El retroceso electoral del PSOE y la huida del socialismo español hacia el radicalismo y la extrema izquierda, unidos a la decepción profunda que está causando la derecha española del Partido Popular, que ha abandonado todo atisbo de liberalismo para practicar políticas socialdemócratas y estatalistas, dejan en el espectro político español un amplio y confortable espacio para que lo ocupe un partido liberal, una derecha más clásica, democrática y diferenciada con el PSOE que el actual Partido Popular, demasiado parecido al socialismo en muchos rasgos y comportamientos y demasiado socialdemócrata en muchas de sus actuaciones y enfoques.
El liberalismo es uno de los componentes teóricos del actual Partido Popular, pero es evidente que está relegado y carece del aprecio de Rajoy y de sus colaboradores. Una de las esencias del liberalismo es el apoyo a la libre empresa y a la autonomía del ciudadano, justo lo contrario de lo que está haciendo el gobierno de Rajoy. Otra creencia básica liberal es que el dinero, donde mejor está es en el bolsillo de los ciudadanos, lo contrario de lo que cree Rajoy, que está acribillando con impuestos desorbitados a ciudadanos y empresas.
El liberalismo, dentro del PP, está hoy representado, principalmente, por Esperanza Aguirre, cuya política en la comunidad de Madrid se diferencia en algunos rasgos de la que practica el PP en otras comunidades autónomas y en el gobierno nacional.
El liberalismo es el inventor de la democracia moderna y tiene escasa fe y aprecio por el Estado, que reduce siempre al mínimo y al que le corta las alas, los recursos y las ambiciones para que no sea intervencionista y esclavice a los ciudadanos. El liberalismo se apoya más en la ciudadanía que en el poder público, justo lo contrario de lo que está haciendo el PP en la actualidad.
Objetivamente, en la España actual existirían más diferencias entre un partido autenticamente liberal y el PP que las que separan al PP del PSOE, dos partidos que coinciden en aspectos tan decisivos como la marginación del ciudadano, el desprecio a la verdadera democracia, el culto a la partitocracia, el sometimiento a los mercados, la adhesión al capitalismo, la fácil convivencia con la corrupción y un intervencionismo público que, a veces, llega a subyugar al ciudadano.
En términos de espectro, tanto el PSOE como el PP se han deslizado hacia la izquierda, dejando libre en la derecha un espacio enorme, donde se sentirían muy a gusto millones de los actuales votantes del PP, muchos demócratas que no soportan el intervencionismo corrupto de los partidos y no pocos liberales que hoy se sienten huérfanos y se abstienen de votar por incompatibilidad manifiesta con el Partido Popular.
El liberalismo es uno de los componentes teóricos del actual Partido Popular, pero es evidente que está relegado y carece del aprecio de Rajoy y de sus colaboradores. Una de las esencias del liberalismo es el apoyo a la libre empresa y a la autonomía del ciudadano, justo lo contrario de lo que está haciendo el gobierno de Rajoy. Otra creencia básica liberal es que el dinero, donde mejor está es en el bolsillo de los ciudadanos, lo contrario de lo que cree Rajoy, que está acribillando con impuestos desorbitados a ciudadanos y empresas.
El liberalismo, dentro del PP, está hoy representado, principalmente, por Esperanza Aguirre, cuya política en la comunidad de Madrid se diferencia en algunos rasgos de la que practica el PP en otras comunidades autónomas y en el gobierno nacional.
El liberalismo es el inventor de la democracia moderna y tiene escasa fe y aprecio por el Estado, que reduce siempre al mínimo y al que le corta las alas, los recursos y las ambiciones para que no sea intervencionista y esclavice a los ciudadanos. El liberalismo se apoya más en la ciudadanía que en el poder público, justo lo contrario de lo que está haciendo el PP en la actualidad.
Objetivamente, en la España actual existirían más diferencias entre un partido autenticamente liberal y el PP que las que separan al PP del PSOE, dos partidos que coinciden en aspectos tan decisivos como la marginación del ciudadano, el desprecio a la verdadera democracia, el culto a la partitocracia, el sometimiento a los mercados, la adhesión al capitalismo, la fácil convivencia con la corrupción y un intervencionismo público que, a veces, llega a subyugar al ciudadano.
En términos de espectro, tanto el PSOE como el PP se han deslizado hacia la izquierda, dejando libre en la derecha un espacio enorme, donde se sentirían muy a gusto millones de los actuales votantes del PP, muchos demócratas que no soportan el intervencionismo corrupto de los partidos y no pocos liberales que hoy se sienten huérfanos y se abstienen de votar por incompatibilidad manifiesta con el Partido Popular.
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