Es inconcebible que no haya un solo juez procesado y tampoco se comprende que la Justicia española no haya detectado la corrupción inmensa que ha infectado la vida política e institucional española. La única explicación de esas carencias es que la Justicia está todavía más infectada y enferma que la política.
La Justicia es el gran dique creado por la democracia para impedir el abuso de poder y la corrupción, pero si ese dique no funciona, entonces las aguas pestilentes se desbordan y el país entero cae en manos de las mafias y de los rufianes, muchos de ellos atrincherados en partidos políticos e instituciones del Estado. Es lo que, por desgracia, ocurre en España, donde los partidos políticos, origen y principio de la corrupción y del desastre del sistema, han conseguido politizar, corromper y maniatar a la Justicia, muchos de cuyos miembros responden a ideologías y están disciplinadamente encuadrados en la obediencia a partidos políticos concretos, a los que deben, probablemente, su carrera.
Esa ausencia de una Justicia democrática deja vendidos a los ciudadanos y condenado al sistema político. Los rufianes y corruptos tienen todo la impunidad que necesitan para realizar las fechorías que España ya conoce, desde el saqueo del sistema financiero y las arcas públicas hasta la financiación ilegal de los partidos, la arbitrariedad, el abuso de poder y el enriquecimiento delictivo de decenas de miles de políticos y altos cargos del Estado.
España es la muestra más patente existente en todo el mundo de que la democracia puede corromperse fácilmente desde dentro. Cuando lograr maniatar a la Justicia, el sistema vuela por los aires y solo queda dictadura sucia de partidos incontrolados y de políticos desenfrenados. Así comienza el giro siniestro de una rueda enfermiza e infecta que ve degradando la sociedad, envileciendo a muchos de sus miembros, destrozando las instituciones y dinamitando la fe y la confianza, sin las cuales, todo sistema es tiránico.
La mayoria de los jueces y magistrados españoles están afiliados a asociaciones que reproducen en la Judicatura el sistema de partidos, cada una de ellas afín al PP, al PSOE, a Izquierda Unida y a otras formaciones. De ese modo, muchos jueces y magistrados son como los políticos, más fieles a los intereses partidistas que a la ley, habituados a perpetrar el peor pecado posible en democracia: el de anteponer los intereses propios y los del propio partido al bien común y el interés general.
Las principales asociaciones profesionales en la Justicia española son: Asociación Francisco de Vitoria, Asociación Profesional de la Magistratura, Foro Judicial Independiente, Asociación Nacional de Jueces, Jueces para la Democracia y Justicia Democrática.
El Ministerio de Justicia español ampara la injusticia, como imaginó Orwell, mientras jueces que dictan sentencias interesadas, arbitrarias, incomprensibles y sin fundamentos jurídicos viven felices, triunfan y ascienden con el apoyo de partidos políticos corrompidos hasta la médula. Sin Justicia, ni rutas libres para regenerarla, el sistema político español ha entrado en coma y ya no tiene remedio.
La Constitución de 1978 ya era laxa y confusa en lo que se refiere a la independencia de la Justicia porque aquella carta magna fue creada para instaurar una dictadura real de partidos disfrazada de democracia, pero los gobiernos, con el tiempo, han ido limitando todavía mas esa independencia, hasta el punto de que hoy los partidos pueden nombrar a la mayoría de jueces y magistrados en los grandes tribunales y en el órgano de gobierno de los jueces, el Consejo General del Poder Judicial, lo que culmina ya la violación de la democracia y la obra de maniatar y someter la Justicia a los partidos políticos.
España, en el presente, es una verdadera vergüenza como pais perteneciente a una Europa cuyo denominador común es la democracia. España es el menos demócrata de todos los paises encuadrados en la Unión Europea, el mas corrupto y el que posee una clase política mas degradada y despreciada por sus ciudadanos, un título bochornoso que los españoles debemos a nuestros partidos políticos, agrupaciones tan destruidas por la corrupción y el delito que si existiera en España una Justicia, habrían sido precintados y sometidos a disolución por deslizarse hacia conductas que les asemejan a asociaciones de malhechores.
