El papa Francisco ha reprochado en Rio de Janeiro, dentro de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), su conducta a aquellos que escandalizan a los jóvenes del mundo con su egoísmo y corrupción. No ha mencionado a los dirigentes políticos del mundo, pero sin duda se refería a ellos porque nadie ha causado tanto escándalo y rechazo en el planeta como una clase política que ha exhibido sin pudor la corrupción, la arrogancia, el egoísmo y la ostentación del poder, provocando que cientos de millones de ciudadanos y sobre todo de jóvenes de todo el mundo sientan asco ante el poder y se separen del liderazgo y de la política.
Tampoco ha mencionado el papa Francisco aquellas palabras de Jesucristo, cuando dijo "¡ay de aquel por quien vienen los escándalos! Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar", pero sin duda las tenía presentes cuando pronunció su condena contra aquellos que están ofreciendo al mundo el obsceno espectáculo de su rastrero comportamiento, basado en la corrupción, el egoísmo, el privilegio, la injusticia y otros vicios propios de la casta política, convertida en el mayor obstáculo para la construcción de un mundo mejor.
El papa ha lanzado desde Río algunos mensajes provocadores que parecen reflejar un cambio de rumbo en la Iglesia oficial, que con Francisco es más activista y comprometida con la construcción de un mundo mejor. Ha dicho a los jóvenes que sean "protagonistas" de la Historia y que abandonen la cola del mundo para ponerse al frente de la construcción de un mundo más justo y mejor. A los políticos les ha señalado con el dedo acusador, les ha dicho que la política tiene que cambiar y regenerarse y les ha exigido diálogo y ética.
El enriquecimiento inexplicable de millones de políticos en todo el mundo contrasta con las privaciones y sacrificios que viven los ciudadanos y constituye un escándalo plagado de injusticia e indecencia, como también lo es el comportamiento general de muchos gobiernos, incapaces de ser ejemplares y culpables de provocar rechazo y desprecio colectivo hacia la política por su apego al dinero, a la corrupción, al egoísmo y por su funesta capacidad de destruir los grandes valores y sustituirlos por miserias sociales y éticas como la envidia, el fanatismo y la violencia.
También es probable que el papa Francisco tuviera presente, cuando pronunció su condena a los escandalizadores, a aquella parte de la Iglesia Católica que ha sucumbido a tentaciones tan depravadas como la pedofilia y la riqueza, causando una multitudinaria pérdida de fieles, que abandonan la Iglesia escandalizados ante esos comportamientos sucios.
El papa está apostando claramente por una regeneración de la vida de la Iglesia y de la moral mundial y está empujando a los católicos, con prudencia pero sin ninguna duda, a participar en ese proceso necesario de regeneración de la vida, lo que implica ser ejemplares en el comportamiento propio y participar activamente en la vida ciudadana y política para mejorar el sucio mundo que nos han construido los políticos.
Esa es la esencia y la sustancia del discurso del papa, que habla de una fe "revolucionaria" y de un cristianismo activo y militante, capaz de llevar los valores cristianos y, sobre todo, el mensaje de Jesús a todos los rincones del mundo.
Tampoco ha mencionado el papa Francisco aquellas palabras de Jesucristo, cuando dijo "¡ay de aquel por quien vienen los escándalos! Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar", pero sin duda las tenía presentes cuando pronunció su condena contra aquellos que están ofreciendo al mundo el obsceno espectáculo de su rastrero comportamiento, basado en la corrupción, el egoísmo, el privilegio, la injusticia y otros vicios propios de la casta política, convertida en el mayor obstáculo para la construcción de un mundo mejor.
El papa ha lanzado desde Río algunos mensajes provocadores que parecen reflejar un cambio de rumbo en la Iglesia oficial, que con Francisco es más activista y comprometida con la construcción de un mundo mejor. Ha dicho a los jóvenes que sean "protagonistas" de la Historia y que abandonen la cola del mundo para ponerse al frente de la construcción de un mundo más justo y mejor. A los políticos les ha señalado con el dedo acusador, les ha dicho que la política tiene que cambiar y regenerarse y les ha exigido diálogo y ética.
El enriquecimiento inexplicable de millones de políticos en todo el mundo contrasta con las privaciones y sacrificios que viven los ciudadanos y constituye un escándalo plagado de injusticia e indecencia, como también lo es el comportamiento general de muchos gobiernos, incapaces de ser ejemplares y culpables de provocar rechazo y desprecio colectivo hacia la política por su apego al dinero, a la corrupción, al egoísmo y por su funesta capacidad de destruir los grandes valores y sustituirlos por miserias sociales y éticas como la envidia, el fanatismo y la violencia.
También es probable que el papa Francisco tuviera presente, cuando pronunció su condena a los escandalizadores, a aquella parte de la Iglesia Católica que ha sucumbido a tentaciones tan depravadas como la pedofilia y la riqueza, causando una multitudinaria pérdida de fieles, que abandonan la Iglesia escandalizados ante esos comportamientos sucios.
El papa está apostando claramente por una regeneración de la vida de la Iglesia y de la moral mundial y está empujando a los católicos, con prudencia pero sin ninguna duda, a participar en ese proceso necesario de regeneración de la vida, lo que implica ser ejemplares en el comportamiento propio y participar activamente en la vida ciudadana y política para mejorar el sucio mundo que nos han construido los políticos.
Esa es la esencia y la sustancia del discurso del papa, que habla de una fe "revolucionaria" y de un cristianismo activo y militante, capaz de llevar los valores cristianos y, sobre todo, el mensaje de Jesús a todos los rincones del mundo.
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