Tras haber perdido 6.7 millones de espectadores el último año y envuelto en luchas internas cainitas, el cine español está hundido y paga así no sólo su falta de creatividad y calidad artística, sino también su politización y el apoyo irrestricto que ha dado al gobierno de Zapatero, lo que ha enfrentado a actores y cineastas con una opinión pública española que, de manera mayoritaria, rechaza el "zapaterismo" y quiere elecciones anticipadas para echar al presidente de la Moncloa.
El fracaso del cine español se debe también a su falta de competitividad, provocada quizás por su afición desmedida por las subvenciones públicas. El gobierno de Zapatero ha utilizado imprudentemente a los cineastas para influir en la ciudadanía y permanecer en el poder, dándoles a cambio dinero abundante, lo que ha provocado la pérdida de prestigio popular y del favor de los aficionados.
Abandonado por los ciudadanos, el hundimiento del cine español se debe también a otros factores importantes, sobre todo a su dependencia de las subvenciones públicas, que han sido abundantes en los últimos años, pero que ahora, como consecuencia de la crisis, son menos generosas. Esa dependencia del dinero público ha hecho que el cine español no sea competitivo y que haya recaudado sus recursos más en los despachos que en las taquillas, una política suicida que ha desmontado la industria cinematográfica española.
En menos de una semana, el cine español vivirá su noche estelar con la entrega de los premios Goya, pero el espectáculo y las alfombras rojas no podrán cubrir el inmenso fracaso de los cineastas afines al "zapaterismo" y adictos al dinero público.
Los cineastas politizados sólo han conseguido atraer a las salas a poco más de 10,7 millones de espectadores durante 2010, es decir, 6,7 millones menos que el año anterior. Hay que remontarse a 1996 para encontrar un dato peor.
Las taquillas proporcionaron en 2010 unos modestos 69,7 millones de euros, mientras que en 2009 superaron los 104 millones.
El desequilibrio entre el cine español y las producciones extranjeras crece constantemente, lo que significa una derrota de una industria que gozó de un claro apoyo popular en el pasado y que llegó a ser pujante y competitiva.
El fracaso del cine español se debe también a su falta de competitividad, provocada quizás por su afición desmedida por las subvenciones públicas. El gobierno de Zapatero ha utilizado imprudentemente a los cineastas para influir en la ciudadanía y permanecer en el poder, dándoles a cambio dinero abundante, lo que ha provocado la pérdida de prestigio popular y del favor de los aficionados.
Abandonado por los ciudadanos, el hundimiento del cine español se debe también a otros factores importantes, sobre todo a su dependencia de las subvenciones públicas, que han sido abundantes en los últimos años, pero que ahora, como consecuencia de la crisis, son menos generosas. Esa dependencia del dinero público ha hecho que el cine español no sea competitivo y que haya recaudado sus recursos más en los despachos que en las taquillas, una política suicida que ha desmontado la industria cinematográfica española.
En menos de una semana, el cine español vivirá su noche estelar con la entrega de los premios Goya, pero el espectáculo y las alfombras rojas no podrán cubrir el inmenso fracaso de los cineastas afines al "zapaterismo" y adictos al dinero público.
Los cineastas politizados sólo han conseguido atraer a las salas a poco más de 10,7 millones de espectadores durante 2010, es decir, 6,7 millones menos que el año anterior. Hay que remontarse a 1996 para encontrar un dato peor.
Las taquillas proporcionaron en 2010 unos modestos 69,7 millones de euros, mientras que en 2009 superaron los 104 millones.
El desequilibrio entre el cine español y las producciones extranjeras crece constantemente, lo que significa una derrota de una industria que gozó de un claro apoyo popular en el pasado y que llegó a ser pujante y competitiva.
Comentarios: