Las elecciones de ayer en el País Vasco representaron un rotundo fracaso para el constitucionalismo y la idea de España y una victoria arrasadora para el descontento y el nacionalismo independentista. La situación en las Vascongadas y en Cataluña refleja el fracaso rotundo de los dos grandes partidos españoles, el PSOE y el PP, que además de hundir la economía del país y haber asesinado la democracia, sustituyéndola por una despreciable partitocracia, han alimentado el rechazo ciudadano a la España injusta que lideran y el deseo de apartarse de una España detestable, obra de políticos sin alma, por donde campean el abuso de poder, la corrupción, la pobreza, la injusticia, el desempleo masivo y la tristeza.
Cada dia hay mas gente que, ante el tremendo espectáculo de la pérdida de poder adquisitivo y del avance de la injusticia, el desempleo y la pobreza, siente a los políticos como sus enemigos y obra en consecuencia ante las urnas. El PSOE sigue pagando ante el pueblo la factura de sus traiciones, fracasos, corrupciones y mentiras, sobre todo durante el "zapaterismo", una etapa de la historia de España tan nefasta que genera odio ciudadano y deseos de venganza. Pero el fenómeno del rechazo ciudadano afecta también al PP y será mas contundente en el futuro, aunque los resultados de Galicia parezcan demostrar lo contrario.
En Galicia, el triunfador aparente ha sido Feijóo, uno de los mejores políticos de la lamentable "cuadra" del Partido Popular, pero la victoria real ha sido de la abstención desencantada. Muchos gallegos, demasiados para un país que se autoproclama "demócrata", han optado por demostrar con su abstención el desprecio a la casta política y al sistema político español, viciado, sin valores y dominado por dos grandes partidos que, en justicia y por sus fechorías acumuladas, ni siquiera merecen seguir existiendo.
De la España injusta, inmoral e indecente de Zapatero y Rajoy, que ha perdido solvencia y casi todo su peso y prestigio en el mundo, no sólo quieren irse los nacionalistas, sino también los demócratas y la gente de bien. El desastre de los políticos está fragmentando el país y generando una poderosa corriente disgregadora que amenaza con destruir la nación. España, si no quiere morir, debe refundar su política y acabar con el actual dominio de partidos infectados de ineptitud, ansia desmedida de poder y privilegios, abuso, corrupción y antidemocracia.
El abstencionismo crece como la espuma, al igual que el voto en blanco y los deseos de independencia, todo ello espoleado por el rechazo a los políticos, que, poco a poco, se transforma en odio a las clases dirigentes españolas, fracasadas, envueltas en corrupción y privilegios, incapaces de liderar el país.
Cada dia hay mas gente que, ante el tremendo espectáculo de la pérdida de poder adquisitivo y del avance de la injusticia, el desempleo y la pobreza, siente a los políticos como sus enemigos y obra en consecuencia ante las urnas. El PSOE sigue pagando ante el pueblo la factura de sus traiciones, fracasos, corrupciones y mentiras, sobre todo durante el "zapaterismo", una etapa de la historia de España tan nefasta que genera odio ciudadano y deseos de venganza. Pero el fenómeno del rechazo ciudadano afecta también al PP y será mas contundente en el futuro, aunque los resultados de Galicia parezcan demostrar lo contrario.
En Galicia, el triunfador aparente ha sido Feijóo, uno de los mejores políticos de la lamentable "cuadra" del Partido Popular, pero la victoria real ha sido de la abstención desencantada. Muchos gallegos, demasiados para un país que se autoproclama "demócrata", han optado por demostrar con su abstención el desprecio a la casta política y al sistema político español, viciado, sin valores y dominado por dos grandes partidos que, en justicia y por sus fechorías acumuladas, ni siquiera merecen seguir existiendo.
De la España injusta, inmoral e indecente de Zapatero y Rajoy, que ha perdido solvencia y casi todo su peso y prestigio en el mundo, no sólo quieren irse los nacionalistas, sino también los demócratas y la gente de bien. El desastre de los políticos está fragmentando el país y generando una poderosa corriente disgregadora que amenaza con destruir la nación. España, si no quiere morir, debe refundar su política y acabar con el actual dominio de partidos infectados de ineptitud, ansia desmedida de poder y privilegios, abuso, corrupción y antidemocracia.
El abstencionismo crece como la espuma, al igual que el voto en blanco y los deseos de independencia, todo ello espoleado por el rechazo a los políticos, que, poco a poco, se transforma en odio a las clases dirigentes españolas, fracasadas, envueltas en corrupción y privilegios, incapaces de liderar el país.
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