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Defender al sátrapa o al pueblo: conflicto de lealtad en los cuerpos policiales y el Ejército


Nota

La clave de la victoria del pueblo en Ucrania contra el régimen dictatorial de Yanukóvich fue la retirada de las fuerzas de seguridad, que dejaron Kiev y otras ciudades en manos del pueblo alzado. Los policías y soldados, empleados por el gobierno para reprimir y asesinar, se dieron cuenta que lo que ellos había jurado no era defender a los sátrapas opresores, sino al pueblo. La actitud de las fuerzas de seguridad va a resultar decisiva en los múltiples conflictos que se están desarrollando y que van a estallar en los próximos años, en un siglo XXI cuyo principal rasgo será el enfrentamiento entre ciudadanos descontentos e indignado y políticos infectados de indecencia, corrupción, abuso de poder y opresión.
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Las mas antiguas tradiciones legales y las constituciones democráticas otorgan a las fuerzas de seguridad y al ejército unas responsabilidades especiales, básicamente la defensa de la justicia, la democracia y de la seguridad nacional, como mecanismo de garantías ante la posible deriva antidemocrática, tiránica o corrupta de los gobiernos. La función principal de esas garantías o poderes especiales es la defensa de un pueblo cuando es maltratado por su gobierno.

Otra de las defensas del ciudadano frente a una posible corrupción y degradación del poder es el sistema de Justicia, que debe ser independiente y funcionar libremente, al margen de los demás poderes del Estado.

Pero esas garantías a veces no funcionan porque los poderes ejecutivos y, mas concretamente, los todopoderosos partidos políticos han logrado neutralizarlas, controlando la Justicia y sometiendo a control férreo a policías y militares, lo que deja al pueblo indefenso ante una posible degeneración del sistema y los desmanes de gobernantes injustos y egoístas, que anteponen sus propios intereses al interés general.

Si algo ha quedado claro en todo el mundo y, de manera especial, en países como Venezuela y algunas falsas democracias de América, África, Asia, Europa y el mundo árabe, entre ellas España, es que los controles que establecen las democracias para limitar el poder político han saltado por los aires y que esas falsas democracias se han convertido, realmente, en dictaduras camufladas que patrocinan la injusticia, amparan la corrupción, marginan e, incluso, aplastan a sus respectivos ciudadanos.

¿Deben, en esas circunstancias, las policías y ejércitos mantener la obediencia ciega al poder o deben colocarse del lado del pueblo, en vista de que el sistema ha sido trucado y ha quedado degradado?

De la respuesta a esa pregunta depende el futuro del mundo porque en el presente se está librando una verdadera guerra entre los ciudadanos y sus clases dirigentes, rechazadas, repudiadas y combatidas por unos ciudadanos que se sienten marginados, explotados y mal gobernados.

El caso de la Justicia es diferente, aunque mantiene similitudes con los de la policía y el ejército. La Justicia, si es capaz de ser justa, representa el mayor freno para los sinvergüenzas, corruptos y saqueadores, pero si está politizada y bajo control de los políticos, deja también de ser garantía del sistema para convertirse en mecanismo de opresión y de tiranía.

Las lealtades tienen que ser revisadas y deben surgir en el seno de los ejércitos, de las fuerzas de seguridad y de la Justicia procesos de reflexión que les lleve a discernir sobre el gran dilema: si defienden a gobernantes que, por haber sido elegidos en las urnas, se consideran legítimos, a pesar de que violan las reglas del juego y, con sus gobiernos, llenan de oprobio a la nación, o si se colocan del lado de la ciudadanía sufriente, convencidos de que el sistema ha sido violado y que los derechos fundamentales del ciudadano han dejado de respetarse.

Es un debate fascinante y difícil que va a durar todo este siglo, en el que gobiernos poco democráticos y pueblos oprimidos y descontentos van a enfrentarse de manera constante. Su resultado tiene mucho que ver con la concepción que se tenga de la democracia. Si se considera, como quieren la mayoría de los políticos en el poder, que democracia sea la elección de gobiernos en las urnas y poco mas, entonces es explicable (aunque no justificable) que la lealtad de los policías y militares se mantenga al lado de la autoridad, pero si se cree que la democracia es mucho mas que un sistema de elección de gobernantes, todo un sistema que garantiza la Justicia, la igualdad de oportunidades, la vigencia de los valores y la convivencia pacífica, y que también existen reglas inviolables que generalmente se violan, como son el respeto al ciudadano, la separación de los poderes y la independencia de la Justicia, entonces la lealtad de esas fuerzas de seguridad, incluido el Ejército, sin las cuales los gobiernos inicuos no podrían sostenerse, debe colocarse del lado de la democracia y de la ciudadanía maltratada.

El cambio de lealtad de la policía y el ejército suele ser decisivo e inclina la balanza de un lado u otro. En Egipto, Túnez y Ucrania esas fuerzas se pusieron al lado del pueblo que protestaba, pero no ocurrió así en Siria, ni en Grecia.


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Lunes, 24 de Febrero 2014
Artículo leído 717 veces




Comentarios:

1.Publicado por Carlos RH el 24/02/2014 09:05
Lo que realmente ha triunfado en Ucrania es la voluntad popular, ese elemento fundamental para cambiar las cosas y que nada ni nadie en la historia ha logrado doblegar.

La voluntad popular tiene sus costes, no se puede quedar a medias saliendo a la calle y dando marcha atrás en cuanto sueltan a los antidisturbios o al ejercito. La voluntad popular tiene un limite que es alcanzar lo que se propone, en el caso de Ucrania, destituir al tirano e instaurar un régimen democrático. ¿Era eso lo que querían? Si, pues hay que luchar hasta conseguirlo, eso es la voluntad popular.

La voluntad popular se consigue cuando es real, cuando son los ciudadanos desde su convicción en el cambio los que forman parte de ella. Jamás la voluntad popular ha sido manipulada ni dirigida por una fuerza política, económica, sindical o religiosa, eso es otra cosa que suele acabar mal o que ni siquiera suele acabar.

La voluntad popular es el conjunto de los ciudadanos activos que están dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias para conseguir lo que creen que es justo para toda la sociedad y para ello se han de tener las cosas muy claras asumiendo el coste personal y todo lo que ello lleva consigo. Uno no se puede quedar a medias porque está pensando en que lo van a detener, despedir de su trabajo, dejar de pagar su hipoteca o arruinar su vida. Antepone el interés colectivo al suyo propio pensando que el futuro le compensará y lo hará con las siguientes generaciones. Es tener altura de miras, ausencia de egoísmo y capacidad de darlo todo a cambio de nada.

Ese tipo de ciudadanos suelen ser escasos en sociedades materialistas como la nuestra donde uno mira mas por lo suyo que por la colectividad, donde a pesar de que las injusticias le tocan de cerca aún no le tocan personalmente, aguanta hasta que le llega la hora. Entonces suele ser demasiado tarde porque actúa por un impulso propio y egoísta que no le conduce a nada. Los verdaderos ciudadanos actúan cuando detectan el problema en los otros. Eso es la irrefenable acción de la voluntad popular solo apta para pueblos nobles donde la dignidad está por encima de lo terrenal.

Esos son los pueblos que avanzan, los que deciden cual es su dirección histórica, el resto quedan a merced del amo de turno como una simple manada.

2.Publicado por delcarbonal el 24/02/2014 09:06
El Estado tiene tres patas:
1.- El Ejército.
2.- La Policía.
3.- La Administración.

Sin las dos primeras no funciona, porque no puede aplicar la violencia para contrarrestar la violencia ejercida por los que intentan derrocarlo para crear otro Estado, porque no se conoce un territorio sin Estado que lo domine.
Pero para que esto ocurra, si no hay violencia por parte de quien pretenda dominar el Estado no habrá cambios. Si el Estado es el único legitimado para usar la violencia, no hay otra forma de derrocarlo que con violencia. Y no hay más.

3.Publicado por Antuan el 24/02/2014 10:07
No creo que el cambio tenga que darse necesariamente por medio de la violencia.

4.Publicado por Antuan el 24/02/2014 10:27
Dos son las circunstancias que a mi juicio podría poner a la policía y al ejercito a favor de los ciudadanos, negándose a intervenir contra ellos.

Uno, un resultado electoral que DESLEGITIME el sistema bipartidista que ahora está implantado. Por ejemplo, PP y PSOE (con el voto de los apesebrados que les queden) podrían verse obligados a tener que ingeniar un "pacto de Estado" para seguir con el tinglado.
Dos, manifestaciones después de las elecciones en contra de la continuidad del tinglado, deben de ser MASIVAS al igual que se dieron tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco por ejemplo, con carácter reivindicativo y con tres o cuatro puntos claves muy claritos ( los cuales se han repetido en este blog hasta la extenuación).
En este contexto, la policia y el ejercito no actuarían en contra del ciudadano.

Hay que decir que en España, sobre todo gracias al gran trabajo que nuestros dirichorizos han hecho con la calidad educativa de las nuevas generaciones, los españoles, en particular los menores de 35 años (yo estoy en ese grupo), no tienen la cultura cívica y política para que este supuesto se lleve a la realidad.

