El PSOE se está muriendo, sin que sus mismos dirigentes y militantes se den cuenta. Creen avanzar, pero retroceden y, desorientados, se mueven en círculo, sin enarbolar bandera alguna, causando risa, lástima o nostlgia en la mayoría de los ciudadanos. Castigado por los ciudadanos en las urnas, pierden adeptos en cada elección, sin que hasta ahora su desastre haya tocado suelo. La de ese partido es una suerte merecida, pues sus traiciones y fracasos son inmensos y causantes de un daño terrible a España.
Los votantes de izquierda y los llamados "progresistas" que antes votaban al PSOE han descubierto que ese partido no enarbola ya bandera fiable alguna y que sus mensajes y programas no se diferencian sustancialmente de los de otros partidos que también compiten por los votos y el poder. Votar al PSOE no significa, en modo alguno, que se acabe la corrupción, que se incrementen las políticas sociales, que se regenere la democracia o que la Constitución y las leyes sean respetadas. En los territorios fronterizos, donde el nacionalismo ha sacado la bayoneta, el PSOE ni siquiera se distingue, como el PP, por defender la unidad de España, ya que muchos socialistas coquetean ya, de manera indecente, con el nacionalismo.
Ante el fracaso de España, el avance estremecedor del desempleo y la pobreza y la pérdida del prestigio internacional del país, los votantes se han radicalizado y están dejando de apoyar al PSOE y al PP no sólo porque esos dos grandes partidos son los que han gobernado el país y son los principales culpables del fracaso de España, sino porque sus posturas y propuestas se han revelado anodinas, ineficaces, mediocres, hipócritas y poco adecuadas para tiempos difíciles. Una gran parte de la población se inclina cada día mas hacia opciones radicales, ya sea votando a los nacionalismos soberanistas o escapando del sistema y practicando, con rigor y dureza, el boicot a la casta política, la abstención activa y el voto en blanco, las formas más eficaces de dar un severo corte de mangas al corrupto y degradado sistema político español, a sus inicuos partidos y a sus cada día más despreciados políticos profesionales.
El PSOE está tan agotado que ya solo gobierna en Andalucía y Asturias y en esos territorios lo hace en alianza con otros partidos que les mediatizan y controlan.
Ante los resultados inquietantes de las recientes elecciones gallegas y vascas, donde el PSOE ha retrocedido brutalmente, afirman que "van a reflexionar", una expresión recurrente que siempre tiene truco y que en realidad significa que van a esperar a que el adversario se desgaste para recuperar el poder. El poder les ha nublado la vista y les ha vuelto tan engreídos y estúpidos que no se dan cuenta que ya no representan opción atractiva alguna para los españoles, que no ven en ellos limpieza, ni regeneración, ni voluntad de cambio, ni capacidad de ilusión. Hay verdades que no quieren aprender, pero que son ineludibles si no quieren morir lenta y tristemente: la primera es que deben refundarse y empezar casi de cero, sin que en la dirección figure ninguno de los personajes que se mancharon y corrompieron en el pasado, ya sea con Felipe o con Zapatero, a los que los españoles identifican con el desastre de la nación y jamás les otorgarán su confianza; la segunda es que, también ideológicamente, deben comenzar casi de cero, abrazando políticas y valores contundentes y populares, como la regeneración auténtica de la democracia y la reconstrucción de España; la tercera es que deben admitir algo que, aunque duela es verdad: que el ciclo de la prosperidad se ha acabado y que el nuevo ciclo, caracterizado por la pobreza, el esfuerzo y el trabajo mal pagado, no permite ya lo que ellos llaman el "Estado de Bienestar", cuya defensa a ultranza suena ya ridícula en un país que ni siquiera tiene dinero para pagar las pensiones.
