Los políticos y sus medios de comunicación domesticados lo ocultan, pero el verdadero vencedor en las recientes elecciones andaluzas y asturianas del 25 de marzo ha sido la abstención, que es la manifestación directa y palpable del rechazo a la casta política y del desinterés actual de la ciudadanía española por una política que considera de pésima calidad, corrupta, antidemocrática y opresiva.
Dicen los políticos y su corte mediática que la fuerte abstención se debió al cambio de horario o a la crisis, pero silencian que la verdadera causa de la ausencia masiva de los ciudadanos en las urnas es el descrédito y el desprecio a la casta política, un fenómeno que en España tiene una extraordinaria importancia y que, en si mismo, deslegitima al sistema.
Los políticos son en España el tercer problema para los ciudadanos, pero en Andalucía son ya el segundo, por delante, incluso, de la crisis económica y sólo superado por el terrible drama del paro.
La abastención obtuvo en Andalucía un 37.77 por ciento, mientras que el PP obtuvo un 25.16 y el PSOE un 24.45, lo que refleja una victoria abrumadora de los abstencionistas, cada día más fuerte en una España que, por falta de democracia y de liderazgo, no merece que los ciudadanos acudan a las urnas, en la que una parte de la población, envilecida y sometida, es capaz de entregar el poder a partidos políticos tan marcados por la corrupción, la arbitratiedad y el delito que, si existiera una Justicia democrática y limpia, serían juzgados como asociaciones de malhechores.
Ante la podredumbre del PSOE, que ya roba sin pudor desde la misma Junta de Andalucía, y la cobarde debilidad del PP, incapaz de afrontar con solvencia su papel y la realidad de España, muchos cientos de miles de ciudadanos han optado por abstenerse y demostrar así su desprecio a los políticos. Muchos de esos abstencionistas fueron votantes del PP en las elecciones generales del 20 de noviembre último, cuando el rechazo a Zapatero, enterrador de España, era tan grande que producía cierto espejismo de ilusión en la llegada del PP al poder. Pero ahora, una vez comprobada la cobardía débil de una derecha que se parece demasiado al PSOE, el PP ha sido abandonado por más de 400.000 votantes, un verdadero fracaso para el duo Rajoy-Arenas y para el mismo PP, que difícilmente encontrará otra oportunidad mejor para desalojar del poder andaluz al corrupto y fracasado socialismo.
Los votos obtenidos por PSOE e IU juntos suman 1.960,910, lo que equivale al 23,25% de la población andaluza, que es de 8.424.102 habitantes. Con ese pequeño porcentaje y gracias a las leyes electorales injustas y desequilibradas aprobadas por nuestros representantes políticos, ese 23,25 por ciento de complices de la corrupción y del abuso reinantes en los últimos años andaluces tiene el poder suficiente para imponer al resto de los andaluces, seis millones y medio, otros cuatro años más de gobierno infectado por la corrupción, el clientelismo, el abuso de poder y el deterioro moral, político y económico.
¡¡¡Pobre Andalucía!!!
Dicen los políticos y su corte mediática que la fuerte abstención se debió al cambio de horario o a la crisis, pero silencian que la verdadera causa de la ausencia masiva de los ciudadanos en las urnas es el descrédito y el desprecio a la casta política, un fenómeno que en España tiene una extraordinaria importancia y que, en si mismo, deslegitima al sistema.
Los políticos son en España el tercer problema para los ciudadanos, pero en Andalucía son ya el segundo, por delante, incluso, de la crisis económica y sólo superado por el terrible drama del paro.
La abastención obtuvo en Andalucía un 37.77 por ciento, mientras que el PP obtuvo un 25.16 y el PSOE un 24.45, lo que refleja una victoria abrumadora de los abstencionistas, cada día más fuerte en una España que, por falta de democracia y de liderazgo, no merece que los ciudadanos acudan a las urnas, en la que una parte de la población, envilecida y sometida, es capaz de entregar el poder a partidos políticos tan marcados por la corrupción, la arbitratiedad y el delito que, si existiera una Justicia democrática y limpia, serían juzgados como asociaciones de malhechores.
Ante la podredumbre del PSOE, que ya roba sin pudor desde la misma Junta de Andalucía, y la cobarde debilidad del PP, incapaz de afrontar con solvencia su papel y la realidad de España, muchos cientos de miles de ciudadanos han optado por abstenerse y demostrar así su desprecio a los políticos. Muchos de esos abstencionistas fueron votantes del PP en las elecciones generales del 20 de noviembre último, cuando el rechazo a Zapatero, enterrador de España, era tan grande que producía cierto espejismo de ilusión en la llegada del PP al poder. Pero ahora, una vez comprobada la cobardía débil de una derecha que se parece demasiado al PSOE, el PP ha sido abandonado por más de 400.000 votantes, un verdadero fracaso para el duo Rajoy-Arenas y para el mismo PP, que difícilmente encontrará otra oportunidad mejor para desalojar del poder andaluz al corrupto y fracasado socialismo.
Los votos obtenidos por PSOE e IU juntos suman 1.960,910, lo que equivale al 23,25% de la población andaluza, que es de 8.424.102 habitantes. Con ese pequeño porcentaje y gracias a las leyes electorales injustas y desequilibradas aprobadas por nuestros representantes políticos, ese 23,25 por ciento de complices de la corrupción y del abuso reinantes en los últimos años andaluces tiene el poder suficiente para imponer al resto de los andaluces, seis millones y medio, otros cuatro años más de gobierno infectado por la corrupción, el clientelismo, el abuso de poder y el deterioro moral, político y económico.
¡¡¡Pobre Andalucía!!!
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