5.Publicado por arckanum el 24/02/2014 10:37 (desde móvil)
Una vez más el Sr Carlos RH nos indica el camino a seguir nos brinda ideas geniales y nos invita a despertar del aborregamiento. Simplemente gracias por sus valiosisimas aportaciones y al blog igualmente genial.

6.Publicado por stockholm el 24/02/2014 11:30
el Sr Rubiales plantea con su titulo de hoy la disyuntiva
"Defender al satrapa o al pueblo: conflicto de lealtad en los cuerpos policiales y el Ejército"

Estamos viendo en otras latitudes que resulta habitual que los policiales y los del ejercito se dividan ... unos defendiendo a los que se rebelan y los otros al poder instaurado.

Pues nosotros aquí este asunto lo tenemos ya resuelto.

Por eso aquí tenemos un cuerpo intermedio (el de los gorritos estrafalarios) que siempre está dispuesto a traicionar a los policiales y al ejercito, y servir siempre al ,generalísimo, al zeñorito o a lo que toque de turno, con tal de poder preservar su propia impunidad.

Acabamos de rememorar el intento de golpe de estado de los gorritos estrafalarios y su impunidad histórica aderezada de un culto "estocolmiano"
que habla por si mismo de la incapacidad de este país para abandonar la posición "culo en pompa"

un país que venera aleladamente a sus traidores no merece más que lo que tiene.

7.Publicado por vanlop el 24/02/2014 12:19
Creo que todos estamos de acuerdo en unas cuantas ideas, muy bien expuestas por el artículo y por Carlos RH, por tanto me voy a centrar en cuestiones de tipo práctico.

Lo primero es dejar claro que ante un gobieno decente más o menos democrático no cabe la revolución y se produce, está abocada al fracaso.

Las revoluciones se dan frente a regímenes corruptos y agotados, sin reflejos incapaces de solucionar los problemas de cada día. Eso crea una frustración que al final conduce a los ciudadanos a la calle.

Pero aunque se produzcan motines, para que se conviertan en revolución, se tienen que dar una serie de circunstancias y tal vez la primera de ellas sea la existencia de un soporte ideológico que prometa crear otra cosa.

El primer caso, es la mal llamada revolución siria. Aquí se dan las condiciones, un grupo de gente con una ideología pretende derribar un régimen. Pero resulta que ese régimen, con sus fallos y sus problemas no es un régimen especialmente corrupto y la gente vive razonablemente bien o al menos entienden que con los nuevos van a vivir peor. Lo que tenemos es una guerra civil o no tan civil, sostendia con dinero occidental y con la noble intención que quitar la salida al Mediterráneo a los rusos, que son el enemigo, además que colocar un gobierno que clamará mucho contra Israel, pero no hará nada, con lo que Israel asegurará su frontera norte. Otra noble intención es aislar más al régimen iraní, que es la competencia directa a las tiranías del Golfo fieles aliadas de Occidente.

De hecho la guerra debe ir muy mal porque los USA y los británicos están mirando la forma de intervenir directamente sin que se note demasiado. Los sirios que al principio se sumaron a la revolución, están viendo la manera de salir de la guerra y muchos se han pasado al bando del gobierno.

En el segundo caso tendríamos las revoluciones de la mal llamada primavera árabe (al parecer la palabra primavera no está bien traducida, parece que en origen se quería indicar otra cosa, pero como queda muy bien, se ha dejado) y la revolución en Ucrania. Hay un descontento y se espera que al final haya un cambio de rágimen a mejor.

En el caso de Ucrania nos encontramos con un problema de fronteras. Kruchef era ucraniano y generosamente le asignó cuatro provincias rusas a la república Socialista de Ucrania. Lo cual no era importante porque todos eran la Urss que debería ser eterna. Pero cuando cayo la Urss y cada uno se fue por su lado, quedaron esas cuatro provincias rusas en Ucrania, además de una cierta cantidad de rusos en todo el país.

Y lo más importante, Crimea, con las bases rusas, quedó en Ucrania lo cual es un problema a pesar de todos los tratados que hayan firmado.

Seguramente a Ucrania le corresponda estar en Europa y las reivindicaciones sean justas, pero la Historia pesa y no se puede romper por las buenas. El presidente depuesto fue elegido por los ciudadanos, le votarían los de origen ruso, pero también muchos ucranianos no rusos. Seguramente hizo abuso de poder, si no la gente no hubiera salido, pero también se ve claramente una maniobra de occidente para apartar el país de órbita rusa y esa es la parte indecente del proceso.

Para Europa es una carga un país con tanta población y nivel de renta bajo, lo razonable era un acuerdo de cooperación sin mayores profundidades que con el tiempo debería conducir a relaciones más formales, siempre cuidando las formas con Rusia, que no va a tolerar que le monten en su frontera un país presuntamente enemigo.

Otro caso de este tipo sería Venezuela. Mientras vivió Chavez, se mantuvieron las formas que impedían la revolución. Fuera el carisma o fuera que la situación no estaba tan mal, la gente tragaba y aguantaba. pero el régimen de Maduro no cuenta con el carisma y además parece que la gente pasa mucha hambre. Con un poquito de ayuda externa, se puede hacer la revolución. No sé si los revolucionarios tienen el soporte ideológico necesario o si símplemente es un cambio de caras. Y dada la existencia de algunos caras, si triunfan será a peor.

En el tercer grupo se encontraría la revolución griega, más bien los motines de Grecia. Porque la gente lo que pedía era comida, no querían cambiar nada. No tenía mucho sentido que el ejército se pronunciara, porque no había sobre qué pronunciarse. Nadie pedía salir de Europa, por ejemplo.

Todos están de acuerdo que el sistema de partidos griego debe cambiar, pero nadie hace una apuesta viable. Es lo que nos pasa, todos deseamos un cambio, pero no sabemos como hacerlo y mientras siguen pescando en río revuelto.

Y luego tenemos los resultados. Como dije en otro comentario, si los resultados en Tunez y Libia hubieran sido lo que nos dijeron, todos estarían contando lo bien que va todo. Si hay silencio es porque en esos paises la situación es peor.

No se entienda que soy partidario de los tiranos, de lo que soy partidario es de hacer las cosas bien. Cambiar a un tirano para poner a otro peor no entra en mis cálculos.

Coincido con lo que dice Antuan, hay que partir de un resultado electoral que deslegitime, porque nadie se plantea un cambio de régimen con salida de Europa, es decir, nos falta el componente ideológico.


8.Publicado por La España corrupta. el 24/02/2014 19:17
Ahora se entiende mejor por qué los medios de comunicación callan sobre Bankia.

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Este blog no es una plataforma de promoción del Voto en Blanco, sino un medio de castigo al mal gobierno y a la política antidemocrática que utiliza el termino “Voto en Blanco” por lo que conlleva de protesta y castigo al poder inicuo.

El voto en blanco es una bofetada democrática a los poderes políticos ineptos y expresa la protesta ciudadana en las urnas cuando padece gobiernos insoportables, injustos y corruptos. Es un gesto democrático de rechazo a los políticos, partidos y programas, no al sistema. Conscientes del riesgo que representaría un voto en blanco masivo, los gestores de las actuales democracias no lo valoran, ni lo contabilizan, ni le otorgan plasmación alguna en las estructuras del poder. El voto en blanco es una censura casi inútil que sólo podemos realizar en las escasas ocasiones que se abren las urnas. Esta bitácora abraza dos objetivos principales: Valorar el peso del voto en blanco en las democracias avanzadas y permitir a los ciudadanos libres ejercer el derecho a la bofetada democrática de manera permanente, a través de la difusión de información, opinión y análisis.




HIENAS Y BUITRES. PERIODISMO Y RELACIONES PERVERTIDAS CON EL PODER


Hienas y buitres es un libro escrito para despertar y movilizar las conciencias dormidas e intoxicadas desde el poder. Leerlo representa un vuelo rasante por encima de los secretos de la comunicación moderna y de los recursos y trucos que utiliza el poder para ejercer el dominio.
Las relaciones entre políticos y periodistas siempre han sido tormentosas. Son dos poderes decisivos que en las últimas décadas han pretendido dominar el mundo. En ocasiones lo han mejorado, pero otras veces lo han empujado hacia el drama y el fracaso. Políticos y periodistas se aman y se odian, luchan y cooperan, nos empujan hacia el progreso y también nos frenan. Son como las hienas y los buitres, que comen y limpian huesos juntos, pero sin soportarse. Al desentrañar el misterio, aprenderemos también a defendernos de sus fechorías.
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Lo que hoy llamamos "democracia" es un triste remedo de lo que fue ese sistema en sus orígenes. Los políticos han aprendido a violarla y la han desnaturalizado y desarmado. "Democracia Severa, mas allá de la indignación" (Tecnos 2015), de Francisco Rubiales Moreno y Juan Jesús Mora Molina, es un libro que denuncia la degradación de la democracia y señala las reformas que el sistema necesita para que sea justo y decente y para que los políticos estén bajo control.
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