En enfrentamiento, dentro del PSOE, es profundo y más que coyuntural, más intenso que en tiempos de Prieto y de Largo Caballero, cuando aquella división condujo a España hasta la Guerra Civil de 1936. Nunca antes se había visto a los barones socialistas aprovechar el dia de reflexión para despedazar ayer a su secretario general, como si pidieran a los militantes gallegos y vascos que le castiguen en las urnas.
En realidad ese castigo es lo que esperan los adversarios de Sánchez, que integran una poderosa mayoría, capitaneada por Andalucía, Extremadura y Castilla la Mancha, para forzar un cambio en la secretaría general.
Los gritos hintéricos del catalán Iceta, uno de los pocos líderes socialistas regionales que están con Sánchez, fueron ayer paradigmáticos y muestra de la brutal división interna: "Pedro: ¡Resiste las presiones, líbranos de Rajoy y del PP!"
El PSOE está destrozado y agonizante, infectado de una mezcla letal de ambición y odio a la derecha, apostando por una insensata división de España entre derechas e izquierdas que muchos creíamos superada y arcaica pero que, por culpa de políticos miserables, vuelve a emponzoñar las vidas y el futuro de los españoles.
El desastre socialista comenzó cuando promovió aquel "cinturón sanitario" de Zapatero contra el PP y se acentuó cuando Pedro Sánchez entregó las alcaldías de las grandes ciudades a Podemos, rechazando cualquier alianza con el PP. La escenificación de ese odio profundo a Rajoy, que sobrecoge a muchos españoles y que los extranjeros no consiguen entender en la Europa del siglo XXI, se produjo ante las cámaras, en aquel debate electoral en el que Sánchez, con el odio visible en sus ojos, llamaba a Rajoy corrupto, ante millones de españoles.
Podría escribir ahora que España necesita un partido socialista limpio, sereno y cuerdo, pero ya ni siquiera estoy seguro de eso. Lo que España necesita es limpieza, cordura y serenidad, pero esos valores ya no están en el PSOE, ni en el sector de Pedro Sánchez, ni en el "socialismo de los Morancos". Donde quizás todavía quede algo de eso es en la Extremadura de Fernandez Vara, pero no demasiado. Y paremos de contar. El socialismo agoniza porque ha abrazado el odio y la ambición y, sobre todo, porque ha sustituido los valores por los privilegios y porque ha dejado a un lado la ideología y el concepto de servicio a la nación y a sus ciudadanos para entregarse al culto del poder y al reparto de los inmensos bienes que otorga el Estado a los partidos vencedores en la lamentable partitocracia (no democracia) española.
Francisco Rubiales
En realidad ese castigo es lo que esperan los adversarios de Sánchez, que integran una poderosa mayoría, capitaneada por Andalucía, Extremadura y Castilla la Mancha, para forzar un cambio en la secretaría general.
Los gritos hintéricos del catalán Iceta, uno de los pocos líderes socialistas regionales que están con Sánchez, fueron ayer paradigmáticos y muestra de la brutal división interna: "Pedro: ¡Resiste las presiones, líbranos de Rajoy y del PP!"
El PSOE está destrozado y agonizante, infectado de una mezcla letal de ambición y odio a la derecha, apostando por una insensata división de España entre derechas e izquierdas que muchos creíamos superada y arcaica pero que, por culpa de políticos miserables, vuelve a emponzoñar las vidas y el futuro de los españoles.
El desastre socialista comenzó cuando promovió aquel "cinturón sanitario" de Zapatero contra el PP y se acentuó cuando Pedro Sánchez entregó las alcaldías de las grandes ciudades a Podemos, rechazando cualquier alianza con el PP. La escenificación de ese odio profundo a Rajoy, que sobrecoge a muchos españoles y que los extranjeros no consiguen entender en la Europa del siglo XXI, se produjo ante las cámaras, en aquel debate electoral en el que Sánchez, con el odio visible en sus ojos, llamaba a Rajoy corrupto, ante millones de españoles.
Podría escribir ahora que España necesita un partido socialista limpio, sereno y cuerdo, pero ya ni siquiera estoy seguro de eso. Lo que España necesita es limpieza, cordura y serenidad, pero esos valores ya no están en el PSOE, ni en el sector de Pedro Sánchez, ni en el "socialismo de los Morancos". Donde quizás todavía quede algo de eso es en la Extremadura de Fernandez Vara, pero no demasiado. Y paremos de contar. El socialismo agoniza porque ha abrazado el odio y la ambición y, sobre todo, porque ha sustituido los valores por los privilegios y porque ha dejado a un lado la ideología y el concepto de servicio a la nación y a sus ciudadanos para entregarse al culto del poder y al reparto de los inmensos bienes que otorga el Estado a los partidos vencedores en la lamentable partitocracia (no democracia) española.
Francisco Rubiales
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