que la rebeldía contra la indecencia generalizada cristalice y logre un cambio drástico y saludable que consiga que el gigante de barro con el alma podrida del régimen de la falsa democracia se derrumbe.
Así pues, la principal misión de todos es trabajar para que este país despierte de este ya largo letargo y se salve de l dominio de los verdugos.
Francisco Rubiales
Las cuentas no salen porque los que se benefician directamente del sistema y sus familias no suman ni siquiera cinco millones de votos. Los 11 millones restantes (o más) solo se explican porque, enfermos con el Síndrome de Estocolmo, se han enamorados de los verdugos que les destruyen y arruinan la vida.
Esos enfermos de psiquiátricos olvidan los casos de latrocinio, la supresión de derechos ciudadanos, las ayudas a la banca corrupta con dinero de los contribuyentes, los recortes en sanidad y la degradación que los políticos provocan en las universidades, hospitales, escuelas, escala de valores, economía, empresa y en casi todos los servicios y actividades.
El deterioro del país es alarmante, pero el síndrome de los esclavos, la ausencia de ética, las mentiras del poder y la pereza intelectual logran que la gente vote sin mayor responsabilidad.
España está tan enferma que no puede reaccionar y todo indica que seguirá secuestrada por los rufianes y mediocres que se han apoderado del poder.
Solo una reacción fuerte, indignada y decidida de la parte sana, consciente y pensante de la sociedad española contra la ignominia que reina en los palacios y estancias del poder podría desencadenar la corriente de rechazo necesaria para que la rebeldía contra la indecencia generalizada cristalice y logre un cambio drástico y saludable que consiga que el gigante de barro con el alma podrida del régimen de la falsa democracia se derrumbe.
Así pues, la principal misión de todos es trabajar para que este país despierte de este ya largo letargo y se salve de l dominio de los verdugos.
Francisco Rubiales
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