En una tierra que ocupa la cola de España y Europa en pobreza, desempleo y desamparo de los humildes, donde hay cada día hay mas gente dependiente abandonada por la Administración, donde los jóvenes tienen que emigrar para encontrar trabajo y en la que la tristeza y el miedo al futuro toman las calles, la existencia de un canal de televisión público, costoso y superfluo como Canal Sur es inexplicable, salvo que se asuma que los gobernantes andaluces, después de casi cuatro décadas de disfrute ininterrumpido de los privilegios y ventajas de un poder prácticamente absoluto, deciden y gobiernan con criterios injustos, insensibles, inhumanos, antidemocráticos, corruptos y hasta depravados.
Ese poder andaluz gobernante prefiere mantener abierta una televisión que oculta las verdades y datos que no convienen al poder y que no aporta prácticamente nada al bien común, antes que dedicar ese dinero a mejorar la educación pública, campeona en Europa de fracaso escolar y baja calidad, o a socorrer a los muchos desempleados, pobres, débiles y desprotegidos que necesitan con urgencia un socorro público que no se presta porque, según dicen, no hay dinero.
Canal Sur, por su elevado coste (en 2014 perdía 71.000 euros diarios, a pesar de las inyecciones de la Junta) y por su incapacidad para proporcionar la cultura y la información veraz y completa que necesitan los ciudadanos, es una ofensa a lo justo y lo decente por su inutilidad y porque la enorme cantidad de dinero que cuesta podría dedicarse a causas mas justas y nobles. Politizada hasta la médula y coto exclusivo de los que tienen carné socialista y amigos del poder, Canal Sur pierde audiencia, está desprestigiada como cadena y no consigue justificar su existencia en medio de la crisis y de los recortes de derechos ciudadanos y servicios básicos.
Los políticos del PSOE andaluz dicen que vértebra el territorio y difunde cultura andaluza, pero muchos expertos y ciudadanos creen que no vértebra nada, que difunde pura incultura frívola y que el único servicio que presta es ser la pieza clave del aparato de propaganda del "régimen" socialista (Susanato) y como "baba" servil para deleite de los políticos que mandan.
Hace poco mas de un año, Canal Sur cerró su segunda cadena para ahorrar unos 20 millones de euros.
El gran error cometido por el canal en la noche de fin de año, donde la retransmisión desde Almería de las doce campanadas fue lamentablemente interrumpida para insertar anuncios publicitarios, impidiendo a los ciudadanos seguir la transición de un año a otro en directo, debería servir de excusa para cerrar ese monumento a lo injusto y lo inútil en una tierra atrasada y llena de desempleados y pobres.
Dicen que han abierto una investigación para identificar a los culpables del gran error de Fin de Año y que uno de los jefes de programación ha renunciado, pero la única reacción correcta en democracia debería ser el cierre porque esa emisora, politizada hasta la nausea, no tiene nada que ver con el interés general y el bien común, además de contribuir con su elevado coste a que los andaluces sean mas esquilmados por sus políticos con impuestos abusivos y en algunos casos confiscatorios e indecentes.
El cierre de Canal Sur, como el de otras televisiones públicas autonómicas, transformadas en instrumentos al servicio de los que gobiernan y jamás del pueblo que las sostienen con sus impuestos, debería ser una de las primeras condiciones para la regeneración de la política y el despegue económico y moral de una tierra demasiado abrumada por las injusticias, la corrupción y el abuso de poder.
De hecho, el PP gobernante, llegó a prometer a los ciudadanos el cierre de esas televisiones regionales inútiles, escandalosamente costosas y ajenas al bien común, pero, como otras muchas promesas, las incumplió cuando asumió el poder, demostrando así la baja estofa de la política española, la mas desprestigiada y rechazada por los ciudadanos en toda Europa.
Muchas de esas televisiones públicas ruinosas han dejado de pagar a sus proveedores, algunas regulan plantillas y todas pierden dinero porque el gasto publicitario se ha hundido, pero los políticos prefieren reducir los programas sociales, restar presupuestos a la educación y suprimir subvenciones para innovación antes que perder sus costosas cadenas de televisión, gracias a las cuales han podido manipular, narcotizar y someter a sus ciudadanos.
Lo único bueno de la gran depresión que acosa a España es que está logrando que algunas verdades reluzcan: las televisiones autonómicas son costosos e inútiles instrumentos de influencia y dominio al servicio de los gobiernos regionales, que no cumplen misión social, cultural o política alguna que justifique su existencia. Son caprichos costosos al servicio de la casta, instrumentos de dominio y lujos superfluos que la decencia aconseja eliminar ahora, cuando España está obligada a transitar por la dura ruta del ahorro y la austeridad.
Lo que aportan las autonómicas está más que cubierto por las televisiones privadas. ¿Es que esas cadenas públicas se dedican a difundir cultura, formación, vertebración y valores o más bien compiten con las cadenas privadas en difundir basura, violencia y chabacanería para ganar raiting y share? Si se realiza un examen imparcial de la programación de las televisiones autonómicas, ni una de ellas justifica su existencia por su aportación a la información o la cultura ciudadana.
Ese poder andaluz gobernante prefiere mantener abierta una televisión que oculta las verdades y datos que no convienen al poder y que no aporta prácticamente nada al bien común, antes que dedicar ese dinero a mejorar la educación pública, campeona en Europa de fracaso escolar y baja calidad, o a socorrer a los muchos desempleados, pobres, débiles y desprotegidos que necesitan con urgencia un socorro público que no se presta porque, según dicen, no hay dinero.
Canal Sur, por su elevado coste (en 2014 perdía 71.000 euros diarios, a pesar de las inyecciones de la Junta) y por su incapacidad para proporcionar la cultura y la información veraz y completa que necesitan los ciudadanos, es una ofensa a lo justo y lo decente por su inutilidad y porque la enorme cantidad de dinero que cuesta podría dedicarse a causas mas justas y nobles. Politizada hasta la médula y coto exclusivo de los que tienen carné socialista y amigos del poder, Canal Sur pierde audiencia, está desprestigiada como cadena y no consigue justificar su existencia en medio de la crisis y de los recortes de derechos ciudadanos y servicios básicos.
Los políticos del PSOE andaluz dicen que vértebra el territorio y difunde cultura andaluza, pero muchos expertos y ciudadanos creen que no vértebra nada, que difunde pura incultura frívola y que el único servicio que presta es ser la pieza clave del aparato de propaganda del "régimen" socialista (Susanato) y como "baba" servil para deleite de los políticos que mandan.
Hace poco mas de un año, Canal Sur cerró su segunda cadena para ahorrar unos 20 millones de euros.
El gran error cometido por el canal en la noche de fin de año, donde la retransmisión desde Almería de las doce campanadas fue lamentablemente interrumpida para insertar anuncios publicitarios, impidiendo a los ciudadanos seguir la transición de un año a otro en directo, debería servir de excusa para cerrar ese monumento a lo injusto y lo inútil en una tierra atrasada y llena de desempleados y pobres.
Dicen que han abierto una investigación para identificar a los culpables del gran error de Fin de Año y que uno de los jefes de programación ha renunciado, pero la única reacción correcta en democracia debería ser el cierre porque esa emisora, politizada hasta la nausea, no tiene nada que ver con el interés general y el bien común, además de contribuir con su elevado coste a que los andaluces sean mas esquilmados por sus políticos con impuestos abusivos y en algunos casos confiscatorios e indecentes.
El cierre de Canal Sur, como el de otras televisiones públicas autonómicas, transformadas en instrumentos al servicio de los que gobiernan y jamás del pueblo que las sostienen con sus impuestos, debería ser una de las primeras condiciones para la regeneración de la política y el despegue económico y moral de una tierra demasiado abrumada por las injusticias, la corrupción y el abuso de poder.
De hecho, el PP gobernante, llegó a prometer a los ciudadanos el cierre de esas televisiones regionales inútiles, escandalosamente costosas y ajenas al bien común, pero, como otras muchas promesas, las incumplió cuando asumió el poder, demostrando así la baja estofa de la política española, la mas desprestigiada y rechazada por los ciudadanos en toda Europa.
Muchas de esas televisiones públicas ruinosas han dejado de pagar a sus proveedores, algunas regulan plantillas y todas pierden dinero porque el gasto publicitario se ha hundido, pero los políticos prefieren reducir los programas sociales, restar presupuestos a la educación y suprimir subvenciones para innovación antes que perder sus costosas cadenas de televisión, gracias a las cuales han podido manipular, narcotizar y someter a sus ciudadanos.
Lo único bueno de la gran depresión que acosa a España es que está logrando que algunas verdades reluzcan: las televisiones autonómicas son costosos e inútiles instrumentos de influencia y dominio al servicio de los gobiernos regionales, que no cumplen misión social, cultural o política alguna que justifique su existencia. Son caprichos costosos al servicio de la casta, instrumentos de dominio y lujos superfluos que la decencia aconseja eliminar ahora, cuando España está obligada a transitar por la dura ruta del ahorro y la austeridad.
Lo que aportan las autonómicas está más que cubierto por las televisiones privadas. ¿Es que esas cadenas públicas se dedican a difundir cultura, formación, vertebración y valores o más bien compiten con las cadenas privadas en difundir basura, violencia y chabacanería para ganar raiting y share? Si se realiza un examen imparcial de la programación de las televisiones autonómicas, ni una de ellas justifica su existencia por su aportación a la información o la cultura ciudadana.
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