Los demócratas españoles están desmoralizados ante la enorme potencia de fuego que tienen los grandes partidos políticos, esos que han secuestrado y envilecido la democracia sustituyéndola por un sistema que huele a corrupción, desigualdad, abuso de poder e injusticia. La mayoría de los demócratas cree que es imposible desplazar del poder a los partidos que han destruído España porque son grandes organizaciones que se han apoderado del Estado, de los recursos y de la fuerza bruta. Sin embargo, el triunfo del Atlético de Madrid frente a los dos grandes clubes españoles, Real Madrid y Barcelona, también invencibles en apariencia por sus grandes presupuestos y recursos, demuestra que "con esfuerzo se puede", como afirma el entrenador rojiblanco, el "cholo" Simeone.
La estrategia del Atleti frente a los todopoderosos Madrid y Barcelona ha consistido en mentalizarse, dotarse de tesón y de orgullo y realizar un esfuerzo superior a sus contrarios. De ese modo han ganado, contra todo pronóstico, la liga española de 2014, causando admiración en todo el mundo.
La misma estrategia debemos adoptar los demócratas para derrotar a formaciones con tanto poder y dominio como el PP y el PSOE, escoltados además por partidos cómplices como IU y los nacionalistas vascos y catalanes, que participan del festín de la corrupción y que ordeñan a diario al Estado en beneficio propio, nunca de los ciudadanos.
La primera medida consiste en insistir en la información veraz para desenmascarar las medidas del poder y poner en evidencia la bajeza de los políticos y su inmenso fracaso en la gestión de España, país al que han arruinado, despojado de su prestigio internacional y transformado en un saco de corrupción, desempleo, desigualdad, injusticia y vergonzosa impunidad de los poderosos.
La segunda media debe ser aprovechar los procesos electorales para arrebatarles poder. Las elecciones son la única fisura por la que el pueblo puede hacer daño a sus partidos-verdugos y reforzar una democracia que ellos han pulverizado. Hay que desmontar el bipartidismo y restar poder a los partidos que tienen presencia parlamentaria y, por lo tanto, responsabilidad directa en el hundimiento y degradación de nuestra nación.
Para lograrlo hay que votar a los partidos pequeños y emergentes que todavía no se han contaminado o que, por lo menos, no hayan participado en el gran festín de la corrupción y el abuso de poder. Ningún partido que haya gobernado en el gobierno central, en los gobiernos autonómicos o en los grandes ayuntamientos tiene derecho moral alguno a recibir un solo voto procedente de los demócratas.
La estrategia del Atleti frente a los todopoderosos Madrid y Barcelona ha consistido en mentalizarse, dotarse de tesón y de orgullo y realizar un esfuerzo superior a sus contrarios. De ese modo han ganado, contra todo pronóstico, la liga española de 2014, causando admiración en todo el mundo.
La misma estrategia debemos adoptar los demócratas para derrotar a formaciones con tanto poder y dominio como el PP y el PSOE, escoltados además por partidos cómplices como IU y los nacionalistas vascos y catalanes, que participan del festín de la corrupción y que ordeñan a diario al Estado en beneficio propio, nunca de los ciudadanos.
La primera medida consiste en insistir en la información veraz para desenmascarar las medidas del poder y poner en evidencia la bajeza de los políticos y su inmenso fracaso en la gestión de España, país al que han arruinado, despojado de su prestigio internacional y transformado en un saco de corrupción, desempleo, desigualdad, injusticia y vergonzosa impunidad de los poderosos.
La segunda media debe ser aprovechar los procesos electorales para arrebatarles poder. Las elecciones son la única fisura por la que el pueblo puede hacer daño a sus partidos-verdugos y reforzar una democracia que ellos han pulverizado. Hay que desmontar el bipartidismo y restar poder a los partidos que tienen presencia parlamentaria y, por lo tanto, responsabilidad directa en el hundimiento y degradación de nuestra nación.
Para lograrlo hay que votar a los partidos pequeños y emergentes que todavía no se han contaminado o que, por lo menos, no hayan participado en el gran festín de la corrupción y el abuso de poder. Ningún partido que haya gobernado en el gobierno central, en los gobiernos autonómicos o en los grandes ayuntamientos tiene derecho moral alguno a recibir un solo voto procedente de los demócratas.
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