En España, de modo insensible, se ha ido produciendo un sistema político asfixiante; toda su entraña rezuma corrupción, toda ella exhala el tufo irrespirable de fétida cloaca. Las diferentes leyes de financiación de los partidos políticos y las disposiciones sobre la subvención a partidos, sindicatos, patronales y ayuntamientos configuran un tinglado legal urdido únicamente, con el fin de encauzar desde los fondos estatales los dineros oportunos para satisfacer la hambruna de los allegados a la política; es el caño que llena las ánforas de su ambición de favores, de amiguismo, derroche, prevaricación y coacción. Los ciudadanos de "estepais", no cuentan para ellos, no existen, son sólo pobres votos, que proveen su subsistencia; eso del trabajo por el bien común lo desconocen.
Aquí, estos vividores de lo público han entablado un diseño de tipo estatal que les permite ocultar la verdad programática en campaña electoral, para lograr los votos, sin sufrir consecuencia alguna; cometen prevaricación, cohecho, nepotismo y abuso de poder desde despachos o gasolineras y salen indemnes, siempre que se lleven a cabo en los aledaños de las instancias democráticas y legitimadas. Y es que la gran maniobra política que han conseguido componer ha sido la integración del poder legislativo-ejecutivo en el alto ámbito judicial, han perpetrado, lo que se llama en el marco de las naciones civilizadas, "secuestro de la justicia", en realidad, no es más que totalitarismo y fascismo; es el control parlamentario del poder judicial; pues, los jueces, víctimas o no de este asunto, son elegidos en el Parlamento, no por su valía en relación con la aplicación de la ley, sino a tenor de su interpretación, cuando solamente debían ser elegidos por el órgano judicial superior, nunca por los políticos, y solamente a causa de sus méritos y antigüedad. La división de los tres poderes del Estado aquí anda tan difuminada que sólo suena y se aprecia la existencia de la casta política. La independencia del estamento judicial no existe, como tampoco eso de que la justicia es igual para todos, será solo en teoría.
¿Qué es eso de jueces progresistas y conservadores? La judicatura ha de estar casada exclusivamente con la Ley; sus preferencias deben quedar en el fuero interno; de lo contrario, atrapados por los intereses de los partidos, deudores de la elección influyente de éste o aquel partido político, pierden la capacidad de desarrollar su profesión fuera del ámbito de aquella influencia; se convierten así los jueces en elemento indisoluble del propio engranaje político, que a ellos los enreda y al ciudadano lo deja desnudo e indefenso ante la arbitrariedad de la maquinaria política. Entre tanto, la ciudadanía sufre recortada, constreñida y engañada, lo sabe y calla, reflexiona y aguarda.
Este orden de cosas es un escarnio y un escándalo para la sociedad, en especial, muestra una sociedad asqueada por la corrupción y la hipocresía; en el andar de los días, la práctica de la mangancia ha hecho del acto, hábito y de lo poco un mucho; la carcoma de la corrupción que envuelve a esta calaña de gente pegada a la política, ha puesto la existencia nacional al borde de la desintegración. El panorama hoy ofrece un paisaje moral aterrador; se aprecia un extenso descalabro de valores éticos y cívicos, extraviadas andan la decencia, la nobleza, la responsabilidad, la honradez y el trabajo y la entrega a los asuntos de los demás; se disculpa y se ve con normalidad el robo al Estado, el comercio y tráfico ilícitos de bienes y servicios, el incumplimiento de las normas, el hurto y latrocinio, los sobornos y prebendas; y, por ello, sólo florece la mediocridad, la chabacanería, el orgullo y la codicia; brillan en el fondo de las charcas del descaro el fraude, el fracaso escolar y las formas soeces; se ha ahuyentado la cultura y el civismo, para abrazar el hedonismo y el relativismo. Esperemos que se produzca la inflexión y venga alguien que remedie esto.
C. Mudarra
Aquí, estos vividores de lo público han entablado un diseño de tipo estatal que les permite ocultar la verdad programática en campaña electoral, para lograr los votos, sin sufrir consecuencia alguna; cometen prevaricación, cohecho, nepotismo y abuso de poder desde despachos o gasolineras y salen indemnes, siempre que se lleven a cabo en los aledaños de las instancias democráticas y legitimadas. Y es que la gran maniobra política que han conseguido componer ha sido la integración del poder legislativo-ejecutivo en el alto ámbito judicial, han perpetrado, lo que se llama en el marco de las naciones civilizadas, "secuestro de la justicia", en realidad, no es más que totalitarismo y fascismo; es el control parlamentario del poder judicial; pues, los jueces, víctimas o no de este asunto, son elegidos en el Parlamento, no por su valía en relación con la aplicación de la ley, sino a tenor de su interpretación, cuando solamente debían ser elegidos por el órgano judicial superior, nunca por los políticos, y solamente a causa de sus méritos y antigüedad. La división de los tres poderes del Estado aquí anda tan difuminada que sólo suena y se aprecia la existencia de la casta política. La independencia del estamento judicial no existe, como tampoco eso de que la justicia es igual para todos, será solo en teoría.
¿Qué es eso de jueces progresistas y conservadores? La judicatura ha de estar casada exclusivamente con la Ley; sus preferencias deben quedar en el fuero interno; de lo contrario, atrapados por los intereses de los partidos, deudores de la elección influyente de éste o aquel partido político, pierden la capacidad de desarrollar su profesión fuera del ámbito de aquella influencia; se convierten así los jueces en elemento indisoluble del propio engranaje político, que a ellos los enreda y al ciudadano lo deja desnudo e indefenso ante la arbitrariedad de la maquinaria política. Entre tanto, la ciudadanía sufre recortada, constreñida y engañada, lo sabe y calla, reflexiona y aguarda.
Este orden de cosas es un escarnio y un escándalo para la sociedad, en especial, muestra una sociedad asqueada por la corrupción y la hipocresía; en el andar de los días, la práctica de la mangancia ha hecho del acto, hábito y de lo poco un mucho; la carcoma de la corrupción que envuelve a esta calaña de gente pegada a la política, ha puesto la existencia nacional al borde de la desintegración. El panorama hoy ofrece un paisaje moral aterrador; se aprecia un extenso descalabro de valores éticos y cívicos, extraviadas andan la decencia, la nobleza, la responsabilidad, la honradez y el trabajo y la entrega a los asuntos de los demás; se disculpa y se ve con normalidad el robo al Estado, el comercio y tráfico ilícitos de bienes y servicios, el incumplimiento de las normas, el hurto y latrocinio, los sobornos y prebendas; y, por ello, sólo florece la mediocridad, la chabacanería, el orgullo y la codicia; brillan en el fondo de las charcas del descaro el fraude, el fracaso escolar y las formas soeces; se ha ahuyentado la cultura y el civismo, para abrazar el hedonismo y el relativismo. Esperemos que se produzca la inflexión y venga alguien que remedie esto.
C. Mudarra
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