De siete millones y pico de habitantes, han salido a votar sólo unos tres. Ha ganado, como se veía venir, la gente de la abstención, el pueblo de la hartura, población cansada y hastiada de la componenda, de la juntera del tripartito, de lo anormal, haciendo y deshaciendo sus mociones y apaños, multas y normativas ajenas y lejanas al sentir y necesidad del verdadero pueblo que sufre su día a día del desempleo y de la crisis.
El hombrecete de Iznájar, ha descalabrado al socialismo con dureza; no puede pasearse por Cataluña con su pobre y casero catalán, creyendo que engañaba y convencía a los catalanes y españoles, y aliarse con los impresentables, derrochar a mansalva y llegar a la locura de poner micrófonos en el Senado para traducir a Montilla, Chaves y Griñán; únense, a ello, las multas por el uso del español, el dificultar a los niños recibir clases de español y en español y la murga cansina y altiva que han dado con la cuestión innecesaria e ilegal del Estatuto, que nadie pedía ni había solicitado. Cataluña iba por su camino y estos ilusos seguían erre que erre por el suyo; eso sí, manejando a su arbitrio ese enorme monto de millones de euros que han malgastado en sus invenciones ilusorias y nocivas, no en solventar el paro, en reducir el déficit y mejorar la vida común de los catalanes y españoles. No vemos que hoy Cataluña brille en el cómputo europeo por su enorme contribución a mejorar y estabilizar la economía española ni la catalana; no hemos visto ni oído que Cataluña resplandezca en las alturas del modelo económico español.
Los resultados de las elecciones catalanas, como apunta hoy la prensa independiente, ponen de manifiesto que las han ganado, con cierta timidez, los tres partidos de centro-derecha y han sido vapuleados los socialistas y sus socios. Los votantes ya “jarticos de tonteces” han dicho: ‘Esta es nuestra hora, vamos a votar a CIU, pero, no en su rostro independentista, sino en el moderado y sereno de aquel Pujol que recordamos’; ya se decía en estos días anteriores, que el punto fatídico para Montilla se hallaba en los treinta escaños, por debajo, se agazapaba su ruina, claro, que esa ya la firmó el día que se encamó con el renegado aragonés, Carol, y sus adláteres. El socialismo catalán, con su tesón y mérito, inspirado por su jefe ZP, ha labrado su huerto de ineficacia al amparo de una gestión nefasta y dañina que se estrenó con la caída del Carmelo, y siguió con el desastre de la estación de Sanz y los apagones de Barcelona .
La derrota de Montilla, es también la de Zapatero, quien, con aquellas bendiciones y apoyos que le impartió en el famoso mitin del Palacio de San Jordi, lo sostuvo a él, engañó a A. Mas y mandó al sacrificio a Maragall. El castigo de Zapatero señala a su vez el sorprendente ascenso del PP, del mismo modo, que, en medio de todo, el Presidente ZP recibe estos días el garrotazo de los mercados a la deuda española y se le pronostica, en su agónico paso hacia el final, la pérdida de los ayuntamientos de todas las capitales en las próximas municipales.
Los ejemplos arrastran y quizás, entre amiguetes más. Montilla anuncia que se va, ¿será indicio de que Zapatero hará lo propio?
C. Mudarra
El hombrecete de Iznájar, ha descalabrado al socialismo con dureza; no puede pasearse por Cataluña con su pobre y casero catalán, creyendo que engañaba y convencía a los catalanes y españoles, y aliarse con los impresentables, derrochar a mansalva y llegar a la locura de poner micrófonos en el Senado para traducir a Montilla, Chaves y Griñán; únense, a ello, las multas por el uso del español, el dificultar a los niños recibir clases de español y en español y la murga cansina y altiva que han dado con la cuestión innecesaria e ilegal del Estatuto, que nadie pedía ni había solicitado. Cataluña iba por su camino y estos ilusos seguían erre que erre por el suyo; eso sí, manejando a su arbitrio ese enorme monto de millones de euros que han malgastado en sus invenciones ilusorias y nocivas, no en solventar el paro, en reducir el déficit y mejorar la vida común de los catalanes y españoles. No vemos que hoy Cataluña brille en el cómputo europeo por su enorme contribución a mejorar y estabilizar la economía española ni la catalana; no hemos visto ni oído que Cataluña resplandezca en las alturas del modelo económico español.
Los resultados de las elecciones catalanas, como apunta hoy la prensa independiente, ponen de manifiesto que las han ganado, con cierta timidez, los tres partidos de centro-derecha y han sido vapuleados los socialistas y sus socios. Los votantes ya “jarticos de tonteces” han dicho: ‘Esta es nuestra hora, vamos a votar a CIU, pero, no en su rostro independentista, sino en el moderado y sereno de aquel Pujol que recordamos’; ya se decía en estos días anteriores, que el punto fatídico para Montilla se hallaba en los treinta escaños, por debajo, se agazapaba su ruina, claro, que esa ya la firmó el día que se encamó con el renegado aragonés, Carol, y sus adláteres. El socialismo catalán, con su tesón y mérito, inspirado por su jefe ZP, ha labrado su huerto de ineficacia al amparo de una gestión nefasta y dañina que se estrenó con la caída del Carmelo, y siguió con el desastre de la estación de Sanz y los apagones de Barcelona .
La derrota de Montilla, es también la de Zapatero, quien, con aquellas bendiciones y apoyos que le impartió en el famoso mitin del Palacio de San Jordi, lo sostuvo a él, engañó a A. Mas y mandó al sacrificio a Maragall. El castigo de Zapatero señala a su vez el sorprendente ascenso del PP, del mismo modo, que, en medio de todo, el Presidente ZP recibe estos días el garrotazo de los mercados a la deuda española y se le pronostica, en su agónico paso hacia el final, la pérdida de los ayuntamientos de todas las capitales en las próximas municipales.
Los ejemplos arrastran y quizás, entre amiguetes más. Montilla anuncia que se va, ¿será indicio de que Zapatero hará lo propio?
C. Mudarra
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