La Justicia es el gran dique creado por la democracia para impedir el abuso de poder y la corrupción, pero si ese dique no funciona, entonces las aguas pestilentes se desbordan y el país entero cae en manos de las mafias y de los rufianes, muchos de ellos atrincherados en partidos políticos e instituciones del Estado. Es lo que, por desgracia, ocurre en España, donde los partidos políticos, origen y principio de la corrupción y del desastre del sistema, han conseguido politizar, corromper y maniatar a la Justicia, muchos de cuyos miembros responden a ideologías y están disciplinadamente encuadrados en la obediencia a partidos políticos concretos, a los que deben, probablemente, su carrera.
Esa ausencia de una Justicia democrática deja vendidos a los ciudadanos y condenado al sistema político. Los rufianes y corruptos tienen todo la impunidad que necesitan para realizar las fechorías que España ya conoce, desde el saqueo del sistema financiero y las arcas públicas hasta la financiación ilegal de los partidos, la arbitrariedad, el abuso de poder y el enriquecimiento delictivo de decenas de miles de políticos y altos cargos del Estado.
España es la muestra más patente existente en todo el mundo de que la democracia puede corromperse fácilmente desde dentro. Cuando lograr maniatar a la Justicia, el sistema vuela por los aires y solo queda dictadura sucia de partidos incontrolados y de políticos desenfrenados. Así comienza el giro siniestro de una rueda enfermiza e infecta que ve degradando la sociedad, envileciendo a muchos de sus miembros, destrozando las instituciones y dinamitando la fe y la confianza, sin las cuales, todo sistema es tiránico.
La mayoria de los jueces y magistrados españoles están afiliados a asociaciones que reproducen en la Judicatura el sistema de partidos, cada una de ellas afín al PP, al PSOE, a Izquierda Unida y a otras formaciones. De ese modo, muchos jueces y magistrados son como los políticos, más fieles a los intereses partidistas que a la ley, habituados a perpetrar el peor pecado posible en democracia: el de anteponer los intereses propios y los del propio partido al bien común y el interés general.
Las principales asociaciones profesionales en la Justicia española son: Asociación Francisco de Vitoria, Asociación Profesional de la Magistratura, Foro Judicial Independiente, Asociación Nacional de Jueces, Jueces para la Democracia y Justicia Democrática.
El Ministerio de Justicia español ampara la injusticia, como imaginó Orwell, mientras jueces que dictan sentencias interesadas, arbitrarias, incomprensibles y sin fundamentos jurídicos viven felices, triunfan y ascienden con el apoyo de partidos políticos corrompidos hasta la médula. Sin Justicia, ni rutas libres para regenerarla, el sistema político español ha entrado en coma y ya no tiene remedio.
La Constitución de 1978 ya era laxa y confusa en lo que se refiere a la independencia de la Justicia porque aquella carta magna fue creada para instaurar una dictadura real de partidos disfrazada de democracia, pero los gobiernos, con el tiempo, han ido limitando todavía mas esa independencia, hasta el punto de que hoy los partidos pueden nombrar a la mayoría de jueces y magistrados en los grandes tribunales y en el órgano de gobierno de los jueces, el Consejo General del Poder Judicial, lo que culmina ya la violación de la democracia y la obra de maniatar y someter la Justicia a los partidos políticos.
España, en el presente, es una verdadera vergüenza como pais perteneciente a una Europa cuyo denominador común es la democracia. España es el menos demócrata de todos los paises encuadrados en la Unión Europea, el mas corrupto y el que posee una clase política mas degradada y despreciada por sus ciudadanos, un título bochornoso que los españoles debemos a nuestros partidos políticos, agrupaciones tan destruidas por la corrupción y el delito que si existiera en España una Justicia, habrían sido precintados y sometidos a disolución por deslizarse hacia conductas que les asemejan a asociaciones de malhechores.
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