Si algún día los españoles ven en el socialismo encarnados valores que realmente son de estos tiempos y atraen a los ciudadanos, como la democracia auténtica, la lucha a cuchillo corto contra la corrupción y la reconstrucción esforzada de una España que ellos mismos, junto con sus "colegas" del PP, han arrasado, entonces, solo entonces, quizás puedan soñar con resucitar y recuperar su antiguo esplendor.
Los votantes de izquierda y los llamados "progresistas" que antes votaban al PSOE han descubierto que ese partido no enarbola ya bandera fiable alguna y que sus mensajes y programas no se diferencian sustancialmente de los de otros partidos que también compiten por los votos y el poder. Votar al PSOE no significa, en modo alguno, que se acabe la corrupción, que se incrementen las políticas sociales, que se regenere la democracia o que la Constitución y las leyes sean respetadas. En los territorios fronterizos, donde el nacionalismo ha sacado la bayoneta, el PSOE ni siquiera se distingue, como el PP, por defender la unidad de España, ya que muchos socialistas coquetean ya, de manera indecente, con el nacionalismo.
Ante el fracaso de España, el avance estremecedor del desempleo y la pobreza y la pérdida del prestigio internacional del país, los votantes se han radicalizado y están dejando de apoyar al PSOE y al PP no sólo porque esos dos grandes partidos son los que han gobernado el país y son los principales culpables del fracaso de España, sino porque sus posturas y propuestas se han revelado anodinas, ineficaces, mediocres, hipócritas y poco adecuadas para tiempos difíciles. Una gran parte de la población se inclina cada día mas hacia opciones radicales, ya sea votando a los nacionalismos soberanistas o escapando del sistema y practicando, con rigor y dureza, el boicot a la casta política, la abstención activa y el voto en blanco, las formas más eficaces de dar un severo corte de mangas al corrupto y degradado sistema político español, a sus inicuos partidos y a sus cada día más despreciados políticos profesionales.
El PSOE está tan agotado que ya solo gobierna en Andalucía y Asturias y en esos territorios lo hace en alianza con otros partidos que les mediatizan y controlan.
Ante los resultados inquietantes de las recientes elecciones gallegas y vascas, donde el PSOE ha retrocedido brutalmente, afirman que "van a reflexionar", una expresión recurrente que siempre tiene truco y que en realidad significa que van a esperar a que el adversario se desgaste para recuperar el poder. El poder les ha nublado la vista y les ha vuelto tan engreídos y estúpidos que no se dan cuenta que ya no representan opción atractiva alguna para los españoles, que no ven en ellos limpieza, ni regeneración, ni voluntad de cambio, ni capacidad de ilusión. Hay verdades que no quieren aprender, pero que son ineludibles si no quieren morir lenta y tristemente: la primera es que deben refundarse y empezar casi de cero, sin que en la dirección figure ninguno de los personajes que se mancharon y corrompieron en el pasado, ya sea con Felipe o con Zapatero, a los que los españoles identifican con el desastre de la nación y jamás les otorgarán su confianza; la segunda es que, también ideológicamente, deben comenzar casi de cero, abrazando políticas y valores contundentes y populares, como la regeneración auténtica de la democracia y la reconstrucción de España; la tercera es que deben admitir algo que, aunque duela es verdad: que el ciclo de la prosperidad se ha acabado y que el nuevo ciclo, caracterizado por la pobreza, el esfuerzo y el trabajo mal pagado, no permite ya lo que ellos llaman el "Estado de Bienestar", cuya defensa a ultranza suena ya ridícula en un país que ni siquiera tiene dinero para pagar las pensiones.
Si algún día los españoles ven en el socialismo encarnados valores que realmente son de estos tiempos y atraen a los ciudadanos, como la democracia auténtica, la lucha a cuchillo corto contra la corrupción y la reconstrucción esforzada de una España que ellos mismos, junto con sus "colegas" del PP, han arrasado, entonces, solo entonces, quizás puedan soñar con resucitar y recuperar su antiguo esplendor.
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