Los partidos políticos españoles empiezan a sentir miedo ante la oposición ciudadana y el tamaño enorme de su desprestigio y descrédito y han dado órdenes a sus fieles para que intervengan en los foros, tertulias y demás espacios de debate para recuperar las posiciones perdidas. La tesis que esgrimen los partidos es que hay que elegir entre democracia o fascismo, dando a entender que la democracia es lo que ahora tenemos y el fascismo es cualquier cosa que pueda llegar en el futuro, si ellos pierden su poder y privilegios.
El argumento es tan falso y rastrero que se les volverá en contra e incrementará el desprecio de los ciudadanos españoles hacia su inepta, corrupta, arrogante y arbitraria casta política.
Otra de las tesis que exhiben sostiene que el número de políticos en España colocados por el Estado es inferior a ese casi medio millón del que hablan los foros y artículos a lo largo y ancho del país. También es una mentira de grandes dimensiones, cargada de ignominia y descaro. El número de políticos que viven de la teta pública en España, criticados porque son más que los que tienen Alemania, Francia y Gran Bretaña juntos, se refiere únicamente a los que cobran sueldos del Estado. Son más de 450.000. Ciertamente, los políticos electos ni siquiera llegan a 100.000, pero el grueso de la estafa consiste en contratar asesores, nombrar a funcionarios sin oposición, como ha hecho Griñán en Andalucía y colocar a amigos y familiares en las centenares de empresas públicas, instituciones, observatorios, fundaciones y demás chiringuitos creados por el poder político. Casi todos los beneficiados por esas contrataciones son gente que no puede exhibir otro mérito que tener el carné del partido.
Tengan en cuenta que en el número citado no se contemplan los muchos que también reciben dinero público porque sus empresas son contratadas por el poder, otra forma de estafar al Estado y de burlar la ley que tienen los partidos políticos. En España hay más de dos millones de militantes, contando a todos los que tienen carné de un partido político, pero sólo viven directamente del Estado poco más de 450.000. Esa es la cifra y esa su explicación. El dilema al que nos enfrentamos los españoles demócratas no es elegir entre sistema actual o algún tipo de franquismo, como muchos plantean, sino que debemos elegir entre una democracia degradada y prostituida, como la actual, y una democracia justa y limpia, como la que muchos deseamos.
Decir que detrás de la crítica a los políticos está el fascismo es una consigna típica de los partidos políticos que quieren seguir manteniendo su situación de abuso y dominio, ajeno a toda democracia real. Todos los dictadores a lo largo de la Historia (Franco incluido) han asustado a sus pueblos afirmando algo parecido a lo que ustedes dicen: "O yo o el caos". Franco, por ejemplo, asustaba con la conspiración judeomasónica internacional, el comunismo ateo y otras mamarrachadas.
En España, cada vez mas ciudadanos, al adoptar un espíritu crítico y de vigilancia desconfiada ante el poder político, están cubriendo los enormes espacios vacios que dejan las instituciones y los medios de comunicación, que, al estar sometidos al poder, han abandonado su deber de controlar a los políticos. Una democracia sin controles ni contrapesos, como la que se han construido los partidos políticos en España para su propio beneficio, es ilegítima porque otorga a la casta política poderes tiránicos.
Los partidos y sus políticos profesionales están desesperados ante el incremento notable de la vigilancia y el control ciudadano a la política y quieren terminar con esa tendencia democrática que les impide seguir ejerciendo el poder sin trabas y con despotismo y abuso. La reacción indignada de muchos ciudadanos catalanes ante el reciente viaje de lujo realizado por Artur Mas a Moscú, acompañado de un largo séquito y en un hotel de casi dos mil euros la noche, es un ejemplo de esa actitud nueva y democrática que rechaza como abuso y corrupción que el presidente de una autonomía arruinada y plagada de desempleados y pobres despilfarre el dinero público en lujos indefendibles.
El argumento es tan falso y rastrero que se les volverá en contra e incrementará el desprecio de los ciudadanos españoles hacia su inepta, corrupta, arrogante y arbitraria casta política.
Otra de las tesis que exhiben sostiene que el número de políticos en España colocados por el Estado es inferior a ese casi medio millón del que hablan los foros y artículos a lo largo y ancho del país. También es una mentira de grandes dimensiones, cargada de ignominia y descaro. El número de políticos que viven de la teta pública en España, criticados porque son más que los que tienen Alemania, Francia y Gran Bretaña juntos, se refiere únicamente a los que cobran sueldos del Estado. Son más de 450.000. Ciertamente, los políticos electos ni siquiera llegan a 100.000, pero el grueso de la estafa consiste en contratar asesores, nombrar a funcionarios sin oposición, como ha hecho Griñán en Andalucía y colocar a amigos y familiares en las centenares de empresas públicas, instituciones, observatorios, fundaciones y demás chiringuitos creados por el poder político. Casi todos los beneficiados por esas contrataciones son gente que no puede exhibir otro mérito que tener el carné del partido.
Tengan en cuenta que en el número citado no se contemplan los muchos que también reciben dinero público porque sus empresas son contratadas por el poder, otra forma de estafar al Estado y de burlar la ley que tienen los partidos políticos. En España hay más de dos millones de militantes, contando a todos los que tienen carné de un partido político, pero sólo viven directamente del Estado poco más de 450.000. Esa es la cifra y esa su explicación. El dilema al que nos enfrentamos los españoles demócratas no es elegir entre sistema actual o algún tipo de franquismo, como muchos plantean, sino que debemos elegir entre una democracia degradada y prostituida, como la actual, y una democracia justa y limpia, como la que muchos deseamos.
Decir que detrás de la crítica a los políticos está el fascismo es una consigna típica de los partidos políticos que quieren seguir manteniendo su situación de abuso y dominio, ajeno a toda democracia real. Todos los dictadores a lo largo de la Historia (Franco incluido) han asustado a sus pueblos afirmando algo parecido a lo que ustedes dicen: "O yo o el caos". Franco, por ejemplo, asustaba con la conspiración judeomasónica internacional, el comunismo ateo y otras mamarrachadas.
En España, cada vez mas ciudadanos, al adoptar un espíritu crítico y de vigilancia desconfiada ante el poder político, están cubriendo los enormes espacios vacios que dejan las instituciones y los medios de comunicación, que, al estar sometidos al poder, han abandonado su deber de controlar a los políticos. Una democracia sin controles ni contrapesos, como la que se han construido los partidos políticos en España para su propio beneficio, es ilegítima porque otorga a la casta política poderes tiránicos.
Los partidos y sus políticos profesionales están desesperados ante el incremento notable de la vigilancia y el control ciudadano a la política y quieren terminar con esa tendencia democrática que les impide seguir ejerciendo el poder sin trabas y con despotismo y abuso. La reacción indignada de muchos ciudadanos catalanes ante el reciente viaje de lujo realizado por Artur Mas a Moscú, acompañado de un largo séquito y en un hotel de casi dos mil euros la noche, es un ejemplo de esa actitud nueva y democrática que rechaza como abuso y corrupción que el presidente de una autonomía arruinada y plagada de desempleados y pobres despilfarre el dinero público en lujos indefendibles.
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