Algunos, después de la triste y humillante experiencia de las dos jornadas de investidura, dicen que España necesita con urgencia un gobierno porque se ha tornado ingobernable y los populistas y nacionalistas acechan para destrozar la nación. Tienen razón, pero olvidan lo más importante: que España es ingobernable porque los actuales políticos han degradado la nación, envolviéndola en el lodo de la corrupción, la indecencia y la injusticia. Si España fuera un país decente, justo y próspero, nadie querría irse o los independentistas serían unos pocos exaltados, pero la España que nos han construído tipos como Zapatero y Rajoy es un bodrio del que muchos, quizás con razón, quieren escapar.
Ahora, los indecentes fracasados nos conducen hacia unas terceras elecciones y nos han convocado nada menos que para el día de Navidad. Haber calculado todo para que se vote en esa fecha de entrañable sabor familiar es una indecencia mayúscula, más bien una bajeza que debería ser intolerable.
Tampoco es admisible la obsesión insana por el poder que exhibe el socialista Sánchez, un energúmeno al que España solo le debe angustia y desprecio, empeñado en decir NO porque él quiere ser presidente, acusando de corrupto a un Rajoy que, con el PP, lo es, pero no más que el PSOE.
Todo este desaguisado podría evitarse si se reformaran las leyes y se estableciera en España una segunda vuelta, que enfrente a los dos candidatos más votados, pero los miserables no quieren reformar un sistema que a ellos les hace ricos, poderosos y que no les obliga a nada, ni siquiera a pagar por sus errores, estragos y desmanes. En la práctica, los políticos españoles podrían arruinar el país y hundirlo sin que ni siquiera piden el banquillo de los acusados. No tenemos una democracia, sino una dictadura de partidos sin valores ni decencia.
Lo único bueno en el horizonte es que tal vez los ciudadanos se cansen de una vez y se rebelen contra sus amos:políticos, gente que no merece gobernar, ni siquiera ser líderes de nada. Ojalá el 25 de diciembre, en una reacción digna, España se quede en casa, celebrando con su familia la Navidad, y deje solas las urnas que estos pobres diablos esperan llenar con los habituales votos esclavos.
Francisco Rubiales
Ahora, los indecentes fracasados nos conducen hacia unas terceras elecciones y nos han convocado nada menos que para el día de Navidad. Haber calculado todo para que se vote en esa fecha de entrañable sabor familiar es una indecencia mayúscula, más bien una bajeza que debería ser intolerable.
Tampoco es admisible la obsesión insana por el poder que exhibe el socialista Sánchez, un energúmeno al que España solo le debe angustia y desprecio, empeñado en decir NO porque él quiere ser presidente, acusando de corrupto a un Rajoy que, con el PP, lo es, pero no más que el PSOE.
Todo este desaguisado podría evitarse si se reformaran las leyes y se estableciera en España una segunda vuelta, que enfrente a los dos candidatos más votados, pero los miserables no quieren reformar un sistema que a ellos les hace ricos, poderosos y que no les obliga a nada, ni siquiera a pagar por sus errores, estragos y desmanes. En la práctica, los políticos españoles podrían arruinar el país y hundirlo sin que ni siquiera piden el banquillo de los acusados. No tenemos una democracia, sino una dictadura de partidos sin valores ni decencia.
Lo único bueno en el horizonte es que tal vez los ciudadanos se cansen de una vez y se rebelen contra sus amos:políticos, gente que no merece gobernar, ni siquiera ser líderes de nada. Ojalá el 25 de diciembre, en una reacción digna, España se quede en casa, celebrando con su familia la Navidad, y deje solas las urnas que estos pobres diablos esperan llenar con los habituales votos esclavos.
Francisco Rubiales
Comentarios: