Los catalanes y los vascos se quieren ir de España no tanto porque sean nacionalistas como porque el Estado que les acoge es indecente e injusto. Los gibraltareños, con toda lógica, prefieren ser británicos antes que pertenecer a un Estado manejado por políticos fracasados, rechazados por sus ciudadanos, que practican impunemente la injusticia, el abuso y múltiples delitos.
El último censo acaba de descubrir que un 22 por ciento de los extranjeros con alto poder adquisitivo radicados en España, especialmente británicos y alemanes establecidos en las costas, han hecho las maletas y se han ido para escapar de los impuestos abusivos y de la injusta voracidad de Hacienda. Como ellos están acostumbrados a soportar gobiernos mas justos y decentes que los españoles, han dado el portazo indignados porque los ayuntamientos, incumpliendo la ley, les suben el valor catastral de sus viviendas, situándolo por encima del precio de mercado, cuando la ley dice que el valor catastral debe ser siempre inferior a la mitad del valor real del inmueble en el mercado.
Un país que permite que se despilfarre, se endeude y saquee como lo hace la clase política española es un país sin decencia ni dignidad, poco atractivo para sus ciudadanos y capaz de generar todo tipo de repugnancia y rechazo. Un país donde los partidos políticos nombran a los jueces y en el que no hay ambulancias suficientes para los enfermos, mientras los últimos modelos de helicópteros vigilan las carreteras para recaudar es, se mire por donde se mire, un país podrido y despreciable. Un país que prefiere imponer a sus ciudadanos los impuestos mas desproporcionados e injustos de Europa, causando, incluso, la ruina de cientos de miles de empresas y de autónomos, antes que adelgazar el Estado y despedir a los cientos de miles de parásitos con carné de partido que cobran sueldos del Estado es siempre una pocilga.
La única manera de que los catalanes y vascos dejen de querer escapar, que los gibraltareños pidan el retorno a España y que los ciudadanos vuelvan a sentirse orgullosos de ser españoles es expulsando del poder a los sucios y miserables políticos que han construido esta España del presente, amparados en la legalidad ilegítima que les proporciona una democracia degradada, falsa y trucada, que no cumple ni una sola de las reglas básicas del sistema y que hasta se permite la indecencia de manipular la Justicia y dejar sin castigo a miles de canallas y delincuentes, incluyendo a los que han saqueado las cajas de ahorro y a los que han estafado a miles de ahorradores con las participaciones preferentes.
El Estado es el instrumento fundado por el hombre para lograr mas orden, felicidad y justicia, pero cuando ese Estado cae en manos de desalmados y gente sin valores, se convierte en una trampa esclavizante y en el peor enemigo de la ciudadanía.
Los actuales partidos políticos con representación parlamentaria, sobre todo el PP, el PSOE, IU y los nacionalistas, son los grandes culpables del desastre español por haber dejado el país yermo como un desierto y podrido como una cloaca. Votarlos convierte a todo ciudadano en un cómplice del drama.
Ésto es justo lo que ocurre en España.
El último censo acaba de descubrir que un 22 por ciento de los extranjeros con alto poder adquisitivo radicados en España, especialmente británicos y alemanes establecidos en las costas, han hecho las maletas y se han ido para escapar de los impuestos abusivos y de la injusta voracidad de Hacienda. Como ellos están acostumbrados a soportar gobiernos mas justos y decentes que los españoles, han dado el portazo indignados porque los ayuntamientos, incumpliendo la ley, les suben el valor catastral de sus viviendas, situándolo por encima del precio de mercado, cuando la ley dice que el valor catastral debe ser siempre inferior a la mitad del valor real del inmueble en el mercado.
Un país que permite que se despilfarre, se endeude y saquee como lo hace la clase política española es un país sin decencia ni dignidad, poco atractivo para sus ciudadanos y capaz de generar todo tipo de repugnancia y rechazo. Un país donde los partidos políticos nombran a los jueces y en el que no hay ambulancias suficientes para los enfermos, mientras los últimos modelos de helicópteros vigilan las carreteras para recaudar es, se mire por donde se mire, un país podrido y despreciable. Un país que prefiere imponer a sus ciudadanos los impuestos mas desproporcionados e injustos de Europa, causando, incluso, la ruina de cientos de miles de empresas y de autónomos, antes que adelgazar el Estado y despedir a los cientos de miles de parásitos con carné de partido que cobran sueldos del Estado es siempre una pocilga.
La única manera de que los catalanes y vascos dejen de querer escapar, que los gibraltareños pidan el retorno a España y que los ciudadanos vuelvan a sentirse orgullosos de ser españoles es expulsando del poder a los sucios y miserables políticos que han construido esta España del presente, amparados en la legalidad ilegítima que les proporciona una democracia degradada, falsa y trucada, que no cumple ni una sola de las reglas básicas del sistema y que hasta se permite la indecencia de manipular la Justicia y dejar sin castigo a miles de canallas y delincuentes, incluyendo a los que han saqueado las cajas de ahorro y a los que han estafado a miles de ahorradores con las participaciones preferentes.
El Estado es el instrumento fundado por el hombre para lograr mas orden, felicidad y justicia, pero cuando ese Estado cae en manos de desalmados y gente sin valores, se convierte en una trampa esclavizante y en el peor enemigo de la ciudadanía.
Los actuales partidos políticos con representación parlamentaria, sobre todo el PP, el PSOE, IU y los nacionalistas, son los grandes culpables del desastre español por haber dejado el país yermo como un desierto y podrido como una cloaca. Votarlos convierte a todo ciudadano en un cómplice del drama.
Ésto es justo lo que ocurre en España.
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