La vallesoletana Ángela Bachiller se ha convertido, a los 30 años, en la primera concejal con síndrome de Down de España. La “progresía” ha presentado ese nombramiento a la sociedad como un “éxito” y un “avance”, utilizando el adjetivo “primera”, dando a entender que no será el último político con Down que se incorpore a la “casta”.
No tenemos nada en contra de los síndromes de down, sino todo lo contrario. Es probable, incluso, que en decencia y valores, la concejala de Valladolid supere a la inmensa mayoría de sus impresentables colegas. Los que padecen el Down merecen apoyo, cuidado especial de la sociedad y facilidades para que vivan con dignidad, pero no estamos de acuerdo en que se incorporen a la política. Entendemos que los políticos son elegidos para gobernar, una tarea de élite que requiere capacidad para analizar los problemas, anticiparse a ellos y debatir en busca de consenso, discernimiento y soluciones, tareas que se escapan a las capacidades de los que tienen el síndrome.
Ya basta de someterse a los dictados de esa parte descerebrado y demente la de izquierda "progre" española, que no sólo desconoce la democracia, sino que en lo profundo de sus almas desprecian ese sistema y solo se someten a él porque no tienen otro remedio. En este blog Voto en Blanco no nos sometemos a la dictadura de lo políticamente correcto y no reconocemos otra dictadura que la de la verdad.
Este nombramiento de Valladolid es la enésima locura de una clase política española degradada y corrupta, en la que parece que todo vale, cuando la democracia exige muchas capacidades, valores, decencia y preparación. El próximo paso quizás sea nombrar en España a un presidente de gobierno con el síndrome de down, algo no demasiado difícil después de haber padecido a Zapatero y a Rajoy. La política tiene que regenerarse en España, lo que significa no solo designar a personas con solvencia ética y profesional, sino también a gente con inteligencia, idiomas y capacidad profesional para que puedan gobernar sabia y eficazmente.
Para los “progres” parece que vale todo y por eso le exigen menos a un alcalde y a un ministro que a una secretaria o un oficinista. Esa falta de exigencias a los políticos, cuando deberían exigírsele por lo menos alta solvencia moral, preparación intelectual, valores y un certificado de salud mental, es todo un escándalo que debe provocar indignación y rabia en la ciudadanía y que debemos cortar por lo sano, ya cansados de padecer a incompetentes y rufianes al frente de la vida pública española.
No tenemos nada en contra de los síndromes de down, sino todo lo contrario. Es probable, incluso, que en decencia y valores, la concejala de Valladolid supere a la inmensa mayoría de sus impresentables colegas. Los que padecen el Down merecen apoyo, cuidado especial de la sociedad y facilidades para que vivan con dignidad, pero no estamos de acuerdo en que se incorporen a la política. Entendemos que los políticos son elegidos para gobernar, una tarea de élite que requiere capacidad para analizar los problemas, anticiparse a ellos y debatir en busca de consenso, discernimiento y soluciones, tareas que se escapan a las capacidades de los que tienen el síndrome.
Ya basta de someterse a los dictados de esa parte descerebrado y demente la de izquierda "progre" española, que no sólo desconoce la democracia, sino que en lo profundo de sus almas desprecian ese sistema y solo se someten a él porque no tienen otro remedio. En este blog Voto en Blanco no nos sometemos a la dictadura de lo políticamente correcto y no reconocemos otra dictadura que la de la verdad.
Este nombramiento de Valladolid es la enésima locura de una clase política española degradada y corrupta, en la que parece que todo vale, cuando la democracia exige muchas capacidades, valores, decencia y preparación. El próximo paso quizás sea nombrar en España a un presidente de gobierno con el síndrome de down, algo no demasiado difícil después de haber padecido a Zapatero y a Rajoy. La política tiene que regenerarse en España, lo que significa no solo designar a personas con solvencia ética y profesional, sino también a gente con inteligencia, idiomas y capacidad profesional para que puedan gobernar sabia y eficazmente.
Para los “progres” parece que vale todo y por eso le exigen menos a un alcalde y a un ministro que a una secretaria o un oficinista. Esa falta de exigencias a los políticos, cuando deberían exigírsele por lo menos alta solvencia moral, preparación intelectual, valores y un certificado de salud mental, es todo un escándalo que debe provocar indignación y rabia en la ciudadanía y que debemos cortar por lo sano, ya cansados de padecer a incompetentes y rufianes al frente de la vida pública española.
Comentarios: