Los últimos movimientos, noticias y medidas del gobierno socialista español, en especial la última, que prohibe circular por las autovías a más de 110 kilómetros hora, una medida sin otro fin que vaciar los bolsillos de los ciudadanos, demuestran hasta la saciedad que el socialismo español sufre un deterioro brutal en sus ideas, comportamiento e, incluso, en su aspecto físico. Simultáneamente, la opinión pública conoce y se avergüenza del alto nivel de corrupción pública: un ex consejero de la Junta de Andalucía falsificó su historia laboral y declaró que empezó a trabajar el mismo día que nació.
La derrota que les espera en las urnas, a pesar de que una gran mayoría sociedad española adora a la izquierda y recela de la derecha, no es sólo porque han conducido al país hasta el desempleo masivo, la pobreza y la tristeza, sino porque se han deteriorado tanto que ya son irreconocibles. Su derrota será sólo la consecuencia lógica de su fea decadencia.
Cuando llegaron al poder, en 1982, se les veía espigados, imaginativos, osados, frescos y conquistadores, pero hoy son ya una banda mortecina, atrincherada en el privilegio. La mayoría de sus líderes, enriquecidos en el poder, se han transformado en élite, engordan y se ajamonan, al mismo tiempo que pierden su sintonia con las masas, su frescura, su sentido de la limpieza, su creatividad y su conexión con la realidad. Leire Pajín y Trinidad Jiménez son dos elocuentes imágenes del socialismo ajamonado que disfraza la realidad, gana peso, se enriquece, se habitúa al poder y enevejece mal.
En el pasado, desde la oposición, insultaban con saña al gobierno y predicaban la insumisión y la objección de conciencia, pero ahora, instalados en el poder, llaman "frikis" y "anarcoides" a los que les critican. Prometieron no prohibir, pero ahora se decican a prohibirlo todo. En el pasado criticaban las dictaduras, aunque sólo fueran las de derecha, pero ahora conviven con tiranos de todo pelaje, sobre todo con sátrapas disfrazados de rojo, como los que mandan en Cuba, Venezuela, Nicaragua, Irán, China y muchos más.
Hundieron a Adolfo Suárez con una lluvia de críticas horrendas, pero hoy llaman fascistas y antisistemas a los que se atreven a criticarles a ellos. Se han hecho conservadores, como los nuevos ricos de todo el mundo, y sus dos mayores obsesiones son conservar el poder y ganar patrimonio y posiciones en la sociedad.
Se han deteriorado, se han hecho demasiado ricos, se han aficionado al poder y hasta físicamente se han convertido en fofos y ajamonados.
José Bono, que ha amasado una fortuna durante su vida política, es la viva imagen del socialista nuevo rico y Leire Pajín la de la lideresa ajamonada. Detrás de ellos hay legiones de socialistas enriquecidos y ajamonados, todos ellos conservadores y hartos de privilegios y de buenos restaurantes con abundante sebo en la dieta.
La Historia reciente demuestra que ganan grasa al mismo rítmo que pierden sentido crítico y chispa. En el pasado, la imaginación y la osadía les llevo al poder, pero en el presente, la cobardía, la sumisión, la soberbia y la grasa les está llevando a la derrota. Incapaces de soportar y de explicar al pueblo sus corrupciones y contradicciones, recurren siempre al insulto y a la ofensa para escapar de su triste realidad de partido caducado. Lo único que les funciona ya es la propaganda. Cuando quieren demostrar que están vivos y que sigue presente su antiguo impulso reformista, los único que se les ocurre es cobrar más impuestos, cambiar cosas por cambiar y, sobre todo, prohibir: fumar, los toros, correr en las carreteras, etc., etc. Es como si la grasa les hubiera taponado las ideas y como si sus neuronas estuvieran paralizadas por los triglicéridos y el colesterol.
Como todo nuevo rico, se han hecho cobardes y son incapaces de plantarle cara a su líder, Zapatero, a pesar de que todos ellos saben que el presidente está incapacitado para gobernar un país como España, al que conduce hacia la ruina económica y moral, sin que ninguno de los ajamonados mueva un sólo dedo.
Es lamentable y penoso el terrible daño que el poder ha causado al PSOE. Impiden comisiones de investigación, ocultan sus desmanes, compran con publicidad y sunvenciones el silencio de los medios y ni siquiera reconocen que en comunidades como la Andaluza la corrupción pública está llegando hasta niveles de nausea. Han perdido el miedo a las leyes y al ciudadano, lo que les ha convertido en descarados. El escándalo andaluz de los falsos EREs, mediante los cuales muchos socialistas y ugetistas cobran buenas pensiones, financiadas con dinero público, de empresas en las que nunca trabajaron, demuestra un descaro desorbitado y una desfachatez digna de cárcel, pero los nuevos ricos del socialismo niegan la evidencia y sueñan con que el tiempo provocará el olvido.
Pero cada día son más los españoles que no están dispuestos a olvidar y que les preparan una ejemplarizante derrota en las urnas. Aunque desconfíen de una derecha española escasamente democrática, casi tan minada por la corrupción como la izquierda y plagada de herederos del antiguo señoritismo rural español, los ciudadanos van a votarla, aunque sólo sea para castigar la arrogancia de los nuevos amos rojos ajamonados.
