El derecho del pueblo a derrocar un gobierno inicuo es incuestionable, aunque ese gobierno haya sido elegido en las urnas. El derecho a alzarse contra un tirano o un gobierno dañino está reconocido en casi todos los tratados de derecho y en la mayoría de las constituciones democráticas.
El problema, por desgracia, no es alzarse contra un gobierno indigno y lesivo, sino cómo derrotarlo y obligarlo a retirarse y devolver al pueblo su derecho a elegir. Algunos gobierno, incluyendo a algunos como el español, que se declara democrático, están tan blindados que pueden permitirse el indigno lujo de atrincherarse en el poder, aunque su pueblo le rechace, sin considerar el daño que causan a su país permaneciendo en el poder, a pesar de que son gobiernos fracasados y ya marcados por el fracaso y la derrota.
El "zapaterismo" no ha sido otra cosa que un intento perverso de blindarse en el poder, gastando el dinero público para comprar pactos y votos, para generar clientelismo y dependencia, para debilitar y aislar a la oposición y para someter, desinformar y confundir a los ciudadanos.
Ante un gobierno de esas características, rebelarse pacíficamente contra él y obligarle a que convoque elecciones anticipadas no es una opción en democracia, sino toda una obligación ineludible.
Pero el problema es cómo hacerlo, sobre todo cuando el gobierno en cuestión ha logrado pervertir el sistema, comprar votos suficientes para obtener mayorías parlamentarias, reclutar a una legión de fanáticos que le defienden y debilitar tanto a la sociedad con la corrupción y la mentira y otras arbitrariedades que ya es incapaz de unirse en la lucha por un mundo más justo y decente.
A pesar de las dificultades hay algunos caminos para obligarles a abandonar las poltronas, tras hacerles ver quien tiene la soberanía en democracia y quien les paga los sueldos.
Existen otros muchos caminos y mecanismos de protesta que sirven para expulsar del poder a los malos gobernantes y a los antidemócratas. Los polacos luchaban contra el comunismo de Jarucelski acudiendo en masa a las iglesias y colocando los televisores mirando a la calle, en las ventanas, para que fuera visible la protesta, sobre todo cuando el régimen televisaba desfiles o discursos importantes. Los cubanos protestan mirando al mar en silencio, expresando el deseo imposible de abandonar la isla-cárcel castrista. La imaginación es siempre la gran protagonista, justo con el espíritu rebelde, en la lucha contra los tiranos y los sinvergüenzas instalados en el poder.
Es importante tener en cuenta que es casi imposible mejorar el mundo sin que previamente hayan mejorado las personas. Cambiar las estructuras y los gobiernos no suele ser eficaz porque los que llegan limpios al poder pronto se corrompen y requieren ser expulsados. Por eso, el único camino fiable para acabar con la opresión y el abuso es fabricar ciudadanos, gente ejemplar, cumplidora, responsable, informada, amante de la verdad, libre e indomable, incapaz de delegar su voluntad política y de someterse a tiranos y canallas.
El problema, por desgracia, no es alzarse contra un gobierno indigno y lesivo, sino cómo derrotarlo y obligarlo a retirarse y devolver al pueblo su derecho a elegir. Algunos gobierno, incluyendo a algunos como el español, que se declara democrático, están tan blindados que pueden permitirse el indigno lujo de atrincherarse en el poder, aunque su pueblo le rechace, sin considerar el daño que causan a su país permaneciendo en el poder, a pesar de que son gobiernos fracasados y ya marcados por el fracaso y la derrota.
El "zapaterismo" no ha sido otra cosa que un intento perverso de blindarse en el poder, gastando el dinero público para comprar pactos y votos, para generar clientelismo y dependencia, para debilitar y aislar a la oposición y para someter, desinformar y confundir a los ciudadanos.
Ante un gobierno de esas características, rebelarse pacíficamente contra él y obligarle a que convoque elecciones anticipadas no es una opción en democracia, sino toda una obligación ineludible.
Pero el problema es cómo hacerlo, sobre todo cuando el gobierno en cuestión ha logrado pervertir el sistema, comprar votos suficientes para obtener mayorías parlamentarias, reclutar a una legión de fanáticos que le defienden y debilitar tanto a la sociedad con la corrupción y la mentira y otras arbitrariedades que ya es incapaz de unirse en la lucha por un mundo más justo y decente.
A pesar de las dificultades hay algunos caminos para obligarles a abandonar las poltronas, tras hacerles ver quien tiene la soberanía en democracia y quien les paga los sueldos.
- El primero de ellos son las elecciones, en las que el partido político que ha gobernado mal debe ser derrotado de manera humillante por el pueblo indignado, como acaba de ocurrir en España con las elecciones autonómicas y municipales del 22 de mayo. En todo caso, los ciudadanos que votan deben tener presente que cuando votan a la oposición para castigar al gobierno no mejoran sustancialmente el sistema, ya que sustituyen a un partido inepto por otro que lo es menos, pero que muchas veces es tan poco demócrata y tan adicto a la partitocracia como el derrotado. Los ciudadanos jamás deben perder de vista que el objetivo de las urnas no es elegir a unos nuevos gobernantes, sino el de defender y reforzar la democracia.
- El segundo es el boicot, el arma más poderosa en manos de la ciudadanía. El boicot es un arma temible que, cuando se desata, es capaz de poner de rodillas a cualquier gobierno inicuo, por mucho poder que haya acumulado y por muy antidemócrata que sea. Boicotear a determinados canales de televisión y medios de comunicación comprados por el poder es una forma terrible de obligar a los editores y periodistas a que retorne al servicio del ciudadano y de la verdad, del mismo que un boicot al consumo puede lograr que los mismos grandes capitalistas expulsen a los malos gobernantes. La rebelión de los españoles contra Zapatero ha sido un éxito memorable porque ha obligado a su partido, el PSOE, a expulsarlo del poder. Lo malo es que el drama no era Zapatero, sino el mismo socialismo, podrido por la corrupción y ya sin inspiración popular ni alma democrática.
- El tercero son las manifestaciones en las calles y plazas. Las manifestaciones en calles y plazas han conseguido derribar a dictadores tan fuertes y sanguinarios como el tunecino Ben Alí y el egipcio Hosni Mubarak.Las manifestaciones atraen a los medios de comunicación y colocan la rebeldía en portada.
- El cuarto es la creación de opinión a través de la verdad y la crítica. Es, probablemente, el trabajo rebelde y ciudadano más solvente y eficaz, pero el problema es que es lento y tarda años en surtir efecto. Es el que más ayuda a la formación de ciudadanos y a liberar a las personas de la esclavitud intelectual y moral generadas por los gobiernos y la casta política profesional. En un mundo informado y con capacidad crítica, los políticos opresores y los canallas no podrían llegar jamás al poder.
- El quinto es la denuncia ante los tribunales de Justicia. La Justicia está generalmente controlada por el poder, pero existen resquicios de independencia y juristas honrados capaces de poner de rodillas al poder político que abusa y sojuzga. Denunciar a los malos gobernantes es un recurso de gran valor para los que luchan por la democracia y la decencia.
- El sexto es el abucheo, las pitadas y la humillación pública de los malos gobernantes, que deben sentir en todo momento el rechazo ciudadano y el espíritu de rebeldía que anida en la sociedad. Este recurso posee una gran fuerza psicológica, atrae a los medios de comunicación y contribuye poderosamente a desmoralizar a los opresores y sinvergüenzas.
- El séptimo es la utilización de los medios de comunicación al servicio de la ciudadanía y del control del poder, tanto los tradicionales como los nuevos medios que se despliegan en Internet, éstos al alcance de los ciudadanos y altamente eficaces. Los medios tradicionales deben ser acribillados con cartas al director, colaboraciones periodísticas y artículos, sin desfallecer, aunque los que logren atravesar los filtros sean escasos. Los medios deben sentir el rechazo de la ciudadanía a la casta política que gobierna mal y que se autoadjudica privilegios y ventajas que no merece. Deben sentir con claridad el clamor ciudadano que exige democracia y limpieza.
- El octavo y último es la creación de ciudadanos. Es el más poderoso instrumento en manos del pueblo. Mientras que el poder aspira y pretende crear masas aborregadas y confundidas, fáciles de manipular y con escaso sentido crítico, la democracia necesita verdadero ciudadanos, bien formados, responsables, cumplidores, reflexivo, rebeldes, exigentes y capaces de fiscalizar en todo momento a los grandes poderes. Las arbitrariedades del poder, el abuso y la corrupción son fenómenos que sólo son posibles en sociedades pobladas de fanáticos y gente sometida, incapaz de poseer criterios propios y de ejercer la ciudadanía. El ciudadano no dobla jamás la cintura para que los poderosos se le suban a la espalda. El ciudadano se rige por la verdad, cultiva los valores y necesita estar informado y debatir para alcanzar el discernimiento. Difícilmente puede ser engañado y constituye el mejor seguro frente a la opresión y a los desmanes del poder.
Existen otros muchos caminos y mecanismos de protesta que sirven para expulsar del poder a los malos gobernantes y a los antidemócratas. Los polacos luchaban contra el comunismo de Jarucelski acudiendo en masa a las iglesias y colocando los televisores mirando a la calle, en las ventanas, para que fuera visible la protesta, sobre todo cuando el régimen televisaba desfiles o discursos importantes. Los cubanos protestan mirando al mar en silencio, expresando el deseo imposible de abandonar la isla-cárcel castrista. La imaginación es siempre la gran protagonista, justo con el espíritu rebelde, en la lucha contra los tiranos y los sinvergüenzas instalados en el poder.
Es importante tener en cuenta que es casi imposible mejorar el mundo sin que previamente hayan mejorado las personas. Cambiar las estructuras y los gobiernos no suele ser eficaz porque los que llegan limpios al poder pronto se corrompen y requieren ser expulsados. Por eso, el único camino fiable para acabar con la opresión y el abuso es fabricar ciudadanos, gente ejemplar, cumplidora, responsable, informada, amante de la verdad, libre e indomable, incapaz de delegar su voluntad política y de someterse a tiranos y canallas.
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