Rajoy continúa, "dale que dale", con una política de "incomunicación" incomprensible, que parece arrogante, pero que tal vez sea únicamente estúpida y sin tino. Ahora ha informado que subirá el IVA, a pesar de haber asegurado antes que no lo subiría, pero, sobre todo, ha introducido cambios en el tratamiento de los presos de ETA, una medida que podría ser hasta inteligente porque agudiza la división interna en la banda y quiebra el bloque monolítico de los presos, pero que, al no haber sido explicada, ni previamente comentada a la ciudadanía ni a las víctimas del terrorismo, se ha colocado a la opinión pública en contra. Es una política que, por falta de explicación, ha provocado hasta la crítica de medios tan fieles a la derecha como el ABC. Es una política que, aunque fuera acertada, es también, evidentemente, estúpida, torpe e inepta.
El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, se reunió con las víctimas del terrorismo para explicar la medida "a toro pasado", pero Angeles Pedraza salió de la reunión afirmando que "Las víctimas nos sentimos traicionadas". El ministro tuvo que reconocer que quizá hubo algún "fallo en las formas" al informar la medida. Un nuevo error del gobierno de Rajoy, un nuevo paso hacia su desgaste y tal vez hacia su derrota en las próximas elecciones.
Parecía imposible que la estupidez supina de Zapatero pudiera ser igualada, pero el estilo del gobierno de Rajoy está a punto de arrebatar al de Zapatero la primacía en el atributo de "torpe", aunque la mayoría de sus medidas estén orientadas en la buena dirección. Esas medidas casi siempre son contrarias a lo prometido en la campaña electoral, lo que obligaría a explicarlas eficazmente a la opinión pública, cada día más sorprendida y cabreada ante el silencio imbécil del gobierno.
Prometió bajar los impuestos y los ha subido; prometió no tocar la sanidad y la educación y ha tenido que tocarlas; prometió mano dura con los corruptos y los ha perdonado y condecorado; aseguró que reduciría el tamaño del Estado y lo está dejando casi tan grueso y seboso como lo encontró; dijo que limitaría los privilegios del poder y ni siquiera se atreve a lo que el pueblo está ya clamando en masa, que elimine las subvenciones a los sindicatos ya los partidos políticos; prometió una política de fuerza y rigor frente a ETA y ya está haciendo concesiones a la banda asesina. Pero lo grave ni siquiera es que hace lo contrario de lo que prometió, sino que jamás explica sus cambios y giros, algunos demasiado drásticos, como si la arrogancia le impidiera dar explicaciones al pueblo vil.
Quizás no sea la intención del gobierno despreciar a los ciudadanos, pero está dando esa impresión, lo que lo convierte en un gobierno que si no es perverso es torpe. En cualquier caso, lamentable y decepcionante.
Es un gobierno de mudos que no saben explicar lo que hacen, que no dicen lo que deben y que hablan de lo que no deberían hablar. El surrealismo está presente en el equipo gobernante, donde el que mejor se explica es el ministro de Asuntos Exteriores, cuando las explicaciones más urgentes son las internas.
¿Es torpeza, arrogancia, confusión o una cobardía que teme siempre al compromiso que significan las palabras? En mi opinión, lo que le ocurre a Rajoy y a su equipo es lo mismo que a Mouriño, entrenador del Madrid, al que le aterroriza y paraliza el miedo a equivocarse y a perder. Es más que probable que Rajoy y los suyos no hablen por miedo a equivocarse. Es triste, pero puede ser cierto. Esa actitud ignora dos asuntos claves: el primero es que la democracia es un sistema que exige diálogo y una relación de confianza activa entre el poder y el pueblo, entre los administradores y los administrados; el segundo es que Rajoy y los suyos olvidan que sus votantes se están decepcionando y se sienten cada día más abandonados por aquellos a los que han elegido, toda una traición imbécil y suicida que frustra y cabrea a los que elevaron al PP, con sus votos, hasta la alta dirección de España.
El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, se reunió con las víctimas del terrorismo para explicar la medida "a toro pasado", pero Angeles Pedraza salió de la reunión afirmando que "Las víctimas nos sentimos traicionadas". El ministro tuvo que reconocer que quizá hubo algún "fallo en las formas" al informar la medida. Un nuevo error del gobierno de Rajoy, un nuevo paso hacia su desgaste y tal vez hacia su derrota en las próximas elecciones.
Parecía imposible que la estupidez supina de Zapatero pudiera ser igualada, pero el estilo del gobierno de Rajoy está a punto de arrebatar al de Zapatero la primacía en el atributo de "torpe", aunque la mayoría de sus medidas estén orientadas en la buena dirección. Esas medidas casi siempre son contrarias a lo prometido en la campaña electoral, lo que obligaría a explicarlas eficazmente a la opinión pública, cada día más sorprendida y cabreada ante el silencio imbécil del gobierno.
Prometió bajar los impuestos y los ha subido; prometió no tocar la sanidad y la educación y ha tenido que tocarlas; prometió mano dura con los corruptos y los ha perdonado y condecorado; aseguró que reduciría el tamaño del Estado y lo está dejando casi tan grueso y seboso como lo encontró; dijo que limitaría los privilegios del poder y ni siquiera se atreve a lo que el pueblo está ya clamando en masa, que elimine las subvenciones a los sindicatos ya los partidos políticos; prometió una política de fuerza y rigor frente a ETA y ya está haciendo concesiones a la banda asesina. Pero lo grave ni siquiera es que hace lo contrario de lo que prometió, sino que jamás explica sus cambios y giros, algunos demasiado drásticos, como si la arrogancia le impidiera dar explicaciones al pueblo vil.
Quizás no sea la intención del gobierno despreciar a los ciudadanos, pero está dando esa impresión, lo que lo convierte en un gobierno que si no es perverso es torpe. En cualquier caso, lamentable y decepcionante.
Es un gobierno de mudos que no saben explicar lo que hacen, que no dicen lo que deben y que hablan de lo que no deberían hablar. El surrealismo está presente en el equipo gobernante, donde el que mejor se explica es el ministro de Asuntos Exteriores, cuando las explicaciones más urgentes son las internas.
¿Es torpeza, arrogancia, confusión o una cobardía que teme siempre al compromiso que significan las palabras? En mi opinión, lo que le ocurre a Rajoy y a su equipo es lo mismo que a Mouriño, entrenador del Madrid, al que le aterroriza y paraliza el miedo a equivocarse y a perder. Es más que probable que Rajoy y los suyos no hablen por miedo a equivocarse. Es triste, pero puede ser cierto. Esa actitud ignora dos asuntos claves: el primero es que la democracia es un sistema que exige diálogo y una relación de confianza activa entre el poder y el pueblo, entre los administradores y los administrados; el segundo es que Rajoy y los suyos olvidan que sus votantes se están decepcionando y se sienten cada día más abandonados por aquellos a los que han elegido, toda una traición imbécil y suicida que frustra y cabrea a los que elevaron al PP, con sus votos, hasta la alta dirección de España.
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