El indulto a un banquero delincuente, la entrega apresurada de 300 cajas de documentos del archivo de Salamanca a sus amigos catalanes, la concesión de subvenciones masivas a los sindicatos y a los amigos y otras muchas "fechorías" demuestran que la despedida del poder de Zapatero y su gobierno está siendo tan poco ejemplar, ética y democrática como lo ha sido su gobierno, de siete largos años dignos de olvido.
Las buenas costumbres democráticas establecen que los gobiernos en funciones, sobre todo cuando han sido derrotados en las urnas por el pueblo, deben limitarse a aprobar lo mínimo imprescindible para que el país funcione, pero Zapatero y sus secuaces han hecho todo lo contrario y han aprovechado sus últimos días en el poder, como el administrador infiel de la Biblia, para colocar a los suyos al amparo del Estado, beneficiar a los amigos y dispensar favores que puedan rentabilizarse en el futuro. En este capítulo tienen especial relevancia las subvenciones frenéticas de la ministra de Cultura Sinde, otorgadas con indecencia antidemocrática a cineastas, periódicos adictos y otras organizaciones, antes de que Rajoy imponga la austeridad y cierre el grifo.
A esas inesperadas y poco democráticas fechorías hay que agregar otros gestos y actuaciones que demuestran igualmente la bajeza moral del equipo, como los viajes de lujo y despilfarro de miembros del gabinete, la negativa a admitir que se han equivocado, el no pedir perdón a los españoles por sus errores y por los estragos que han causado al país, el achacar la derrota electoral aexclusivamente a la crisis, la negativa a dimitir de Pepiño Blanco, implicado en un escándalo sobrecogedor, y las hipócritas declaraciones de Zapatero, que no sólo no admite culpa alguna por los millones de desempleados y pobres que ha creado su gobierno, sino que se autoproclama "salvador" de España, gracias a las medidas que dice que adoptó en su momento, a pesar de que los expertos y la historia misma han demostrado que fueron tardías, insuficientes y equivocadas.
Las buenas costumbres democráticas establecen que los gobiernos en funciones, sobre todo cuando han sido derrotados en las urnas por el pueblo, deben limitarse a aprobar lo mínimo imprescindible para que el país funcione, pero Zapatero y sus secuaces han hecho todo lo contrario y han aprovechado sus últimos días en el poder, como el administrador infiel de la Biblia, para colocar a los suyos al amparo del Estado, beneficiar a los amigos y dispensar favores que puedan rentabilizarse en el futuro. En este capítulo tienen especial relevancia las subvenciones frenéticas de la ministra de Cultura Sinde, otorgadas con indecencia antidemocrática a cineastas, periódicos adictos y otras organizaciones, antes de que Rajoy imponga la austeridad y cierre el grifo.
A esas inesperadas y poco democráticas fechorías hay que agregar otros gestos y actuaciones que demuestran igualmente la bajeza moral del equipo, como los viajes de lujo y despilfarro de miembros del gabinete, la negativa a admitir que se han equivocado, el no pedir perdón a los españoles por sus errores y por los estragos que han causado al país, el achacar la derrota electoral aexclusivamente a la crisis, la negativa a dimitir de Pepiño Blanco, implicado en un escándalo sobrecogedor, y las hipócritas declaraciones de Zapatero, que no sólo no admite culpa alguna por los millones de desempleados y pobres que ha creado su gobierno, sino que se autoproclama "salvador" de España, gracias a las medidas que dice que adoptó en su momento, a pesar de que los expertos y la historia misma han demostrado que fueron tardías, insuficientes y equivocadas.
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