La única excusa que podría esgrimir el PSOE es que todos los partidos, sean de derechas o de izquierdas, después de tantos años en el poder, se pudren. Es cierto y la prueba está en los partidos políticos que sustentaban a Ben Alí, Mubarak y Gadafi. Al final, ya no eran partidos, sino cofradías de usurpadores y sátrapas. Pero esa es una excusa de perdedores.
La derrota que les espera en las urnas, a pesar de que una gran mayoría sociedad española adora a la izquierda y recela de la derecha, no es sólo porque han conducido al país hasta el desempleo masivo, la pobreza y la tristeza, sino porque se han deteriorado tanto que ya son irreconocibles. Su derrota será sólo la consecuencia lógica de su fea decadencia.
Cuando llegaron al poder, en 1982, se les veía espigados, imaginativos, osados, frescos y conquistadores, pero hoy son ya una banda mortecina, atrincherada en el privilegio. La mayoría de sus líderes, enriquecidos en el poder, se han transformado en élite, engordan y se ajamonan, al mismo tiempo que pierden su sintonia con las masas, su frescura, su sentido de la limpieza, su creatividad y su conexión con la realidad. Leire Pajín y Trinidad Jiménez son dos elocuentes imágenes del socialismo ajamonado que disfraza la realidad, gana peso, se enriquece, se habitúa al poder y enevejece mal.
En el pasado, desde la oposición, insultaban con saña al gobierno y predicaban la insumisión y la objección de conciencia, pero ahora, instalados en el poder, llaman "frikis" y "anarcoides" a los que les critican. Prometieron no prohibir, pero ahora se decican a prohibirlo todo. En el pasado criticaban las dictaduras, aunque sólo fueran las de derecha, pero ahora conviven con tiranos de todo pelaje, sobre todo con sátrapas disfrazados de rojo, como los que mandan en Cuba, Venezuela, Nicaragua, Irán, China y muchos más.
Hundieron a Adolfo Suárez con una lluvia de críticas horrendas, pero hoy llaman fascistas y antisistemas a los que se atreven a criticarles a ellos. Se han hecho conservadores, como los nuevos ricos de todo el mundo, y sus dos mayores obsesiones son conservar el poder y ganar patrimonio y posiciones en la sociedad.
Se han deteriorado, se han hecho demasiado ricos, se han aficionado al poder y hasta físicamente se han convertido en fofos y ajamonados.
José Bono, que ha amasado una fortuna durante su vida política, es la viva imagen del socialista nuevo rico y Leire Pajín la de la lideresa ajamonada. Detrás de ellos hay legiones de socialistas enriquecidos y ajamonados, todos ellos conservadores y hartos de privilegios y de buenos restaurantes con abundante sebo en la dieta.
La Historia reciente demuestra que ganan grasa al mismo rítmo que pierden sentido crítico y chispa. En el pasado, la imaginación y la osadía les llevo al poder, pero en el presente, la cobardía, la sumisión, la soberbia y la grasa les está llevando a la derrota. Incapaces de soportar y de explicar al pueblo sus corrupciones y contradicciones, recurren siempre al insulto y a la ofensa para escapar de su triste realidad de partido caducado. Lo único que les funciona ya es la propaganda. Cuando quieren demostrar que están vivos y que sigue presente su antiguo impulso reformista, los único que se les ocurre es cobrar más impuestos, cambiar cosas por cambiar y, sobre todo, prohibir: fumar, los toros, correr en las carreteras, etc., etc. Es como si la grasa les hubiera taponado las ideas y como si sus neuronas estuvieran paralizadas por los triglicéridos y el colesterol.
Como todo nuevo rico, se han hecho cobardes y son incapaces de plantarle cara a su líder, Zapatero, a pesar de que todos ellos saben que el presidente está incapacitado para gobernar un país como España, al que conduce hacia la ruina económica y moral, sin que ninguno de los ajamonados mueva un sólo dedo.
Es lamentable y penoso el terrible daño que el poder ha causado al PSOE. Impiden comisiones de investigación, ocultan sus desmanes, compran con publicidad y sunvenciones el silencio de los medios y ni siquiera reconocen que en comunidades como la Andaluza la corrupción pública está llegando hasta niveles de nausea. Han perdido el miedo a las leyes y al ciudadano, lo que les ha convertido en descarados. El escándalo andaluz de los falsos EREs, mediante los cuales muchos socialistas y ugetistas cobran buenas pensiones, financiadas con dinero público, de empresas en las que nunca trabajaron, demuestra un descaro desorbitado y una desfachatez digna de cárcel, pero los nuevos ricos del socialismo niegan la evidencia y sueñan con que el tiempo provocará el olvido.
Pero cada día son más los españoles que no están dispuestos a olvidar y que les preparan una ejemplarizante derrota en las urnas. Aunque desconfíen de una derecha española escasamente democrática, casi tan minada por la corrupción como la izquierda y plagada de herederos del antiguo señoritismo rural español, los ciudadanos van a votarla, aunque sólo sea para castigar la arrogancia de los nuevos amos rojos ajamonados.
La única excusa que podría esgrimir el PSOE es que todos los partidos, sean de derechas o de izquierdas, después de tantos años en el poder, se pudren. Es cierto y la prueba está en los partidos políticos que sustentaban a Ben Alí, Mubarak y Gadafi. Al final, ya no eran partidos, sino cofradías de usurpadores y sátrapas. Pero esa es una excusa de perdedores.
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