Exhibiendo su frívola debilidad intelectual, el actual presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, acaba de comparar el comunismo, erradicado de Europa tras el derribo del Muro de Berlín, con la dictadura franquista que padeció España durante casi cuatro décadas. Si fuera inteligente, evitaría ciertas comparaciones que a él no le benefician y que ponen en evidencia determinados dramas.
Habló Zapatero del "muro" que representó el franquismo para España, comparándolo con el Muro de Berlín, destruido hace 20 años por las propias víctimas del comunismo, pero ignorando que el comunismo fue decenas de veces más represivo, sanguinario, liberticida e injusto que el franquismo.
Ya lo dijo Soljenitzin cuando visitó España en los últimos años de Franco y recordó a los "progres" españoles de entonces, en su mayoría admiradores de las cárceles comunistas, que la comparación era injusta y odiosa. Dijo el premio Nobel de Literatura soviético, víctima del Gulag represivo de Moscú, que mientras que los españoles podían viajar a donde quisieran, comprar perídicos de todo el mundo, llamar por teléfono a cualquier país y reproducir libros y documentos, todo eso estaba prohibido en la URSS y en sus países satélites, "donde vivimos en una gigantesca cárcel".
Si la compración que hace Zapatero se estableciera en términos de sangre y represión, el debería saber que el comunismo ha producido una casi interminable ristra de criminales, entre ellos los dos asesinos en serie peores de la Historia de la Humanidad: el chino Mao y el soviético Stalin, a los que se le atribuyen 70 y 56 millones de "súbditos" asesinados, respectivamente. La aireada represión franquista, como muchó, costó la vida a algunos miles de españoles, en los años inmediatamente posteriores a la guerra civil.
Reconociendo el caracter liberticida y antidemocrático del régimen franquista, también debería reconocer Zapatero que aquel régimen era ejemplarmente austero, que apenas cobraba impuestos, que sus ciudadanos se sentían seguros y dormían con las puertas de sus hogares abiertas y que los tribunales de justicia eran más ágiles que los actuales y protectores de las causas obreras.
Comparado con el comunismo, el franquismo, a pesar de sus limitaciones, era un "paraiso" en otros campos como la libertad de prensa y la corrupción, terreno en el que también fue muy superior a la actual "democracia española". Con Franco podían robar unos pocos cientos de prebostes del régimen, pero ahora pueden hacerlo cientos de miles de dirigentes de la mal llamada "democracia", además de sus familiares, amigos y enchufados del partido.
Hay otros muchos aspectos donde la comparación sería interesante y poco beneficiosa para la falsa democracia española, como la utilización de la mentira, el esfuerzo, la honradez, la educación y hasta el ritmo de industrialización, pero son temas demasiado frustrantes e hirientes cuando la sociedad española necesita concentrar todo su esfuerzo en los dos acpectos cruciales de su existencia: salir de la crisis y reconstruir su degradada y pobre democracia.
Habló Zapatero del "muro" que representó el franquismo para España, comparándolo con el Muro de Berlín, destruido hace 20 años por las propias víctimas del comunismo, pero ignorando que el comunismo fue decenas de veces más represivo, sanguinario, liberticida e injusto que el franquismo.
Ya lo dijo Soljenitzin cuando visitó España en los últimos años de Franco y recordó a los "progres" españoles de entonces, en su mayoría admiradores de las cárceles comunistas, que la comparación era injusta y odiosa. Dijo el premio Nobel de Literatura soviético, víctima del Gulag represivo de Moscú, que mientras que los españoles podían viajar a donde quisieran, comprar perídicos de todo el mundo, llamar por teléfono a cualquier país y reproducir libros y documentos, todo eso estaba prohibido en la URSS y en sus países satélites, "donde vivimos en una gigantesca cárcel".
Si la compración que hace Zapatero se estableciera en términos de sangre y represión, el debería saber que el comunismo ha producido una casi interminable ristra de criminales, entre ellos los dos asesinos en serie peores de la Historia de la Humanidad: el chino Mao y el soviético Stalin, a los que se le atribuyen 70 y 56 millones de "súbditos" asesinados, respectivamente. La aireada represión franquista, como muchó, costó la vida a algunos miles de españoles, en los años inmediatamente posteriores a la guerra civil.
Reconociendo el caracter liberticida y antidemocrático del régimen franquista, también debería reconocer Zapatero que aquel régimen era ejemplarmente austero, que apenas cobraba impuestos, que sus ciudadanos se sentían seguros y dormían con las puertas de sus hogares abiertas y que los tribunales de justicia eran más ágiles que los actuales y protectores de las causas obreras.
Comparado con el comunismo, el franquismo, a pesar de sus limitaciones, era un "paraiso" en otros campos como la libertad de prensa y la corrupción, terreno en el que también fue muy superior a la actual "democracia española". Con Franco podían robar unos pocos cientos de prebostes del régimen, pero ahora pueden hacerlo cientos de miles de dirigentes de la mal llamada "democracia", además de sus familiares, amigos y enchufados del partido.
Hay otros muchos aspectos donde la comparación sería interesante y poco beneficiosa para la falsa democracia española, como la utilización de la mentira, el esfuerzo, la honradez, la educación y hasta el ritmo de industrialización, pero son temas demasiado frustrantes e hirientes cuando la sociedad española necesita concentrar todo su esfuerzo en los dos acpectos cruciales de su existencia: salir de la crisis y reconstruir su degradada y pobre democracia.
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