En sentido estricto, no lo es porque ha sido elegido en las urnas, pero en realidad lo es porque la democracia es un sistema que se basa en la confianza de los administrados en los administradores, sin la cual los dirigentes, aunque hayan sido elegidos por el pueblo, dejan de ser legítimos para convertirse en tiranos rechazados y soportados por la fuerza. Funcionando de ese modo, el sistema democrático pierde su esencia y se convierte una modalidad suave de tiranía.
Zapatero, a quien más del 80 por ciento de los españoles le pide que se marche, se agarra a lo que él llama "el mandato" recibido en las urnas para continuar al frente de un gobierno que la mayoría de los ciudadanos ya no quieren. El argumento de Zapatero, aunque legal, es antidemocrático porque todo gobierno rechazado por los ciudadanos se transforma en tiránico.
Asumir el absurdo argumento de Zapatero de que, una vez recibido "el mandato" de las urnas, tiene que cumplirse, significa que cuando es elegido un político no existe marcha atrás y que el pueblo, que es soberano, está obligado a mantenerlo en el poder y a soportarlo aunque hubiera enloquecido, convertido en un auténtico canalla o degradado hasta ser un peligro público.
Zapatero sigue en el poder porque la democracia española es claramente imperfecta y porque aquellos que la diseñaron construyeron una partitocracia en lugar de una verdadera democracia. El sistema, en España, tiene tantos fallos y lagunas legales que es de los más deplorables de todo el mundo desarrollado.
En España son los partidos los que realmente eligen a los representantes, no los ciudadanos. Son los partidos los que elaboran las listas de candidatos, listas inamovibles ante las que el elector sólo puede aceptarlas o rechazarlas en bloque. El sistema, típico de la partitocracia, impide elegir a los mejores y que la lealtad de los elegidos esté orientada a los electores, propiciando que los diputados y senadores obedezcan y deban lealtad a los líderes de sus partidos, no a los ciudadanos a los que dicen representar, con los que apenas se relacionan.
Pero hay muchas más irregularidades en la mal llamada democracia española, entre las que destacan el poder sin control de los partidos políticos, la polítización de la Justicia, la mordaza del Parlamento, la manipulación de la Fiiscalía, la marginación del ciudadano, que ha sido expulsado del sistema de toma de decisiones, el control de la prensa por parte de los partidos y del Ejecutivo, y otras muchas más.
Sin embargo, ninguna de las carencias es tan grave como el "blindaje" y la práctica impunidad de la casta política en general y del gobierno, en especial, que no podría ser removido por los ciudadanos, aunque el ciento por ciento de la sociedad lo deseara.
Esas carencias y abusos, unidos a la mala gestión realizada por la "casta" política y a la fácil convivencia del gobierno y de los partidos con la corrupción, han convertido la llamada "democracia española" en una verdadera pocilga, que necesita ser refundada y sustituida por una democracia auténtica, bajo control ciudadano, en la que los sinvergüenzas sean perseguidos y en la que los políticos tengan que esforzarse por ganarse, constantemente, el apoyo de los ciudadanos, que deben ser tratados como lo que realmente son, como los soberanos del sistema, no como escoria manipulable.
Zapatero, a quien más del 80 por ciento de los españoles le pide que se marche, se agarra a lo que él llama "el mandato" recibido en las urnas para continuar al frente de un gobierno que la mayoría de los ciudadanos ya no quieren. El argumento de Zapatero, aunque legal, es antidemocrático porque todo gobierno rechazado por los ciudadanos se transforma en tiránico.
Asumir el absurdo argumento de Zapatero de que, una vez recibido "el mandato" de las urnas, tiene que cumplirse, significa que cuando es elegido un político no existe marcha atrás y que el pueblo, que es soberano, está obligado a mantenerlo en el poder y a soportarlo aunque hubiera enloquecido, convertido en un auténtico canalla o degradado hasta ser un peligro público.
Zapatero sigue en el poder porque la democracia española es claramente imperfecta y porque aquellos que la diseñaron construyeron una partitocracia en lugar de una verdadera democracia. El sistema, en España, tiene tantos fallos y lagunas legales que es de los más deplorables de todo el mundo desarrollado.
En España son los partidos los que realmente eligen a los representantes, no los ciudadanos. Son los partidos los que elaboran las listas de candidatos, listas inamovibles ante las que el elector sólo puede aceptarlas o rechazarlas en bloque. El sistema, típico de la partitocracia, impide elegir a los mejores y que la lealtad de los elegidos esté orientada a los electores, propiciando que los diputados y senadores obedezcan y deban lealtad a los líderes de sus partidos, no a los ciudadanos a los que dicen representar, con los que apenas se relacionan.
Pero hay muchas más irregularidades en la mal llamada democracia española, entre las que destacan el poder sin control de los partidos políticos, la polítización de la Justicia, la mordaza del Parlamento, la manipulación de la Fiiscalía, la marginación del ciudadano, que ha sido expulsado del sistema de toma de decisiones, el control de la prensa por parte de los partidos y del Ejecutivo, y otras muchas más.
Sin embargo, ninguna de las carencias es tan grave como el "blindaje" y la práctica impunidad de la casta política en general y del gobierno, en especial, que no podría ser removido por los ciudadanos, aunque el ciento por ciento de la sociedad lo deseara.
Esas carencias y abusos, unidos a la mala gestión realizada por la "casta" política y a la fácil convivencia del gobierno y de los partidos con la corrupción, han convertido la llamada "democracia española" en una verdadera pocilga, que necesita ser refundada y sustituida por una democracia auténtica, bajo control ciudadano, en la que los sinvergüenzas sean perseguidos y en la que los políticos tengan que esforzarse por ganarse, constantemente, el apoyo de los ciudadanos, que deben ser tratados como lo que realmente son, como los soberanos del sistema, no como escoria manipulable.
Comentarios: