Al elegir a Rubalcaba como secretario general y no optar por un dirigente nuevo que esté libre de zapaterismo y no tenga responsabilidades contraídas con la corrupción y el mal gobierno, el PSOE ha cometido un gran error que deberá pagar caro. Rubalcaba, experto en manipulación y parte activa de todos los grandes dramas del socialismo español, desde el terrorismo de Estado y la corrupción generalizada, en tiempos de Felipe González, hasta la mentira, el empobrecimiento y el desprestigio, traídos por Zapatero, ha obtenido los votos de 487 de los 956 delegados, frente a los 465 conseguidos por su rival, la catalana Carme Chacón.
Ninguno de los dos candidatos representaba una verdadera renovación, pero Carme Chacón por lo menos se atrevió a cuestionar la etapa de Zapatero y pidió cambios profundos (Mucho PSOE por hacer), lo que la convertía en la menos continuista de los dos candidatos. Pero el congreso ha apostado por la continuidad, y apostar por la continuidad cuando la sociedad española te ha rechazado es un signo claro de arrogancia. Rubalcaba no puede ser la solución porque fue y es parte del problema.
El PSOE, que no ha hecho autocrítica y ha dejado de lado la renovación para elegir al cerebro gris, el conspirador, el Rasputin y el Maquiavelo, está seriamente quebrado y dividido en dos bandos de difícil integración. El de los perdedores sigue teniendo a Zapatero como referencia, mientras que el de los ganadores ha recuperado como referencia a Felipe González, un dinusaurio agonizante y caducado. El Congreso tardó casi dos horas en convencer a una Chacón indignada porque le habían hecho juego sucio, amenazándole con sacar a la luz los negocios de su marido, para que compareciera como pacífica y sumisa perdedora. El PSOE tardará mucho en limpiar la mucha sangre vertida por las navajas en Sevilla. Las heridas se curan con poder y reparto, pero el PSOE tiene poco poder y casi nada que repartirse.
El PSOE es ya un partido en el que es imposible que triunfe la frescura, la osadía y el riesgo. Se ha convertido en una gran empresa que da de comer a mucha gente, en la que el cambio es contemplado como una temeridad y en la que siempre ganan los profesionales de la supervivencia, del poder y de la rapiña.
Con Rubalcaba y sin un rostro nuevo y limpio de culpas y complicidades, el PSOE tardará mucho tiempo en hacer olvidar a los españoles la ruina que han causado a España. Rubalcaba y los suyos ya saben lo que tienen que hacer para mitigar el desastre: convencer a los españoles, poco a poco, de que el culpable del drama no ha sido el socialismo, sino un inepto que se les coló en la secretaría general, llamado José Luis Rodríguez Zapatero.
Sin embargo, el cadáver de Zapatero lejos de haber sido sepultado, está muy vivo y la inmensa egolatría mendaz de ese tipo le hará actuar como un molesto y peligroso fantasma socialista derrotado y resentido, que seguirá influyendo en la vida de su partido durante muchos años.
Ninguno de los dos candidatos representaba una verdadera renovación, pero Carme Chacón por lo menos se atrevió a cuestionar la etapa de Zapatero y pidió cambios profundos (Mucho PSOE por hacer), lo que la convertía en la menos continuista de los dos candidatos. Pero el congreso ha apostado por la continuidad, y apostar por la continuidad cuando la sociedad española te ha rechazado es un signo claro de arrogancia. Rubalcaba no puede ser la solución porque fue y es parte del problema.
El PSOE, que no ha hecho autocrítica y ha dejado de lado la renovación para elegir al cerebro gris, el conspirador, el Rasputin y el Maquiavelo, está seriamente quebrado y dividido en dos bandos de difícil integración. El de los perdedores sigue teniendo a Zapatero como referencia, mientras que el de los ganadores ha recuperado como referencia a Felipe González, un dinusaurio agonizante y caducado. El Congreso tardó casi dos horas en convencer a una Chacón indignada porque le habían hecho juego sucio, amenazándole con sacar a la luz los negocios de su marido, para que compareciera como pacífica y sumisa perdedora. El PSOE tardará mucho en limpiar la mucha sangre vertida por las navajas en Sevilla. Las heridas se curan con poder y reparto, pero el PSOE tiene poco poder y casi nada que repartirse.
El PSOE es ya un partido en el que es imposible que triunfe la frescura, la osadía y el riesgo. Se ha convertido en una gran empresa que da de comer a mucha gente, en la que el cambio es contemplado como una temeridad y en la que siempre ganan los profesionales de la supervivencia, del poder y de la rapiña.
Con Rubalcaba y sin un rostro nuevo y limpio de culpas y complicidades, el PSOE tardará mucho tiempo en hacer olvidar a los españoles la ruina que han causado a España. Rubalcaba y los suyos ya saben lo que tienen que hacer para mitigar el desastre: convencer a los españoles, poco a poco, de que el culpable del drama no ha sido el socialismo, sino un inepto que se les coló en la secretaría general, llamado José Luis Rodríguez Zapatero.
Sin embargo, el cadáver de Zapatero lejos de haber sido sepultado, está muy vivo y la inmensa egolatría mendaz de ese tipo le hará actuar como un molesto y peligroso fantasma socialista derrotado y resentido, que seguirá influyendo en la vida de su partido durante muchos años.
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