Muchos españoles creen que si de verdad quisieran ser independientes, ya habrían declarado unilateralmente la independencia, pero no les interesa porque son simples usureros y no tienen vocación de independientes sino de expoliadores. Muchos españoles y no pocos expertos creen que lo que los dirigentes políticos catalanes quieren no es la independencia sino mas privilegios, ventajas, impunidad y dinero a chorros. La meta es lograr un pacto fiscal todavía mas ventajoso que el histórico que disfrutan vascos y navarros, que les coloque por encima del resto de las regiones de España y que les regale cada año 15 0 20 mil millones de euros suplementarios. Saben que la España de Rajoy es débil y cobarde y están jugando duro.
Cada año venden a España más del 60 por ciento de su producción y quieren seguir haciéndolo en el futuro. No respetan a España, país al que consideran un mercado cautivo, ni a los españoles, a los que contemplan como simples compradores fácilmente manipulables. Llevan siglos chantajeando a España y se han convertido en especialistas en extorsión y engaños. No quieren ser independientes, sino privilegiados, ricos e impunes, dueños de un corral de gallinas asustadas, y quieren lograrlo generando odio, envidia, recelo y miedo, todo para conseguir el expolio del cliente.
Los políticos catalanes, secundados por una corte de insensatos, han apostado por el egoísmo, la insolidaridad, el odio y por desatar unas furias que son incontrolables y que siempre traen consigo el mal y el daño. Quien siembra tormentas recoge tempestades y quien apuesta por el odio puede recibir como respuesta odio y violencia. Los catalanes del odio a España y de la mentira, tras haberse decidido por el mal, pueden recibir mas odio y violencia de la que están sembrando.
Pero, a pesar del escaso numero de votantes, de las pocas garantías y de las trampas, la pantomima de la consulta ha sido un éxito, no porque haya movilizado a muchos catalanes, sino porque frente al cobarde de Rajoy ganan hasta los mediocres y los tramposos. España está llena de cobardes, al frente de los cuales, en la Moncloa, está el gran cobarde. El País habla de negociar. Los demás periódicos manifiestan también que hay que negociar, con mayor o menor énfasis, pero ninguno dice que a la vista del fracaso, el gobierno tiene que ejercer su autoridad. En el extranjero, la BBC, pone a los separatistas casi como si ya fueran nación y The New York Times va por una línea similar. Y esos medios son el reflejo del pensamiento de los que mandan en el mundo. Y si el poder mundial decide que Cataluña ha de separarse, no importa lo que digamos nosotros. Lo único que podría salvarnos es un gobierno con valor y dispuesto a aplicar las leyes y la Constitución, pero los gobiernos están controlados por partidos plagados de prófugos de la justicia, sospechosos, implicados, maleantes encubiertos y gente cobarde que siempre negocia para mantenerse en el poder, nunca para defender a los ciudadanos o a España.
El conflicto entre Cataluña y España tiene una dimensión noble y comprensible, pero esa nunca se esgrime en la contienda. Si quisieran ser independientes porque rechazan la vulgaridad, la corrupción, la torpeza y la inmensa injusticia que va unida a la marca España, imagen de un país corrupto y poco democrático donde los políticos son predadores insaciables que engañan y explotan a sus ciudadanos, entenderíamos el problema catalán y diríamos que es lógico que quieran marcharse porque la España de Zapatero y de Rajoy, la que han construido el PSOE y el PP, es triste y miserable, pero no se trata de eso porque la clase política catalana no es mejor que la española porque es, si cabe, todavía mas sucia, indigna y miserable.
Si los políticos españoles quisieran acabar de un plumazo con el conflicto catalán solo tienen que construir un país decente, sin corrupción, democrático, justo y equilibrado, sometido al imperio de la ley, sin despilfarradores, comisionistas y saqueadores cobijados en el Estado y en las cámaras legislativas, con una Justicia independiente y con ciudadanos en lugar de súbditos aborregados y sin derechos.
Frente a una España decente, justa, democrática y ejemplar, los catalanes no querrían irse, ni los baleares, ni los vascos, ni nadie. Hasta es posible que los gibraltareños quisieran incorporarse también. Pero a los políticos españoles no les interesa esa España porque un país así no permite el gobierno de sátrapas y corruptos. Además, son incapaces porque ellos son el problema y nunca podrán ser la solución.
Los políticos catalanes son los mas corruptos de España, por delante, incluso, de los andaluces, y llevan décadas vendiendo sus votos, pactando con los gobiernos de Madrid, sin importarles el color ni las ideas, robando y expoliando a todos los que se ponen a tiro, cobrándoles impuestos, vendiéndoles subvenciones y traficando con contratos, concesiones, información y favores ilícitos de toda naturaleza. Detrás del soberanismo catalán hay mas chantaje que decencia, además de avaricia, codicia y ansias de mas dinero, de mas privilegios y de impunidad para los que mandan.
Ni al gobierno corrupto de España le interesa un Cataluña seria, ciudadana, democrática y pensante, ni a la Generalitat, dominada por esa tribu corrupta que no ha parado de robar desde hace décadas, le interesa una sociedad catalana informada, cívica y libre de engaños y de ese adoctrinamientos que atonta y fabrica estupidez. No existe ni un gramo de grandeza en ninguna de las dos partes.
Quieren sacar mas dinero y si descubrieran que la independencia les resta ingresos, dejarían de ser independentistas en un instante. Son gente presa de la codicia y se comportan como traficantes adictos al expolio y a los contratos leoninos.
Ahí tienen como ejemplo al presidente de Freixenet, que se pasa el año estimulando el independentismo y cada año, cuando se acercan las navidades y los españoles compran toneladas de botellas de cava, realiza una hipócrita declaración de españolidad, tan falsa como un euro de barro.
El único punto débil de ese catalanismo que parece fervoroso es la "pela". Si los españoles, indignados ante tanta amenaza, chantaje y expolio, decidieran en serio dejar de consumir sus productos, se volverían corderos. Si supieran que España, cuando ellos fueran ya independientes, les vetaría con dignidad el ingreso en la Unión Europea, darían marcha atrás como un cangrejo asustado. No son políticos, ni idealistas, sino solo prestamistas y tenderos avarientos.
Si quisieran construir una democracia mejor que la española, que es deplorable, entenderíamos la lucha catalana y la apoyaríamos, pero ¿cómo van a construir una democracia decente bajo el dominio y la bota de políticos expoliadores que llevan décadas robando y acumulando riqueza y cuyo único miedo es que los jueces y las leyes españoles no les permitan seguir saqueando Cataluña?
Hay menos grandeza en el proceso que miseria y vulgaridad delictiva, toneladas de secretos y suciedades inconfesables, que el pueblo catalán, hábilmente manipulado por el adoctrinamiento público de la Generalitat, desconoce y ni siquiera sospecha.
¡Pobres catalanes; pobres españoles!
Cada año venden a España más del 60 por ciento de su producción y quieren seguir haciéndolo en el futuro. No respetan a España, país al que consideran un mercado cautivo, ni a los españoles, a los que contemplan como simples compradores fácilmente manipulables. Llevan siglos chantajeando a España y se han convertido en especialistas en extorsión y engaños. No quieren ser independientes, sino privilegiados, ricos e impunes, dueños de un corral de gallinas asustadas, y quieren lograrlo generando odio, envidia, recelo y miedo, todo para conseguir el expolio del cliente.
Los políticos catalanes, secundados por una corte de insensatos, han apostado por el egoísmo, la insolidaridad, el odio y por desatar unas furias que son incontrolables y que siempre traen consigo el mal y el daño. Quien siembra tormentas recoge tempestades y quien apuesta por el odio puede recibir como respuesta odio y violencia. Los catalanes del odio a España y de la mentira, tras haberse decidido por el mal, pueden recibir mas odio y violencia de la que están sembrando.
Pero, a pesar del escaso numero de votantes, de las pocas garantías y de las trampas, la pantomima de la consulta ha sido un éxito, no porque haya movilizado a muchos catalanes, sino porque frente al cobarde de Rajoy ganan hasta los mediocres y los tramposos. España está llena de cobardes, al frente de los cuales, en la Moncloa, está el gran cobarde. El País habla de negociar. Los demás periódicos manifiestan también que hay que negociar, con mayor o menor énfasis, pero ninguno dice que a la vista del fracaso, el gobierno tiene que ejercer su autoridad. En el extranjero, la BBC, pone a los separatistas casi como si ya fueran nación y The New York Times va por una línea similar. Y esos medios son el reflejo del pensamiento de los que mandan en el mundo. Y si el poder mundial decide que Cataluña ha de separarse, no importa lo que digamos nosotros. Lo único que podría salvarnos es un gobierno con valor y dispuesto a aplicar las leyes y la Constitución, pero los gobiernos están controlados por partidos plagados de prófugos de la justicia, sospechosos, implicados, maleantes encubiertos y gente cobarde que siempre negocia para mantenerse en el poder, nunca para defender a los ciudadanos o a España.
El conflicto entre Cataluña y España tiene una dimensión noble y comprensible, pero esa nunca se esgrime en la contienda. Si quisieran ser independientes porque rechazan la vulgaridad, la corrupción, la torpeza y la inmensa injusticia que va unida a la marca España, imagen de un país corrupto y poco democrático donde los políticos son predadores insaciables que engañan y explotan a sus ciudadanos, entenderíamos el problema catalán y diríamos que es lógico que quieran marcharse porque la España de Zapatero y de Rajoy, la que han construido el PSOE y el PP, es triste y miserable, pero no se trata de eso porque la clase política catalana no es mejor que la española porque es, si cabe, todavía mas sucia, indigna y miserable.
Si los políticos españoles quisieran acabar de un plumazo con el conflicto catalán solo tienen que construir un país decente, sin corrupción, democrático, justo y equilibrado, sometido al imperio de la ley, sin despilfarradores, comisionistas y saqueadores cobijados en el Estado y en las cámaras legislativas, con una Justicia independiente y con ciudadanos en lugar de súbditos aborregados y sin derechos.
Frente a una España decente, justa, democrática y ejemplar, los catalanes no querrían irse, ni los baleares, ni los vascos, ni nadie. Hasta es posible que los gibraltareños quisieran incorporarse también. Pero a los políticos españoles no les interesa esa España porque un país así no permite el gobierno de sátrapas y corruptos. Además, son incapaces porque ellos son el problema y nunca podrán ser la solución.
Los políticos catalanes son los mas corruptos de España, por delante, incluso, de los andaluces, y llevan décadas vendiendo sus votos, pactando con los gobiernos de Madrid, sin importarles el color ni las ideas, robando y expoliando a todos los que se ponen a tiro, cobrándoles impuestos, vendiéndoles subvenciones y traficando con contratos, concesiones, información y favores ilícitos de toda naturaleza. Detrás del soberanismo catalán hay mas chantaje que decencia, además de avaricia, codicia y ansias de mas dinero, de mas privilegios y de impunidad para los que mandan.
Ni al gobierno corrupto de España le interesa un Cataluña seria, ciudadana, democrática y pensante, ni a la Generalitat, dominada por esa tribu corrupta que no ha parado de robar desde hace décadas, le interesa una sociedad catalana informada, cívica y libre de engaños y de ese adoctrinamientos que atonta y fabrica estupidez. No existe ni un gramo de grandeza en ninguna de las dos partes.
Quieren sacar mas dinero y si descubrieran que la independencia les resta ingresos, dejarían de ser independentistas en un instante. Son gente presa de la codicia y se comportan como traficantes adictos al expolio y a los contratos leoninos.
Ahí tienen como ejemplo al presidente de Freixenet, que se pasa el año estimulando el independentismo y cada año, cuando se acercan las navidades y los españoles compran toneladas de botellas de cava, realiza una hipócrita declaración de españolidad, tan falsa como un euro de barro.
El único punto débil de ese catalanismo que parece fervoroso es la "pela". Si los españoles, indignados ante tanta amenaza, chantaje y expolio, decidieran en serio dejar de consumir sus productos, se volverían corderos. Si supieran que España, cuando ellos fueran ya independientes, les vetaría con dignidad el ingreso en la Unión Europea, darían marcha atrás como un cangrejo asustado. No son políticos, ni idealistas, sino solo prestamistas y tenderos avarientos.
Si quisieran construir una democracia mejor que la española, que es deplorable, entenderíamos la lucha catalana y la apoyaríamos, pero ¿cómo van a construir una democracia decente bajo el dominio y la bota de políticos expoliadores que llevan décadas robando y acumulando riqueza y cuyo único miedo es que los jueces y las leyes españoles no les permitan seguir saqueando Cataluña?
Hay menos grandeza en el proceso que miseria y vulgaridad delictiva, toneladas de secretos y suciedades inconfesables, que el pueblo catalán, hábilmente manipulado por el adoctrinamiento público de la Generalitat, desconoce y ni siquiera sospecha.
¡Pobres catalanes; pobres españoles!
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