Le han humillado en Moscú y en Bruselas, sin que ningún dirigente importante se atreva a recibirlo; le han dicho que la Cataluña que el quiere forjar, independiente, quedará fuera de Europa; le han demostrado con números y datos irrefutables que la Cataluña independiente perdería el 30 por ciento de su actual PIB y casi el 50 por ciento de su mercado, lo que significaría la muerte de por lo menos el 20 por ciento de su tejido productivo y le han asegurado que el país que él pretende crear no tendría capacidad alguna para financiarse, ni para pagar sus deudas, lo que equivale a nacer en la ruina, pero a Artur Mas todo le da igual y, terco como una mula y con la soberbia típica de un demente, sigue adelante, conduciendo a su pueblo hasta el desastre. Juzgarlo como una persona normal sería injusto porque nos encontramos, probablemente, ante un enfermo mental en estado grave y necesitado de cuidados especializados.
El político y psiquiatra David Owen, que fue ministro de Sanidad y de Exteriores británico, afirma que sí, que muchos de los que hoy nos gobiernan son peligrosos enfermos mentales. La enfermedad explicaría muchos de lo que al pueblo le resulta inexplicable, incluyendo las mentiras, los fracasos y las medidas contra el ciudadano, la injusticia reinante, la corrupción y la torpeza estúpida frente a la crisis.
Pero Artur Más no es el único demente encaramado al poder en España, aunque probablemente sea el que padece la enfermedad en estado más avanzado y grave.. A juzgar por lo que se ve, parece que ningún otro país de Europa tiene tantos enfermos mentales en el poder o dirigiendo partidos políticos e instituciones públicas. Zapatero, cuando precipitó a España en la ruina y el fracaso lo hacía desde la demencia que provoca la Moncloa, al igual que González cuando puso las bases para la corrupción masiva, o Aznar, cuando fue dominado por la arrogancia e incumplió sus promesas de regeneración, o Rajoy, cuando al llegar al poder ha hecho todo lo contrario de lo que prometió en campaña, engañando y estafando a la nación, o el andaluz Griñán, que pugna por dirigir el PSOE a pesar de estar manchado por el escándalo corrupto de los ERES mafiosos, uno de los más terribles de la historia moderna de España, o el actual ministro del interior, ciego ante las injusticias y abusos, pero obsesionado por defender con policías y guardias a los diputados frente a pobres manifestantes que no tienen más fuerza que la de interponer sus cuerpos a los gases y porras de la policía.
Cuando Zapatero se hundía sin remedio en las encuestas, rechazado visceralmente por los españoles, le preguntaron, en una entrevista, si se sentía mal ejerciendo el poder y con millones de ciudadanos rechazándole, pero, ante la sorpresa del entrevistador, afirmó que se sentía perfectamente y que dormía a pierna suelta. Lo mismo responderían hoy Rajoy, Montoro, Luis de Guindos, Artur Mas, Dolores de Cospedal, Griñán y muchos otros políticos españoles, a pesar de que deberían sentirse muy mal ante los estragos de la crisis, los millones de desempleados y pobres que llenan las calles de España y el inmenso sufrimiento que las medidas que ellos adoptan causan a millones de españoles.
Tras desempeñar cargos como el de ministro de Sanidad (1974-1976) y el de Asuntos Exteriores (1977-1979) en el Reino Unido, Owen, médico de profesión, se concentró en los años siguientes en la medicina y en la investigación del cerebro humano. Durante este tiempo, el inglés ha desarrollado una tesis sobre este "síndrome de 'hybris'", para él un desorden de personalidad cuyos síntomas serían el aislamiento, el déficit de atención y la incapacidad para escuchar a cercanos o a expertos. David Owen (In Sickmess and in Power, 2008) explica que el dominio del poder ocasiona cambios en el estado mental y conduce a una conducta arrogante, por lo que las enfermedades mentales necesitan una redefinición que incluya el Síndrome de la Arrogancia en el elenco mundial de enfermedades mentales.
A algunos políticos, el poder les hace perder la cabeza, los convierte en arrogantes y soberbios y les aleja de la realidad, situándolos en una peligrosa alienación que les hace perder la noción de la realidad. Pero a otros los convierte en verdaderos y peligrosos enfermos mentales, incapacitados, según Owen, para tomar decisiones y gobernar. Cuando acceden al poder se creen dioses o sus enviados en la Tierra, propician el culto a la personalidad y muchas veces se tornan crueles. Algunos creen que esa enfermedad se da únicamente en las tiranías, pero lo cierto es que también se desarrolla en las democracias, afectando a personas que han sido elegidas en las urnas. El síndrome, en los dirigentes que gobiernan las democracias, al no poder comportarse como dictadores crueles, tiene otros rasgos y manifestaciones: se sienten eufóricos, no tienen escrúpulos, no son conscientes de sus errores y fracasos y son capaces de dormir a pierna suelta (como Zapatero) sin que ni siquiera les afecte el rechazo masivo de los ciudadanos o su inmensa y aterradora cosecha de fracasos, dramas y carencias que, para cualquier persona con salud mental, resultarían insoportables.
El político y psiquiatra David Owen, que fue ministro de Sanidad y de Exteriores británico, afirma que sí, que muchos de los que hoy nos gobiernan son peligrosos enfermos mentales. La enfermedad explicaría muchos de lo que al pueblo le resulta inexplicable, incluyendo las mentiras, los fracasos y las medidas contra el ciudadano, la injusticia reinante, la corrupción y la torpeza estúpida frente a la crisis.
Pero Artur Más no es el único demente encaramado al poder en España, aunque probablemente sea el que padece la enfermedad en estado más avanzado y grave.. A juzgar por lo que se ve, parece que ningún otro país de Europa tiene tantos enfermos mentales en el poder o dirigiendo partidos políticos e instituciones públicas. Zapatero, cuando precipitó a España en la ruina y el fracaso lo hacía desde la demencia que provoca la Moncloa, al igual que González cuando puso las bases para la corrupción masiva, o Aznar, cuando fue dominado por la arrogancia e incumplió sus promesas de regeneración, o Rajoy, cuando al llegar al poder ha hecho todo lo contrario de lo que prometió en campaña, engañando y estafando a la nación, o el andaluz Griñán, que pugna por dirigir el PSOE a pesar de estar manchado por el escándalo corrupto de los ERES mafiosos, uno de los más terribles de la historia moderna de España, o el actual ministro del interior, ciego ante las injusticias y abusos, pero obsesionado por defender con policías y guardias a los diputados frente a pobres manifestantes que no tienen más fuerza que la de interponer sus cuerpos a los gases y porras de la policía.
Cuando Zapatero se hundía sin remedio en las encuestas, rechazado visceralmente por los españoles, le preguntaron, en una entrevista, si se sentía mal ejerciendo el poder y con millones de ciudadanos rechazándole, pero, ante la sorpresa del entrevistador, afirmó que se sentía perfectamente y que dormía a pierna suelta. Lo mismo responderían hoy Rajoy, Montoro, Luis de Guindos, Artur Mas, Dolores de Cospedal, Griñán y muchos otros políticos españoles, a pesar de que deberían sentirse muy mal ante los estragos de la crisis, los millones de desempleados y pobres que llenan las calles de España y el inmenso sufrimiento que las medidas que ellos adoptan causan a millones de españoles.
Tras desempeñar cargos como el de ministro de Sanidad (1974-1976) y el de Asuntos Exteriores (1977-1979) en el Reino Unido, Owen, médico de profesión, se concentró en los años siguientes en la medicina y en la investigación del cerebro humano. Durante este tiempo, el inglés ha desarrollado una tesis sobre este "síndrome de 'hybris'", para él un desorden de personalidad cuyos síntomas serían el aislamiento, el déficit de atención y la incapacidad para escuchar a cercanos o a expertos. David Owen (In Sickmess and in Power, 2008) explica que el dominio del poder ocasiona cambios en el estado mental y conduce a una conducta arrogante, por lo que las enfermedades mentales necesitan una redefinición que incluya el Síndrome de la Arrogancia en el elenco mundial de enfermedades mentales.
A algunos políticos, el poder les hace perder la cabeza, los convierte en arrogantes y soberbios y les aleja de la realidad, situándolos en una peligrosa alienación que les hace perder la noción de la realidad. Pero a otros los convierte en verdaderos y peligrosos enfermos mentales, incapacitados, según Owen, para tomar decisiones y gobernar. Cuando acceden al poder se creen dioses o sus enviados en la Tierra, propician el culto a la personalidad y muchas veces se tornan crueles. Algunos creen que esa enfermedad se da únicamente en las tiranías, pero lo cierto es que también se desarrolla en las democracias, afectando a personas que han sido elegidas en las urnas. El síndrome, en los dirigentes que gobiernan las democracias, al no poder comportarse como dictadores crueles, tiene otros rasgos y manifestaciones: se sienten eufóricos, no tienen escrúpulos, no son conscientes de sus errores y fracasos y son capaces de dormir a pierna suelta (como Zapatero) sin que ni siquiera les afecte el rechazo masivo de los ciudadanos o su inmensa y aterradora cosecha de fracasos, dramas y carencias que, para cualquier persona con salud mental, resultarían insoportables.
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